¿Quién, hace unos años, podría pensar que un maratón se puede hacer en poco más de dos horas? Pues de manera análoga el toreo se ha ido perfilando en todos sus aspectos, aunque aun falta por devolver al animal la casta y fiereza de hace unas décadas y dotar al negocio de los mecanismos de marketing, organización y modernización que los tiempos piden.
El retorno de los clásicos
Paco Delgado
La recién finalizada feria de abril de Sevilla ha sido, sin duda y pese a quien pese, no sólo un éxito -artístico, de asistencia, repercusión y varios etcéteras más- sino también un punto de inflexión en el devenir de la fiesta. Me dirán exagerado, pero a los hechos me remito.
Todo en la vida evoluciona -la vida misma, sin ir más lejos y sin que nos demos cuenta- y lo que ayer nos parecía el no va más hoy parece tan arrumbado como el arpa de Bécquer, que del salón en el ángulo oscuro, de su dueña tal vez olvidada, yace silenciosa y cubierta de polvo.
Hacía mucho tiempo que no se vivía una feria en Sevilla como la de 2024, con tantos triunfos, toros bravos y gente encandilada por lo visto en el ruedo. Es como si Picasso y Dalí hubiesen expuesto en la misma sala y al mismo tiempo, que decía Rafa García de la Torre, el director de Clarín de Radio Nacional.
Si a un aficionado actual, joven -en edad-, le hubiese gustado ver en vivo y en directo la competencia que hace más de medio siglo mantenían toreros como Paco Camino, El Viti, Diego Puerta, Antoñete, Curro Romero, Antonio Bienvenida, Ordóñez, Andrés Vázquez, Mondeño, El Pireo, Gregorio Sánchez, Palomo o El Cordobés, ese mismo aficionado, dentro de unos años podrá contar cómo coincidieron en el tiempo diestros como Daniel Luque, Miguel Ángel Perera, Urdiales, Borja Jiménez, Paco Ureña, Roca Rey, Castella, Talavante, Juan Ortega o Morante de la Puebla. Ya sé que no faltará quien ponga no pocos peros a esta lista que acabo de enumerar y en la que, como en la de los años sesenta, faltarán nombres que escapan a mi repaso apresurado y de memoria, pero a la vista de sus logros, triunfos y faenas, esa presencia no admite muchas pegas.
Imaginen a un veterano de la Edad de Oro, al que Gallito y Belmonte extasiaban, viendo cómo mece la capa el de La Puebla, la cadencia con que maneja la muleta Juan Ortega, la capacidad de Luque o el luminoso valor y poder de Roca Rey, que no se conformó hasta lograr también él salir por la Puerta del Príncipe: no daría crédito a sus ojos, probablemente pecadores.
Claro que todo ha cambiado, desde el toro hasta el torero. Ni el animal es el mismo bruto de hace un siglo, de escasa selección y muy peligrosa mansedumbre, ni el torero hoy se conforma con preparar al toro para su muerte ¿Quién, hace unos años, podría pensar que un maratón se puede hacer en poco más de dos horas? Pues de manera análoga el toreo se ha ido perfilando en todos sus aspectos, aunque aun falta por devolver al animal la casta y fiereza de hace unas décadas y dotar al negocio de los mecanismos de marketing, organización y modernización que los tiempos piden.
Pero lo visto en Sevilla mueve al optimismo. Porque no sólo han deslumbrado los diestros que han logrado ver recompensada su obra con la Puerta del Príncipe: también hay que echar cuentas a lo hecho por Juan Pedro García “Calerito”, diestro bastante desconocido para la masa y que salió a hombros en el segundo festejo del abono, en una función en la que también se vio el buen hacer de un ya para muchos deshauciado Lama de Góngora; David de Miranda volvió a recordar a tantos que es un torero capaz y competente y que su triunfo en Las Ventas no fue casualidad, como tampoco lo fue el triunfo que, el pasado octubre en aquel mismo escenario, catapultó a un Borja Jiménez que ha ratificado su buen hacer y se perfila como uno de los destacados de esta campaña. Emilio de Justo volvió a dejar ver su clasicismo, al igual que Urdiales o El Cid, y Escribano firmó una de las páginas con las que se recordará la presente temporada.
No es moco de pavo todo esto, pese a que tampoco son escasos los intransigentes que se afanan en quitar mérito a lo que cuento, como si el éxito restase importancia a un espectáculo extraordinario de por sí pero que, cuando llega el triunfo rotundo, se convierte en glorioso.
Paco Delgado
Burladero/25 abril 2024
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