"..Se puede afirmar que la medicina militar de emergencia nacía durante la guerra de Crimea en la década de los 1850, de la mano de Florence Nightingale quien, por vez primera, organizaba en la enfermería los soldados heridos.."
El análisis de Juha Karlsson:
Medicina militar de emergencia
Toros de Lidia/27 junio, 2024
Vamos al campo de vida y muerte. Desde 1495 no ha habido ningún periodo mayor de 25 años seguidos sin una guerra en el mundo. Desde 1816 ha habido mínimo un conflicto bélico cada año. Más de la mitad de todos los muertos y heridos en todas estas guerras han sido civiles, no militares.
La mayor diferencia entre un soldado y un civil es que un militar está dispuesto a morir. «El núcleo de la guerra es que pierdes a tus hermanos. Esa es la única realidad», dijo un veterano de la guerra de Vietnam.
¿Cuál es la oferta en un campo de batalla moderno? Balas, minas y artefactos improvisados, drones, fragmentos de obuses de la artillería o de morteros, ondas expansivas, misiles, bombas aéreas de racimos, de fósforo o napalm, fuego amigo y accidentes.
En lado psicológico hay la venganza por tus camaradas muertos que saca el lado más animal, incontrolable de un ser humano. La guerra es violencia desenfrenada, sin reglas.
En la guerra de las Malvinas, había unidades argentinas con hasta un 70% con una diarrea por la mala higiene. Durante la Segunda Guerra Mundial, algunas unidades de las tropas japonesas, aisladas en la selva de Birmania, estaban hasta meses sin suministro alguno. Compañías enteras se morían de inanición. En invierno 1944 en Ardenas, las tropas norteamericanas no podían cambiar las unidades, que debían quedar en su sitio en trincheras congeladas y con nevadas constantes, nada de comida o ropa seca. Había cangrenas, necrosidades, congelaciones y amputaciones muchas veces sin ningún tipo de atención médica. Añadimos el estrés de combate, estar demasiado tiempo seguido en la primera línea. Combatir un mes o más seguido hace mella a un soldado tanto física como psíquicamente.
Hasta hace unos 150 años, un soldado era un bien renovable, prescindible. La mayoría de los soldados heridos no recibían ningún tipo de tratamiento médico. En muchos casos era un soldado, carnicero de profesión, el encargado de la cirugía.
Se puede afirmar que la medicina militar de emergencia nacía durante la guerra de Crimea en la década de los 1850, de la mano de Florence Nightingale quien, por vez primera, organizaba en la enfermería los soldados heridos. Ella, con mano de hierro, organizaba miles y miles de heridos que entraban y clasificaba las muertes por colores: Azul; número de muertes causadas por enfermedades infecciosas, rojo: muertes por heridas y negro: muertes por otras causas.
Una década después, durante la guerra civil de Estados Unidos, la cantidad de heridos y muertos ascendía a miles al día por la introducción de ametralladoras, artillería eficaz y por el estilo tradicional de enfrentar al rival espalda recta. Soldados heridos quedaban horas o días a merced de su propia muerte. El doctor Letterman, por orden directa de su general, empezaba la clasificación de los heridos por gravedad. Los primeros auxilios introducidos era toda una novedad. Con anestesiología se ponían bases a medicina militar de emergencia.
Durante la segunda guerra mundial, por ejemplo, Alemania y EEUU tenían medios parecidos para tratar los heridos pero con unos objetivos diferentes. Los tratamientos alemanes estaban enfocados para devolver los heridos tan rápido al frente como era posible. En el lado estadounidense, las curas de heridas eran más exhaustivas, más completas sin importar el tiempo en el que el soldado en cuestión podría volver al combate.
Hoy en día, con lo que en inglés se llama Golden hour, «la hora dorada» se refiere al crucial factor tiempo. Se calcula que muchos se salvan o perecen en los primeros 5 minutos después de herir gravemente. Por eso la atención sanitaria tiene que ser inmediata. Si un herido está atendido por ejemplo quirúrgicamente dentro de una hora desde que se ha producido la herida, el porcentaje de supervivencia es un 98%, independientemente de la gravedad de la misma.
Los hospitales militares de campaña tienen casi la misma capacidad que cualquier hospital civil para tratar heridos, eso sí, subrayando la prioridad de cirugía, porque la cantidad de heridos en estado crítico pueden ser muchos y repentinos, de igual manera que en una catástrofe civil.
Con equipos completos aerotransportados, con equipamiento de UCI se puede empezar a tratar al herido al mismo instante que le traen al helicóptero: Monitorización de las funciones vitales, suero, transfusión de sangre, oxígeno, RX, detener hemorragias. No siempre se cumplen estos ideales en el campo de batalla. Lo normal es que faltan material, médicos y que hay que improvisar sobre la marcha en unas condiciones austeras. En esas circunstancias se ponen a prueba la verdadera capacidad del personal.
Los heridos se pueden clasificar en tres categorías: La primera es de emergencia y la necesidad de tratamiento inmediato para salvar la vida de un soldado. La segunda es la prioridad de urgencia, que incluye muchas veces la necesidad de largas operaciones cuáles pueden esperar sin que se les peligre la vida. La tercera categoría tiene la prioridad mínima incluyendo heridas menores, por ejemplo, abrasiones o pequeñas fracturas.
En la actualidad ya hay unidades de soldados que llevan un chaleco que monitoriza sus funciones vitales y pueden llevar instrumentos de cirugía y anestesia. Eso permite a un soldado, previamente instruido, de cualquier unidad a operar a sus compañeros, dirigido directamente por un cirujano desde una base a centenares o miles de kilómetros usando la cámara en el casco de quién opera. En un hospital de campaña pueden tener una máquina de imágenes de última generación cuál es capaz de realizar un chequeo completo con un diagnóstico correspondiente del paciente.
Al último instante es una carrera constante entre la maquinaria bélica cada vez más destructiva y la creciente capacidad médica y quirúrgica de salvar vidas.
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