De casta le viene al galgo porque, el chaval citado tiene familiares toreros por todos los lados, incluso su padre fue novillero, amén de otros muchos parientes que vistieron el traje de luces. En la actualidad, su padre y su hermana son alguacilillos en la Maestranza de Sevilla; vamos que, en su casa, la afición a los toros salta por las ventanas, cosa que me parecer muy hermosa.
Estirpe como la que contamos de este chico las hemos visto a montones pero, la diferencia que notamos entre todo lo que hemos presenciado a lo largo de la vida y la realidad de este novillero sin picadores no es otra que, la diferencia que existe entre Zulueta y los demás compañeros. Como decía, atisba maneras muy buenas, un concepto de arte que, en su momento puede llevarle muy lejos porque, toreros tenemos muchísimos, como dije muchas veces, demasiados, pero, chavales nuevo que sobresalgan por encima del resto, eso no es tarea habitual porque como siempre afirmo, entre los novilleros jóvenes y no tan jóvenes, priva el estereotipo y eso no es esperanzador para nadie.
Nadie sabe hasta dónde llegará este incipiente novillero, sí sabemos que, Ramón Valencia, el empresario maestrante ha apostado por él hasta el punto de apoderarle cuando, como se sabe, los chavales que empiezan no tienen ni para comer. El dato puede decirnos mucho o, pasado el tiempo, no decir nada, pero siempre es esperanzador que una empresa de solvencia apueste por un imberbe que torea como los ángeles.
Su mejor valor, su arte. No estamos sobrados de diestro artistas. Toreros lo tenemos por doquier pero, qué sobresalga alguien por unas verónicas en un momento determinado, caso de Juan Ortega que ha salvado muchas tardes con el manejo del capote, eso ya es mucho decir. Pues en esa línea se maneja el referido Zulueta que, como la suerte le acompañe, en Sevilla, dentro de poco olerá de nuevo a romero.
A Javier Zulueta le hemos visto hacer cosas que, no desdeñaría ni junto a Juan Ortega, Morante, incuso con Pablo Aguado. Vamos, en ese corte para que nos hagamos una idea de la concepción que tiene del toreo el chiquillo maestrante.
Si quisiéramos compararle con ese otro “niño” prodigio del toreo llamado Marco Pérez diríamos que, mientras que el salmantina es puro dogma del toreo, un académico en toda regla; vamos que, parece que se leyó el manual de Enrique Ponce y dicho discurso lo interpreta con una perfección inusitada pero, en su contra, con todo tan perfecto, no existe el menor atisbo de sorpresa y eso es un gravamen para Marco Pérez. Zulueta, por el contrario, sabe torear, tiene la lección aprendida pero, todavía se barrunta en él ese halo de sorpresa que nos puede cautivar; atisba las mejores maneras como torero pero sin dogma alguno que, en definitiva, es el misterio que le ampara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario