Festejo a la postre justificado sólo por la buena maña de Ferrera con la muleta frente al cuarto, y el arrojo de Escribano en las largas cambiadas y los variados y certeros pares de banderillas en los dos de su lote. Y contaría la disposición de Escribano si no hubiese sido por la supervaloración del tendido, coreando un trasteo más bien vulgar, en el quinto, con ruidoso fonde de olés fáciles, sin mucho sentido. A Garrido, que hizo lo mejor, a pesar de todo no se le valoró como hubiera sido justo.
Y desde luego, para terminar de subestimar la función, culpar también al ganadero, cuya corrida lució por debajo de los mínimos.
Lo más llamativo de Ferrera en el que abrió plaza fue su capita de Cenicienta, dicho en un impropio diminutivo puesto que aquello era más grande que el telón del Circo Price; sin embargo, le encaja el apelativo por los luminosos colores en el anverso y el reverso de la tela, absolutamente lacia, sin ningún apresto. También son ganas de llamar la atención. Nada relevante tuvo su primer trasteo dado quel "adolfo" se le metía por abajo avisándole de que no estaría por la labor, de tal manera que Ferrera estuvo menos que breve, tomando enseguida la espada para matar, también de forma horrorosa. Muy protestado el cuarto por blando, que perdió varias veces las manos en el caballo, no obstante, quiso mucho el toro en la muleta. Y la toreó Ferrera por momentos con suavidad y buen gusto, acompañando con la cintura. Lástima que el toro fue perdiendo fuelle, hasta desinflarse, y aún así duró el entusiasmo de la gente por unos naturales espaciados de cierta pureza. Pero la espada tiró el triunfo por tierra.
Escribano, todo voluntad, se fue a toriles en su primero para una larga que hubo de resolver levantándose. Puso él mismo banderillas con acierto y desahogo. Con la muleta no llegó a nada porque el toro se negó por los dos pitones, y bien que lo intentó Escribano. Nuevamente a chiqueros en el quinto, otra vez las consabidas banderillas y el arrojo con la muleta, empero sin resolver gran cosa en lo artístico. La gente, qué raro, vivió aquello con desatada pasión. Quizás por el susto tremendo de una voltereta a mitad de faena. Sin duda, hoy el público de Madrid era otro. Y gracias al presidente, denegando la oreja, aquello no se salió de madre.
Garrido no tuvo opciones en su primero, un pozo sin agua. Los intentos de faena, necesariamente pocos, y menos que aparentes. El último fue el único toro claro del envío, que metió bien la cara en el engaño, acudiendo al primer cite, desplazándose largo y repitiendo. Garrido lo toreó con garra y a veces también buena apostura. Hubiera cortado la oreja si no es por la pésima colocación de la espada.
FICHA DEL FESTEJO.- Vigesimocuarta de Feria. Tres cuartos.
Toros de Adolfo Martín, bien presentados, pero de escaso juego. Muchos pitones, pocas fuerzas y, salvo excepciones, escasa casta. El peor presentado, pero de mejor juego, el sexto.
Antonio Ferrera: pinchazo y bajonazo (silencio); y dos pinchazos, estocada y descabello (ovación tras aviso).
Manuel Escribano: estocada rinconera (leves palmas que pasaron a ser división al saludar); y estocada trasera y caída, no obstante, de efecto rápido (vuelta tras petición).
José Garrido: estocada desprendida (silencio); y bajonazo (ovación al despedirse).
En cuadrillas, saludaron Ángel Otero y Víctor Manuel Martínez tras banderillear al cuarto.
De acuerdo en todo, incluso en la vulgaridad de la faena de Escribano que tanto encandiló al público. Pero la oreja, que yo no pedí, debería haber sido reglamentariamente concedida, el presidente incumplió claramente el Reglamento. Me quedo con el toreo de Ferrera al cuarto y el de Garrido al sexto, y me quedo también con este sexto toro.
ResponderEliminarCrónicas versadas y justas. Viva juanmiquelico !!!
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