"..El final de la Feria de San Isidro 2024 fue señalado con el lanzamiento de una buena cantidad de almohadillas al ruedo y con la afición desgañitándose, esa «voz de la afición» que clama en el desierto: ¡toro!, ¡toro, ¡toro!.."
JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Pues ya por fin acabó la Feria de San Isidro 2024, que ha sido de las peores que podemos recordar, con la exhibición pública de 4.555 kilos de carne que son los que correspondían a los seis toros anunciados y a los dos sobreros que salieron de remiendo. 4.555, con la rima facilona que tiene el número 5, pues ahí está por tres veces para que no quepa duda del subliminal mensaje que la Empresa Plaza1 estaba mandando. La corrida de hoy estaba etiquetada, de manera telegráfica como «Corrida Homenaje 200 Aniversario Policía Nacional» y para festejarlo se preparó una pequeña «performance» policial cuando dos agentes subieron a los altos del 7 a llevarse a dos personas que habían expresado durante el minuto de silencio la opinión de que «con los moros no tenéis cojones», dirigida al señor Director General de la Policía Nacional, don Francisco Pardo, presente en la Plaza. Dado que estos ciudadanos no presentaban rasgos magrebís fue pan comido el subir a su localidad y sacarlos del tendido, imaginamos que con el canónico uso de la palabra «cabayero», que es una inequívoca seña de identidad de la Policía en su trato con el contribuyente. Con tan funesto augurio comenzó la tarde, que era una tarde como de Santander, y con ella entendemos que ya quedamos exonerados de asistir a la Feria de Santiago a ver otra vez a Luque en la única corrida interesante del abono y, de paso, nos sirve para enviar un fuerte abrazo a los que tengan pensado ira a Cuatro Caminos a ver la cosa lisarnasia de Puerto de San Lorenzo/La Ventana del Puerto.
Para el broche final de la feria del Despropósito 2024 no tuvieron mejor ocurrencia los cazatalentos de Plaza1 que irse a Jaén a comprar una corrida a don Juan Román García Sorando, cuya divisa es la bandera de Guinea, y allí el veedor, el cow boy Florencio, seleccionó seis animales cuyas señas más notorias eran las de poseer cuatro patas y un rabo y, vistos por delante, un par de cuernos. Eso en la parte exterior, porque en la interior lo que había era gaseosa de marca blanca y de poca pompa. Para calentar el cotarro o para embaucar a algún incauto, en el programa alardeaban de que estos toros de Román Sorando «poseen en general una bravura explosiva, con nervio, lo que dota a sus embestidas de mayor transmisión en los engaños» Por si no lo saben, además de la «explosiva» existen la bravura «deslocada» y también la «regulada», según palabras de don Álvaro Domecq Romero y además está la «bravura ordenada» No se cansen en ir a buscar esos términos en el Cossío.
Particularmente, y ciñéndonos a la corrida de hoy, la auténtica explosión de los Sorando fue de debilidad y de mansedumbre, lo que se dice una bomba atómica de blandura y otra de un muermo muy profundo. La fortuna quiso, además, que hoy se uniesen a los flanes de Sorando los destinos de los sobreros Jaulero, número 2, de José Vázquez y Romano, número 13, de Montalvo, que tantos días llevaban esperando que se cumpliese su sino en los corrales y que, por así decir, eran ya casi como de la familia. A Jaulero le conocimos el día del Santo Patrón y luego le tuvimos ad portas los días 17, 25 y 26 de mayo y 5 y 6 de junio; Romano nos acompañó el 29 y el 30 de mayo y también el 5 y el 7 de junio. Hay que resaltar que la crianza recibida en el Hotel California Taurino de Florito («you can check out any time you like / but you can never leave») es esmerada y equilibrada, porque en los 24 días en que Jaulero ha sido su huésped de honor no ha cogido ni ha perdido un solo gramo, que se ha mantenido en su peso ideal de 567, mientras que Romano tuvo algún exceso que le hizo pasar de los 586 con que se nos presentó el día de San Maximino a los 610 del 5 de junio, aunque luego volvió a su peso ideal de 586, que es tal y como le hemos conocido hoy. Ambos toros mostraron gran apego a la que había sido su casa durante tantos días y cuando los desahuciaron para salir al ruedo no mostraron grandes ganas de cambiar de residencia. Por lo demás, mansedumbre y debilidad, como los titulares, pero estos sin nada de «bravura explosiva», que más bien dio la impresión de que estos eran de la «bravura deslocada», aunque les iba bastante mejor el término «bravura deslomada».
Y respecto a los toreros hoy nos prepararon un programa triple, como aquellos que hacían en el cine Victoria, con Buster Keaton Urdiales en «El Chivo» (The Goat, 1921), Richard Gere Ortega en «Novio a la fuga» (Runaway Bride, 1999) y Tom Hanks Aguado en «La Terminal» (The Therminal, 2004).
Bien es sabido que de los tres astros del cine citados el que más currículum tiene es Urdiales, que siempre ha traído a Madrid su torería de aire un poco triste y que ha dejado hitos como la faena al Fuente Ymbro Hurón, número 120, que ahí está por los siglos de los siglos. Hoy no era el día, y eso que el tempero norteño le tendría que haber estimulado, pero la violencia de su primero no le inspiró y con su segundo no quiso sacar pecho, dejando tres derechazos de muy buen corte antes de que todo naufragase. Y con el acero, mal.
Ortega tiene por delante solamente futuro, porque hasta la fecha en Madrid tiene todo por demostrar salvo ciertas pinceladas. No es torero de lucha ni de bulla, que él lo que quiere es una dulce cabritilla que no le incomode ante la que lucir sus posturas y su palmito. Hoy no era el día, que los zoquetes que le tocaron en suerte no eran, ni mucho menos, la máquina de embestir que él demanda, y él, al parecer, no está para guerritas. Con su primero dio la vuelta al ruedo no de una manera armónica y en compañía sino en pura persecución. Comenzó en el 5 la reiterada huida de Tonoso II, número 7, y la vibrante persecución fue desarrollándose por toda la plaza, el 7, el 9, el 1, el 3 y finalmente el 4 para ir a morir el toro a escasos diez metros de donde todo había comenzado, sin que se apreciase en los modos de Ortega el poseer la mínima habilidad para sujetar al animal y tratar de que no estuviese a su libre albedrío por la Plaza. Su segundo fue una especie de sardina jabonera muy, muy sucia, un animalejo indecente e impropio de Las Ventas que jamás debió hollar el ruedo y que sirvió de rechifla general por sus constantes caídas, siempre en pases por alto.
Y Aguado, que dio la oportunidad a Andrew Moore de hacer la mejor fotografía taurina de lo que llevamos de siglo XXI, la titulada «No estás solo», tampoco dio el do de pecho en esta tarde triste, solitaria y final en la que no toreó ninguno de los toros que había ajustado y se las tuvo que ver con la pareja de desahuciados, el Vázquez y el Montalvo. Y si hace cinco años un Montalvo le sirvió para dar un golpe en la mesa en Las Ventas y ganar una buena cantidad de crédito, hoy con otro Montalvo ha tirado las cartas a la espera de que, cuando sea, le entre una mano mejor. Hasta las trancas estuvo con el Montalvo, que le hizo huir a la carrera tirando el capote y bien a gusto que se quedó cuando vio palmar al bicho. Él quería haberse quedado con el que echaron, que era más blando y más bobo y se disgustó cuando le sacaron el moquero verde. Su primero fue el Vázquez, y tampoco le gustó que saliera, que él prefería el paquete de mantequilla de Sorando que se fue a los corrales. El Vázquez no tenía mala baba, pero no tenía las precisas condiciones que Aguado demandaba para echar a rodar su arte, así que decidió quedarse con todo su arte dentro para él solito.
El final de la Feria de San Isidro 2024 fue señalado con el lanzamiento de una buena cantidad de almohadillas al ruedo y con la afición desgañitándose, esa «voz de la afición» que clama en el desierto: ¡toro!, ¡toro, ¡toro!
ANDREW MOORE
FIN
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