jueves, 1 de febrero de 2024

Esquizofrenia hispánica y némesis etarra / por Francisco Núñez Roldán

 "El terror ha logrado lo que considera su némesis, su oscura justicia, por más que tenga la vomitiva forma de indignos perdones y amnistías. Pero eso mancha no a ellos, que no pueden mancharse más. Nos mancha a nosotros, que lo aceptamos."

Esquizofrenia hispánica y némesis etarra

Francisco Núñez Roldán
El Manifiesto/1 de Febrero de 2024
Sabido que la esquizofrenia produce alucinaciones, delirios y trastornos varios. Si ello es preocupante en un individuo —o individua, perdón—, se pueden imaginar y por desgracia comprobarse los resultados en un cuerpo social completo o en una buena parte de este. Los últimos vaivenes de la política española, las rectificaciones, desmentidos, cambios radicales de dirección e incluso de conceptos y códigos éticos y penales, no sabemos si son producto de una esquizofrenia colectiva o sencillamente están provocándola cada vez mayor.

Quizá ambas cosas, porque jamás, en cuestión de días, quizá horas, lo que era delito deja de serlo sin más razón que el capricho de un sátrapa caligulesco y su obediente e interesada harka. Por alucinaciones, por ejemplo, valga el mantra de la derrota de ETA, esa que sencillamente se ha encaramado al poder, enroscada en el árbol legal y desde allí clava sus colmillos: dicta normas, prepara ignominiosas amnistías y sacará al Estado todo lo que pueda y más, humillándolo y humillándonos hasta lo indecible.

Ya quisiera yo que me derrotaran a mí con esos éxitos como castigo. Más delirios y trastornos éticopolíticos puedo documentar hace poco, en la entrega de un permio literario a un escritor local, concejal o exconcejal además en su pueblo por el partido progresista por excelencia. De entrada hube de escuchar al zangolotino municipal que volvió a soñar verbalmente con la derrota etarra, porque para más inri el premio iba referido a la cuestión antiterrorista. Y puso la guinda el autor galardonado, que hizo un panegírico contra el terror que ya hubieran querido firmarlo las asociaciones de víctimas. Admito que no pude soportar el nivel de irrealidad del acto y abandoné el lugar. Más tarde me vino a mientes el terrible pensamiento de que quizá no estaban equivocados los oradores, de que era yo quien no ve la realidad española que aquellas dos criaturas manifestaban, imagino que creyendo en lo que decían, y seguros de que sus palabras eran el escenario nacional, que el terror es algo protervo ya superado, y que de aquí en adelante todos buenos.

Por si fuera poco, hace escasos días, un valiente reportero entrevistaba a los manifestantes bilbaínos en favor de volver los presos y aquí no ha pasado nada. Las babeantes palabras injuriosas y mentidas de los entrevistados me hacían ver que esa cúspide social vasca, podrida hasta lo irrecuperable, es el símbolo de una España muy progresista, muy bondadosa, muy perdonadora, cuyos protagonistas se dividen en estúpidos y bribones, con algún inocente bienintencionado por medio, aunque ya decía Sancho que “No hay simple que no sea malicioso…”, y cada vez lo compruebo más.

Por eso está claro que el terror ha logrado lo que considera su némesis, su oscura justicia al fin, por más que tenga la vomitiva forma de indignos perdones y amnistías de lo nunca perdonable ni amnistiable.  Pero eso mancha no a ellos, que no pueden mancharse más. Nos mancha a nosotros, que lo aceptamos.

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