Acho, joya taurina de América
"..Me trasladaba Andrés Roca Rey su preocupación por la situación de la fiesta de los toros en América, haciendo hincapié en la diversidad de plazas de toros que existen en su país. “No solo es Lima”, recalcaba. El resto de las plazas de toros son prácticamente desconocidas, y es pena que así sea. Se hace necesario abrir otros mercados a la información taurina. Ir en busca de la novedad, pero dándole la categoría que demandan.."
Déjame que te cuente, limeño
por Fernando Fernández Román
Cuando llega noviembre, los ojos del mundo taurino enfocan directamente a Perú. Allí está la plaza de toros de Acho, venerable donde las haya, llevando guapamente su longevidad de casi dos siglos y medio de existencia. Allí, en el arrabal de la ciudad del antiguo Abajoelpuente que se arquea sobre el río Rímac, está Acho, con su muro perimetral ataludado por contrafuertes de vieja albañilería, como si se quisiera ocultar que, más adentro, a través de sus galerías, se accede al gran palenque taurino peruano y a un ruedo que antaño fue inmenso, al punto de precisar un “templador” (especie de jaula redonda de pies derechos) para refugio de lidiadores, entre ellos, Joselito el Gallo, que eligió a Lima y Acho como destino de su única salida para torear allende la mar. Ver toros en Acho es, desde luego, un privilegio, pero verlos desde el minarete o mirador de Ingunza (su ideólogo y promotor) a la altura de la cuarta planta, puede que haya sido una prebenda solo al alcance de la alta aristocracia o al rico patriarcado de la ciudad. Y una estulticia la leyenda de que la torreta construida casi pegada a los muros del colosal coso fuera capricho de una joven y bella mujer conocida como La Perricholi, cantante y amante del virrey del Perú llamado, Manuel de Amat y Junyent, porque las cifras de edad de la Plaza, y los de la citada pareja, no “casan”. Tampoco se casaron Amat y La Perricholi, porque en aquellos tiempos hubiera sido un disparate palaciego y social; no obstante, a pesar de la diferencia de edad (44 años entre aquél y ésta), tuvieron un hijo… que no pudo heredar “ni un real de a 8” cuando falleció el virrey, por cierto, en su Barcelona natal. No era hijo legítimo, sino “natural”. La bastardía, a veces, no tiene recompensa.
Dada la pincelada en “rosa” del asunto, les aseguro que ir a los toros en la capital de Perú es reencontrarte con “lo más genuinamente hispánico” de la América colonial. La Plaza se inauguró en 1776 y las fiestas de toros que en ella se celebraban no tardaron en hacerse muy populares en el virreinato y en los años posteriores, en los cuales, las gentes iban por entre los álamos de la alameda que abocaba al puente del Rímac, dejando ver –los que podían-- su elegancia en el andar y el vestir durante tan sosegado recorrido. También Belmonte se dejó caer por aquellos lares tras su primera época triunfal en España. Allí conoció a la que sería su esposa, Julia Cossío, abuela que fuera del matador de toros, Juan Carlos Beca Belmonte; aunque también Juan, como el virrey de marras, tuvo sus devaneos en otras faldas bien ajenas a las del monte de San Cristóbal que se asoma a la plaza de toros de Acho y a la frescura del Rímac. Los toreos antiguos –dice Clarito—alternaban los pases “naturales” con los hijos…
En cualquier caso, lo “natural” no es que uno recaiga en la liviandad de lo rosáceo, sino que se acuerde de Lima y su feria taurina del Señor de los Milagros cuando llegan los primeros fríos del invierno. Hace unos pocos días, en el fragor de la fiesta en que celebrábamos la boda de Roberto Domínguez y Elena Sánchez, y con fondo de un grupo flamenco por bulerías, hablé largo y tendido con Andrés Roca Rey, el único torero, junto con El Juli, que asistió al acontecimiento nupcial. Me trasladaba Andrés su preocupación por la situación de la fiesta de los toros en América, haciendo hincapié en la diversidad de plazas de toros que existen en su país. “No solo es Lima”, recalcaba. El resto de las plazas de toros son prácticamente desconocidas, y es pena que así sea. Se hace necesario abrir otros mercados a la información taurina. Ir en busca de la novedad, pero dándole la categoría que demandan.
Será cosa de estudiar. De momento, en Lima ha entrado en la gestión de la plaza de Acho un Consorcio llamado América Taurina en el que se unen empresarios de tres países, Perú, Colombia y España, esta última representada por Alberto García, de Tauroemoción. Ellos son quienes han confeccionado los carteles de la feria de este año, comenzando con un mano a mano, el pasado día 29, entre los dos toreros nacionales más importantes, Roca Rey y Galdós, y otras dos corridas de toros, más una novillada que completan el ciclo. A los toreros peruanos consignados se añaden los españoles Antonio Ferrera, El Fandi, Ginés Marín, Sebastián Castella, Cayetano y los novilleros Alberto Seseña, Felipe Negret, hijo del empresario colombiano del citado Consorcio, y Pedro Luis.
Habrá toros y novillos entre los días 8 y 12 de noviembre. La primera corrida de toros –el mano a mano nacional—fue un fiasco, por en nulo juego del ganado, y solo Joaquín Galdós pudo cortar oreja a un buen toro de El Olivar. Ayer, Antonio Ferrera fue alcanzado por un toro de San Pedro, sufriendo dos escalofriantes volteretas al entrar a matar y El Fandi, sorprendentemente, hubo de ser ingresado de urgencia en la enfermería, a causa de un ataque lumbar que le impidió continuar la lidia iniciada en el primer toro de su lote. Para colmo, Ginés Marín falló estrepitosamente con el verduguillo y escuchó tres y dos avisos, en dos de los tres toros a los que hubo de estoquear por los referidos percances. En el último, nada de nada. O sea, una decepción morrocotuda.
Antonio Ferrera, a merced del toro
Esto del ganado bravo puede ser uno de los principales problemas de la Fiesta en Perú. Es complicado acertar con el toro del país con garantías de embestir, pero la importación de ganado desde otros puntos de la geografía taurina, además de encarecer la producción del festejo, cuenta con otros imponderables administrativos y sanitarios complicados de abordar y resolver.
En fin, habrá que confiar en la acreditada solvencia de los miembros del Consorcio de América Taurina (CAT en los carteles), porque lo de los toros en Acho no puede dejar de ser un auténtico acontecimiento. El día 12 vuelve Roca Rey al palenque de su tierra. Ayer, triunfó clamorosamente en la Guadalajara mexicana. Es la garantía más sólida, firme y segura en este momento; pero si para enderezar y consolidar la brillantez de este ciclo de toros histórico hubiera que invocar al Señor de los Milagros, que es el “titular” de la feria de Lima, se invoca. Déjame que te cuente, limeño o limeña, que aquí estamos expectantes.
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