En tiempos políticamente revueltos, especialmente para el sector taurino, la institución de una fecha exclusiva en homenaje al toreo tiene una especial carga simbólica. Últimamente, demasiados dirigentes se han apuntado al oportunismo electoral de aliarse con el animalismo y nuevas sensibilidades buenistas sustentadas por un generoso patrocinio de lobbies internacionales, olvidando el impacto económico de los toros y, sobre todo, la voluntad de todos cuantos los viven con pasión y se emocionan con ellos.
El último ejemplo de esta deriva la ha protagonizado el activista radical y dictador Ernest Urtasun, ministro de Cultura, que se ha cargado de un plumazo el Premio Nacional de Tauromaquia y la limosna que significaba. Nimiedades. Con el toreo no acabarán reyes ni gobernantes. Únicamente un supuesto desencanto de los aficionados podría provocar su desaparición. Así es que toreros, ganaderos y empresarios tienen en sus manos la llave de su perpetuidad. Sólo es cuestión de hacer las cosas bien y ofrecer verdad, interés y emoción.
Y entre agitaciones políticas los toros han logrado tener su Día Internacional. Un detalle, un guiño, un simple gesto que las diferentes asociaciones taurinas mundiales y aficionados han aprovechado para celebrar actos en su honor. Uno de los que más eco tuvo fue el que se llevó a cabo en Cataluña, en concreto en la plaza Monumental, que no se abría desde el 25 de septiembre de 2011, cuando se celebró allí la última corrida. La Generalitat abolió el toreo de forma tiránica y unilateral, pero en octubre de 2016 el Tribunal Constitucional anuló la prohibición por invadir competencias del Estado y tratarse de una actividad declarada Patrimonio Cultural.
Esto quiere decir que desde hace ocho años podrían estar anunciándose festejos en territorio catalán. Pero no ha habido ni uno solo. Los taurinos señalan a los propietarios privados del coso barcelonés como culpables de la situación. Y, muy a pesar de la afición, Pedro y María José Balañá, dueños del edificio, están en su derecho de no querer reabrirlo. Las razones que esgrimen tienen que ver con las trabas laborales, burocráticas y económicas que los mandatarios podrían ponerles en sus negocios en caso de permitir el regreso de los toros.
Para el acto de celebración del Día Internacional de la Tauromaquia en Barcelona, Pedro y María José Balañá cedieron su inmueble y, además, estuvieron presentes. ¿Un primer signo de cambio de actitud? Sea como fuere, los profesionales no deberían escudarse en ellos sino ponerse manos a la obra en la organización de funciones. Porque en Cataluña hay más plazas, y siempre está la posibilidad de instalar una portátil. Se pondrán dificultades y obstáculos, pero con todos los papeles en regla nadie podrá impedir su realización. Es cuestión de voluntad, de altruismo y de amor por el toreo. Lo demás son excusas.
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