"..El partido contra el racismo sirvió para inaugurar la campaña anti Endrick, ese chico de “mecha corta”, como ya se relamen los tarados.."
Fútbol de romanos
Ignacio Ruiz Quintano/Abc
'Salmonetes ya no nos quedan' blogspot
Cuando gustaba el cine, la Semana Santa era la semana de los romanos, resumidos para las generaciones modernas, ésas a las que se les hace bola “Ben-Hur”, en “La vida de Brian”. Ahora es el fútbol el que aprovecha la Semana Santa para colocarte un parón de selecciones del que los mejores futbolistas regresan lesionados como costaleros.
–Me da vergüenza que el Bernabéu pite a Morata, nuestro capitán –declara don Luis de la Fuente, refutando a quienes lo acusaron de no tener vergüenza cuando ovacionó a su jefe, Rubiales, que anda poniendo en el mapa (para los españoles) a la República Dominicana.
En Madrid hemos tenido a los guardias de la Uco entrando a registrar la Federación Española como los romanos de los Monty Python entraban a registrar la casa de Brian. ¿Dónde está el punto cómico? En que aquí nunca pasa nada. El mundo de Rubiales permanece intacto: su mano derecha se presenta a las votaciones para jefe. Mismos árbitros, mismo seleccionador y mismo Combinado Autonómico (muy pronto Combinado Federal), ese Foreign Office de La Masía. Como todo en este mundo es teatro, del combinado de La Masía de De la Fuente se habla como si fuera la compañía La Barraca de Lorca. “Con jugadores como Endrick hay que ser muy prudentes, mejor no meterles estrés”, había declarado, ante la comparación Endrick-Pelé, el señor De la Fuente, que tiene montado su tiovivo Autonómico sobre Yamal, que al parecer también es joven y que el periodismo deportivo coloca en veneración a la altura de Messi (en España siempre se elogia contra alguien), corroborado por el penalti acuático del primer gol español, calcado por Carvajal en el tercero, y todo en un España-Brasil organizado en el nuevo Bernabéu, que no será sede de la Final del Mundial 2030, ahora que Marruecos va a construir “el estadio más grande del mundo” con la protección del gobierno español, cuyo representante para el fútbol se llama Uribes, que fue ministro de Cultura, en cuya sede de la Casa de las Siete Chimeneas se ponía tibio de rabo de toro procedente de la cocina de la vecina Casa Salvador.
Uribes visitó el otro día en Barcelona a Laporta y salió con una camiseta del Barça que no le cabía y con el compromiso de limpiar el caso Negreira, moscón en el resopón del fútbol español, donde nunca pasa nada. Es la senda de los elefantes que transitaron Miguel Cardenal (“Orgullosos del Barça”, artículo de fondo en el diario gubernamental: “Me rebelo ante la desmesura a la que asisto, cuando el club es acosado y acusado”) y otros hasta don Juan Gich Bech de Careda.
–¿Sabes cuándo le perdí el respeto a la autoridad constituida –dijo Bernabéu a Martín Semprún–. Cuando, con toda la desfachatez, nombraron delegado nacional de Deportes al gerente del Barcelona, a Juan Gich, y eso me indignó aún más que cuando me denegaron lo de la Torre del estadio. Estaba hasta los huevos de tanto favoritismo con los azulgrana, a los que la Delegación Nacional ya les había construido un palacio de hielo para que patinaran.
Estas cosas de Bernabéu harían pedir las sales a los piperos de ahora, bobos con la oreja pegada a los medios que hablan de vender a Vinicius porque viene Mbappé, al que ya llaman “vago” y “jeta” (sic) los obispos tertulianos. Las multitudes dementes que insultan a Vinicius con cánticos ensayados (no improvisados) harán lo propio con Mbappé, que no sabemos si será igual de rebotado que Vinicius. El racismo español no es un mal de las hinchadas (en todas, sin excepción, hay racistas), sino de la sociedad: somos un país de servidumbre voluntaria (¡un país que salía al balcón para aplaudir a la policía que nos tenía confinados!) y “encabronado por la envidia”, es decir, un país ignorante, rencoroso y corrupto que se cubre con la hoja de parra de la cursilería y que la única libertad de expresión que concibe y reclama no es la que permite criticar al poder político, sino la que permite llamarle mono a un futbolista. “¿Y por qué sólo ocurre con Vinicius?” Anda, esta pregunta no se la hizo Plutarco al contarnos las cosas de Espartaco. ¿Por qué con todos los esclavos que tenemos sólo nos da problemas Espartaco? El violador agrede a la mujer por su feminidad y el racista insulta al negro por su negritud, y ambos se agarran a la atenuante de la provocación. Para nuestras maras mediáticas, Vinicius es el negro en minifalda. Y que no llore si le dicen mono, que menudo peluco de oro lleva. En la República los católicos provocaban yendo a Misa.
–La comunidad religiosa de María Inmaculada organizó ayer una excursión en la que tomaron parte infinidad de niños, cantando himnos religiosos. Los habitantes se quejaron de esta conducta, que puede dar lugar a alteraciones de orden público.
Noticia publicada por “Crisol”, diario orteguiano y cursi, en agosto del 31. De esta escombrera moral, tan de nuestra calaña, proceden los argumentos políticos y deportivos que se despachan en la actual patocracia española, donde el descubrimiento del negreirato sólo ha servido para que el antimadridismo se desboque. ¿“Romani ite domum”, como en el florilegio de Penagos, ó “Romanes eunt domus”, como en la pintada de Brian?
El partido contra el racismo sirvió para inaugurar la campaña anti Endrick, ese chico de “mecha corta”, como ya se relamen los tarados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario