sábado, 8 de junio de 2024

Borja Jiménez se consagra la tarde del gran fracaso presidencial / por Antonio Lorca

Borja Jiménez, a hombros en la plaza de Las Ventas. KIKO HUESCA / EFE

"..El torero sevillano salió por la Puerta Grande al cortar una oreja en cada toro después de que el palco le negara injustamente la segunda en su primero, un animal de gran clase de Victoriano del Río.."

Borja Jiménez se consagra la tarde del gran fracaso presidencial

ANTONIO LORCA
El País/Madrid, 07 Junio 2024
Borja Jiménez se ha consagrado como gran figura en una tarde plena de intensidad en la que se rozó el escándalo a causa de la decisión del presidente, José Luis González González, de negarle la segunda oreja en su primero cuando la plaza entera, empezando por el propio torero, estaba convencida de que la faena del sevillano era merecedora del doble trofeo, y que el toro de Victoriano del Río, Dulce de nombre, de gran clase y calidad, se había hecho acreedor de los honores de la vuelta al ruedo. Pero ni lo uno ni lo otro. El presidente sacó el pañuelo por primera vez, se lo guardó después y aguantó impertérrito la mayoritaria petición de los tendidos, que no entendían la razón que justificara su empecinamiento. 
El enfado del público fue monumental, al toro lo arrastraron sin gloria en medio del alboroto general, al torero se le cambió la cara, dio hasta dos vueltas al ruedo, y el señor González escuchó una de las más grandes broncas de la historia de la plaza. Sea cual fuere su motivo, lo cierto es que el palco le robó la Puerta Grande a Borja Jiménez y la vuelta al ruedo al toro.

Ciertamente, la labor de Jiménez fue apasionante, intensa y cabal desde que el toro salió por chiqueros. Lo recibió de rodillas en los medios con una ceñida larga cambiada, y, en lucha contra el viento que soplaba con fuerza, dibujó delantales, chicuelinas y una revolera final que entusiasmaron a los presentes. Acudió alegre el toro al caballo y cumplió sin arrebato; galopó en banderillas, y llegó a la muleta con la impresión reinante de que destacaría por su calidad. Y así fue. Jiménez comenzó por bajo y su oponente humilló con fijeza en el engaño. Repitió después con acometividad, prontitud y bondad, al tiempo que el torero dibujaba muletazos largos, relajados, desbordantes de naturalidad y buen gusto. Así, tres tandas con la mano derecha, abrochadas una con un trincherazo primoroso y otra con un cambio de manos preñado de belleza. Más pausado el animal por el pitón izquierdo, tres hondos naturales, una trincherilla y un pase del desdén acabaron de provocar el delirio que desde el primer momento se vivía en los tendidos ante el feliz entendimiento entre toro y torero. Hubo, finalmente, un natural casi circular y unos excelentes ayudados por bajo que precedieron a una estocada en buen sitio. 

El animal, encastado en el fondo de su nobleza, le hizo frente a la muerte que ya lo abrazaba, y hasta dos veces fue capaz de levantarse de la arena, después de doblar las manos. Una conmoción arrebatadora se apoderó de la plaza entera, que se tiñó de blanco cuando, por fin, Dulce se desplomó para siempre. Y ahí empezó todo. Tardó el presidente en mostrar su pañuelo, y, después, el desconcierto, la incomprensión y los gritos reiterados de ‘fuera del palco’

La verdad es que la faena de Borja Jiménez fue vibrante, cálida, emotiva, y el doble premio parecía no tener no tener vuelta de hoja. Fue un fracaso sin paliativos del palco presidencial.

Se anunció la salida del quinto, y allá que se fue otra vez Jiménez, -en esta ocasión con semblante de rabia- a los medios para recibir de rodillas al toro. Y tras la larga cambiada, un abanico de extraordinarias verónicas abrochadas con una media torerísima; y un galleo por chicuelinas cerradas con una media abelmontada. Pero el toro, que apuntaba muy buenas maneras, no tenía fuerzas y fue devuelto.

Y por tercera vez se dirigió hacia la puerta de chiqueros cuando anunciaron la salida del sobrero. Otra apretadísima larga cambiada de rodillas, una verónica a pies juntos, chicuelinas ajustadas y otra media de cartel. El comienzo de la faena de muleta fue primoroso: dos muletazos por alto y dos trincherazos templadísimos. Se le notaba al torero especialmente motivado, y no era para menos. La nobleza del toro le permitió el lucimiento por ambas manos, mejor por naturales, en una labor que fue decayendo ante un oponente con escaso fondo. Antes de pinchar en lo alto, dibujó unos personalísimos ayudados por bajo y un pase de la firma. Los tendidos se volvieron blancos otra vez, para compensar, sin duda, la injusticia anterior, y el presidente le concedió la oreja que le abría con todos los honores la Puerta Grande.

Sus dos compañeros se vieron eclipsados por tanta conmoción. Antes del gran desconcierto, Emilio de Justo se peleó de veras con un toro encastado y violento y contra fuertes rachas de viento que deslucieron su labor; un toro muy exigente al que no le perdió la cara, pero no pudo alcanzar el lucimiento deseado; y no se le tuvo muy en cuenta su aseada labor ante el cuarto, un animal protestado por su pobre trapío que embistió con dulzura.

Y a Roca Rey se le exigió mucho, como suele ocurrir con quienes lucen los galones de figura. Se lució en un valeroso quite por saltilleras en el primer toro de Jiménez y en otro por gaoneras en el tercero; brindó a la concurrencia y se plantó de rodillas en una clara declaración de buenas intenciones, pero no encontró el camino del triunfo entre la brusquedad del toro y las protestas de parte del público. Un manso de libro fue el sexto, intentó muletearlo con firmeza, pero el toro se rajó pronto y se acabó la historia.

Lo más sobresaliente de la tarde fue que Borja Jiménez salió a hombros por segunda vez en su carrera y se consagró como figura del toreo a pesar del error mayúsculo del presidente.

Del Río/De Justo, Jiménez, Roca

Toros de Victoriano del Río, -el quinto, devuelto por inválido- bien presentados, a excepción del anovillado cuarto; desiguales en varas; encastado y áspero el primero, de gran calidad el segundo; bronco y desfondado el tercero, noble y rajado el cuarto y muy manso el sexto. Sobrero de Torrealta, bien presentado, mansurrón y noble.

Emilio de Justo: media estocada _aviso_ (silencio); _aviso_ estocada baja (silencio).

Borja Jiménez: estocada (oreja, dos vueltas al ruedo y bronca monumental al presidente); pinchazo y estocada (oreja). Salió a hombros por la Puerta Grande.

Roca Rey: _aviso_ estocada (silencio); estocada (silencio).

Plaza de Las Ventas. 7 de junio. Corrida de la Cultura, vigésimo quinta de la Feria de San Isidro. Lleno de ‘no hay billetes’ (22.964 espectadores, según la empresa).

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