sábado, 25 de mayo de 2024

Tres minutos cambiaron el curso de una tarde / por Pla Ventura

 

"..Tras aquel “éxtasis de clamor” en el transcurso de la lidia, mucha gente aplaudía a rabiar, la entrega de Roca Rey así lo demandaba. Se perfiló en corto y dejó una estocada en todo lo alto, al tiempo que sonaba un aviso. El toro se aquerenció en tablas y se resistía a caer. ¿Qué decía la lógica? Que Roca Rey utilizara el verduguillo para acabar con su oponente, pero, el diestro estaba confiado que el toro doblaría.."

Tres minutos cambiaron el curso de una tarde

Pla Ventura
Toros de Lidia/25 mayo, 2024
Respecto al «fracaso» de ayer en Madrid por parte de Roca Rey, como dije en mi crónica, se podrían barajar muchas hipótesis pero, si de mí depende, me inclino por aquello de los tres minutos que tardó el toro en doblar, hasta el punto de que sonaron dos avisos, más los tres de su segundo, cinco recados presidenciales que, en otros momentos eran dos broncas más que aseguradas.

Centrémonos en lo que fue la faena a su primer antagonista que, la cosa tiene mucha miga. El toro era el idóneo para un gran triunfo en Madrid, tenía mucha clase, incluso trasmisión y Roca Rey hizo todo lo que supo y un poco más. Y como dato añadido, la faena resultó jaleada en muchos pasajes de esta, y los locutores de la televisión estaban entusiasmados, e incluso barruntaban un triunfo de clamor. Reconozco que, posiblemente, en mi frialdad, todo eso no pasó por mi mente. Pero no le podemos negar al peruano su disposición y entrega sin límites, todo ello basado en un toreo superficial, anodino y sin el menor recuerdo. Han pasado pocas horas desde el suceso y, la pregunta sería inevitable, ¿recuerda alguien algún pasaje de su faena?

Tras aquel “éxtasis de clamor” en el transcurso de la lidia, mucha gente aplaudía a rabiar, la entrega de Roca Rey así lo demandaba. Se perfiló en corto y dejó una estocada en todo lo alto, al tiempo que sonaba un aviso. El toro se aquerenció en tablas y se resistía a caer. ¿Qué decía la lógica? Que Roca Rey utilizara el verduguillo para acabar con su oponente, pero, el diestro estaba confiado que el toro doblaría. Esperó y esperó, hasta que sonó el segundo aviso. Y en ese momento, el diestro utilizó la espada de cruceta para acabar con el toro.

Situaciones como la descrita las hemos visto muchas veces y, casi siempre, lo que se presuponía que era una faena de dos orejas había quedado en una oreja con mucha fuerza. Pero no, no fue el caso. Aquellos tres minutos reseñados hasta que el toro dobló fueron más que suficientes para que la gente recapacitara y comprendiera que, aquello no era de triunfo, que todo había sido una sugestión por parte del peruano y, cuando “despertaron” se dieron cuenta que su labor no fue tan apoteósica como algunos creyeron.

Si somos sinceros, hay que aplaudir los valores de Roca Rey que, entre otros, al margen de su entrega, concita la atención de las gentes y eso es un valor en alza. Otra cosa muy distinta es el calado que pueda dejar en el corazón de las gentes, que no deja ninguno como ayer se comprobó.  Eso sí, con ese tipo de toros que suele lidiar, casi ninguno le falla; es decir, son toros apropiados para el triunfo y si no embiste el bicorne para eso está él, para embestirle al contrincante. Digamos que Roca es un torero del momento; sí, el momento en que se le está viendo, pero, si pasan tres minutos y el toro no se ha echado ahí vienen los problemas, nadie se acuerda de nada.

Seguramente, su fracaso de ayer le hará recapacitar. Hombre, en honor a la verdad, apenas le quedan armas para rectificar porque siempre hará lo mismo, pero sí debe de tomar lección que, al menos en Madrid, no puede consentir que se le enfríe el “guiso”, puesto que una vez frío no sabe a nada. ¿Le perjudicará en algo su lamentable actuación en Madrid? Absolutamente en nada, seguirá siendo el mismo, cobrará más que nadie, llevará mucha gente joven a los coliseos, pero al final de su carrera pasará a la historia como un torero que se hizo multimillonario sin tener una pizca de arte ni de sentimiento. La gente recordará su valor -con esos toros siempre escogidos- su deseo por trabajar a destajo, su arrojo ante los ojos de aquellos aficionados que no aspiran a nada. Dicho en cristiano, se marchará algún día del toreo sin que nadie recuerde una sola faena suya de forma concreta.

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