Rafaelillo (de grana y oro), ovación y ovación.
Manuel Escribano (de grana y oro), oreja tras aviso y oreja con otro aviso y dos vueltas al ruedo.
Borja Jiménez (de lila y oro), ovación y oreja.
De las cuadrillas destacó Álvaro Oliver.
Abrió plaza un ejemplar largo y vareado con un pitón derecho de mucho preocupar. Se lució Rafaelillo al recibirle a la verónica pero el animal acabó comiéndole terreno y desarmándole. Se le dio duro en las dos varas que tomó y llegó a la muleta tobillero, corto y revolviéndose con presteza. Su matador se fajó con él, buscándole las vueltas e intentando sacar de cuando en cuando algún muletazo lucido y esquivar los achuchones de un toro que no se entregó nunca.
Salió corretón y pegajoso el cuarto, también con cierta blandura, perdiendo las manos en los primeros tercios y en el inicio de la faena de muleta. Trató de afianzarle Rafaelillo, llevándole a media altura y sin apretarle por bajo pero sin resultado positivo.
El segundo tuvo mucha alzada y echó las manos por delante ya de salida. Se hizo aplaudir Escribano al banderillear y le sacó pronto a los medios para firmar un trasteo de no poco esfuerzo en el que poco a poco, sobre todo por el pitón izquierdo, logró dejar muletazos largos y templados, aguantando también, valiente e impávido, algún que otro hachazo ya en el tramo final de su faena.
Volvió a gustar poniendo banderillas al quinto, ahora en un tercio laborioso y con apreturas. Tras brindar a la policía, en el 200 aniversario de la fundación del cuerpo, se dobló con eficacia en el tercio antes de llevarlo a los medios para torear con templanza y limpieza, si bien con intermitencia y altibajos, a un toro que tuvo fijeza y nobleza pero que tampoco permitía alegrías, levantando los pies del suelo a su matador en el tramo final del trasteo. Se tiró a matar a ley y dejó un estoconazo fulminante que le valió la puerta grande y una buena bronca al presidente por no conceder la segunda oreja.
Borja Jiménez, que se presentaba en esta plaza, se estiró a la verónica al saludar al muy bien presentado tercero, con el que se mostró muy firme y asentado, bajando la mano y llevando sometido a un toro que humilló y obedeció pero que no admitía dudas ni distracciones. Se precipitó al entrar a matar y se diluyó la posibilidad de premio.
Empujó en varas el sexto, que también sacó buen fondo y tuvo mejor son. El de Espartinas se empeñó en torear muy cerca y eso mosqueó al animal. Cuando le dio distancia y sitio su toreo fluyó. Aunque se percató quizá demasiado tarde.
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