UN DELICIOSO RELATO DE ALBERTO PERALES POR EL ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LA INDUMENTARIA TAURINA, EN LA CLAUSURA DE "LA SEMANA"
La ropa del toreo tiene su gran fundamento a partir de la Edad Media, cuando se empiezan a correr los toros como fiesta.
Era el toreo que comenzaba a practicarse en muchos pueblos de la Península con una doble causa: por un lado la adaptación de la fuerza genésica, con significado y mensaje carnal, incluso erótico, que se reconocía al toro en determinados rituales, como los esponsales; y, por otro, la inclusión del combate con toros entre las prácticas festivas de la nobleza.
Así situó ayer el coleccionista Alberto Perales, en Vera (Almería), el germen del ajuar taurino, explicando también las sucesivas transformaciones del mismo con el andar de los años y hasta de siglos conforme han evolucionado las modas y normas sociales.
Perales clausuró con esta charla la XVIII Semana Cultural Taurina de Vera organizada por el Foro Cultural Taurino de esta localidad.
Una conferencia titulada "Origen y Particularidades del Vestido de Torear", para cuyo desarrollo se apoyó en una extraordinaria Exposición de evocadores trajes de torear muy antiguos, así como algunos referentes útiles de la lidia, propiedad del propio Alberto Perales.
Partió el conferenciante del concepto que se establece para situar el toreo a pie en el tiempo, concretamente entre los siglos X al XVIII, como una derivación del espectáculo Caballeresco, el de a caballo.
Pues es conocido que fue primero este último, el Toreo a Caballo, en el siglo XVI, según se documenta en el "Primer tratado del Toreo a Caballo", llamado por entonces "a la jineta", de 1551.
Vino después el "Toreo a pie", ya en el siglo XVIII, de acuerdo al primer texto compuesto de la que iba ser nueva especialidad, recogido en la "Cartilla de Osuna", que culmina en dicha centuria con "La Tauromaquia o Arte de Torear", editada en Cádiz en 1796.
Perales explicó que aquel Toreo a Pie en la Edad Media se manifestó en varias formas: por un lado los festejos populares, esponsales y fiestas votivas de ofrendas o votos; y por otro los festejos organizados por Cofradías en los que los actuantes participaban con carácter remunerado.
Y sin abandonar el estudio histórico de ese Toreo Caballeresco, el conferenciante aclaró que "las fiestas de toros se convirtieron en uno de los ejercicios de destreza y valor a los que se dedicaron los nobles en la Edad Media durante los períodos de paz. Y definió cuatro etapas en el tiempo enumeradas también por sus características, como son: IX-X (primeras manifestaciones de luchas de toros), XIII-XVI (se afianza el toreo caballeresco, predominando la lanzada), XVII (cae en desuso la lanzada en favor del rejón), y XVIII (declive del toreo caballeresco).
Para entrar en detalles de lo que significaron estas épocas, el conferenciante utilizó vocablos, giros y expresiones muy específicas, como "bofordo", referido a justas o torneos; o los enfamados a los que alude una de las Siete Partidas de Alfonso X El Sabio.
Curiosísimos festejos populares como el conocido como "el de los esponsales", del siglo XIII y que tuvo vigencia hasta el XIX. Consistía en que el novio ponía dos banderillas adornadas por la novia, haciéndose salpicar su vestido con la sangre del toro.
Los toreros profesionales o "matatoros", el primero de los cuales, Domingo Lucero, se contrató en Zaragoza en1377. Ocho años después, en 1385, Carlos II organiza una corrida en Pamplona con dos toreros de Aragón, uno cristiano y otro moro, a los que pagó 50 libras.
Y numerosas referencias que empezaron a ratificar el toreo a pie, que por fin empezaba a gozar de amplio respeto, hasta llegar a opacar a los de "los toreadores de a caballo". Y empiezan ya a distinguirse los actores por sus vestimentas de sayos, guarniciones de oro y plata para los lacayos, o telas de plata roja, también pasamanos de oro, vestidos de cabritilla, jaquetas y calzas de distinto color, el bonete colorado que distinguía a los más expertos, las bandas de tafetán que se ajustaban a la cintura...
Y una advertencia: en el toreo a pie los matatoros vestían como en la vida cotidiana, mientras en los caballerescos predominaba el lujo.
En el XVIII, Luis XIV institucionalizan el atuendo en Versalles, con casaca, chupa y calzón, aplicándose lentejuelas, galones, talcos y espejuelos. Y así hasta llegar al movimiento estético y social del majismo del XVIII, vestidos de majo y de maja. Y ahí se quedó el conferenciante, sin duda, con la intención de volver pronto a Vera para rematar tan interesantísima historiografía.
La velada, broche de "la Semana", finalizó con la entrega de los correspondientes reconocimientos al conferenciante. Y esta vez también con un cóctel-cena ofrecido por Terraza Carmona, en cuyas instalaciones se desarrollan desde su creación estas conferencias.
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