«Él se santificaba con el trabajo; se ganaba el sustento con el sudor de su frente». Esa casa en la que vivió era uno de las que su señor, Iván de Vargas, tenía en su hacienda para sus trabajadores. Isidro acudía cada día a los campos de Carabanchel, propiedad de los Vargas, para arar sus campos y hacer pozos para extraer las aguas subterráneas.
«No habría fiestas si no hubiera existido una persona en el siglo XII que se llamaba Isidro, una persona normal y corriente, un santo de la puerta de al lado». Por eso, «que la gente disfrute con las miles de actividades que se proponen pero que no olviden a san Isidro: que pasen por la colegiata, que tenemos el sepulcro con el cuerpo incorrupto, a venerarle, a estar allí, a pedirle». (en la imagen inferior, procesiñon con el cuerpo incorrupto de san Isidro en el Año Jubilar).
Un cartel que representa una estampa muy castiza en una corrala con aires de verbena, engalanada para celebrar las fiestas del patrón con guirnaldas, farolillos y mantones. En los corredores, la vida festiva de madrileñas y madrileños de todas las edades, con sus vestidos de chulapa y sus trajes de chulapo, sin olvidar el detalle imprescindible del clavel, como manda la tradición. Otro guiño a nuestras tradiciones son los típicos churros madrileños, que impregnan las calles con ese aroma tan verbenero. No podía faltar en esta estampa el gato madrileño, que, desde los tejados, contempla orgulloso el bonito cielo de Madrid.
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