Un fracaso de clamor para ambos ganaderos pero, así funciona el mundo del figureo. Y dentro de todos los males, al final, el último de la tarde ha sido un animal encastadísimo y fiero que, se ha llevado por delante todas las ilusiones de Paco Ureña que, tras una espeluznante cogida en la que ha resultado con una lesión en el hombro, bastante ha hecho que, tirando de épica, tras la voltereta se ha sobrepuesto como malamente ha podido y lo ha matado de una estocada. Le han dado una oreja para premiar su valor, su épica y su sentido de la responsabilidad por aquello de estar en Madrid pero, no es menos cierto que ese triunfo no le servirá para nada. Desde aquí le deseamos al torero una pronta recuperación. En su primero, un animal protestado por falta de trapío y, más tarde, por su falta de fuerzas no ha podido lograr nada reseñable salvo su tremenda voluntad.
Manzanares ha estado voluntarioso frente a un manso de verdad; vamos que, le presentaba la muleta y el toro buscaba la calle Alcalá con desmedido ahínco. Decepción al más alto nivel para el torero pero, de forma muy concreta para los aficionados que, ilusionados, esperaban algo más del alicantino. En su segundo, tras los cambios de los toros anteriores, el animal tampoco tenía fuerzas ni alma para embestir. Otro fiasco en toda regla. Corrida de expectación, ya se sabe, corrida de decepción y pobre del que se ilusione cuando toreen las figuras. La desdicha está servida.
El toro más franco, por aquello de la nobleza, ha sido el primero de Alejandro Talavante que, en honor a la verdad ha conseguido muy buenos muletazos pero, ciertamente, no deben de haber sido tan buenos cuando nadie ha reparado con su faena. Al toro le faltaba trasmisión, fuerzas, casta y bravura y, a Talavante, alma. Su segundo parecía pero no ha sido. Otro petardo de estrépito.
Como decía, la emoción la ha puesto Paco Ureña en el último de la tarde que, como si fuera de otra reata, el animal era dueño de una casta y fiereza para recibir al escalafón entero de toreros. Se le veía la disposición a Ureña pero, en la tercera serie el toro le ha prendido en una voltereta de tintes horribles. Como dije, además de la paliza se ha lesionado el hombro izquierdo y, pese a todo, ha matado al toro de una estocada. La conmoción en los tendidos ha sido suficiente para que se le pidiera una oreja para premiar su valor sin cuentos y esa disposición que solo la tienen los que tienen hambre de triunfos.
Como dije, el triunfador total, como tantas veces, ha resultado ser Antoñete porque, todo el mundo nos hemos acordado de las grandes faenas del maestro de Madrid y, ante esos recuerdos, cualquiera se emociona. Que Dios le tenga en la gloria al maestro mientras que, nosotros, pobres mortales, seguimos disfrutando de su leyenda y, lo que es mejor, sus obras que han quedado enmarcadas para siempre, el las videotecas del mundo.
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