jueves, 6 de junio de 2024

'San Isidro'.- La de la Prensa (sea eso lo que fuere) con Victorino, para Paco Ureña y Borja Jiménez, en tarde aciaga para la lidia. Márquez & Moore


Victorino con marquesa

"...Siempre es motivo de ilusión en Madrid, su Plaza, la corrida de Victorino y máxime viniendo del corridón que echó el año pasado, también en Corrida de la Prensa, también mano a mano: hoy Paco Ureña y Borja Jiménez y hace un año Paco Ureña y Emilio de Justo..."


JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Segunda entrega del «triduo de Albaserrada» en la tarde de hoy, en la que se programó la corrida de toros de Victorino Martín, enmarcada dentro de la Corrida de la Prensa, que está dentro del abono de San Isidro, por lo que al parecer cuenta como corrida de Feria. Con la presencia de S.M. el Rey y la ausencia del chisgarabís del antitaurino señor Ministro de Cultura, que discrimina a los aficionados a la Tauromaquia al poner su moral -que él considera superior- por encima de la nuestra, se aprestaron una tarde más don Francisco Javier González y doña Rocío López a regalarnos su exhibición de alta monta a lomos de sus caballos tordos, e ignoramos si el señor Ministro de Cultura, desde su referida superioridad moral, considerará a los equinos como seres que viven esclavizados y cuya monta supondrá, para él un maltrato continuo y permanente. 

Por cierto, y al hilo de la presencia en la Plaza de S.M., ya podían haber quitado el popurrí de banderas que tienen colgadas con esa variedad de colores que van desde el blanco, con lo que la bandera de España se transforma en la del Perú, hasta el amarillo subido. Cincuenta metros de bandera de poliéster tienen un coste de 2,20 €, por lo que decorar la Plaza adecuadamente con unas banderas dignas no precisa de un presupuesto especial que arruine las arcas de la Comunidad de Madrid, sino ganas de hacer las cosas bien y salir de la caspa y la cochambre tan propia del mundo este de los taurinos. El señor Abellán, Gerente del Centro de Asuntos Taurinos, en sus constantes paseos por el callejón de todas las tardes, en los que siempre se coloca fuera del sitio que debería ocupar, podría echar una mirada al aspecto cutre y descuidado que presenta la Plaza con esas colgaduras descoloridas y ajadas.

Siempre es motivo de ilusión en Madrid, su Plaza, la corrida de Victorino y máxime viniendo del corridón que echó el año pasado, también en Corrida de la Prensa, también mano a mano: hoy Paco Ureña y Borja Jiménez y hace un año Paco Ureña y Emilio de Justo.

La corrida podríamos decir que ha contenido dos medias corridas distintas: por un lado la de los tres primeros, marcada por la incertidumbre, las aviesas intenciones y la malicia, y la segunda, en un tono de menos agresividad que, en cierto modo, daría continuidad a la de José Escolar del día precedente. Seis toros de óptima presentación y cuajo, de cabezas asaltilladas, cinqueños, serios y con arrobas, castigadísima ferozmente por los del castoreño, que ya podían darle otro nombre al sombrero ése, porque nadie ya tiene un sombrero hecho de castor, bastante mal bregada y peor banderilleada, y no seguimos porque va a dar la impresión de que todo lo malo que sacaron los toros fue provocado por la incompetencia que les rodeó durante sus ratitos de vida pública. 

Hoy nos recordaba el programa oficial que se cumplían 28 años del encuentro de Luis Francisco Esplá, que estuvo presente hoy en la Plaza, con aquél Poleo de Cuadri, y con ese recuerdo echábamos de menos el orden en la lidia que siempre procuraba el Bambino, la acertada dirección, la correcta colocación de los actuantes, la atención a los diversos lances que se pudieran producir, en una tarde aciaga como la de hoy en la que se ha visto al peonaje descolocado, sin acudir a quites, echando literalmente a los toros contra las faldillas guateadas al relance, sin la más leve atención a dónde caía la pica. A José Luis Barrero en el segundo le tuvo que hacer por dos veces el quite in extremis el sobresaliente, acosado a la salida de los pares, a Agustín de Espartinas también tuvo que hacerle el quite el sobresaliente a la salida de la tercera de sus entradas, la brega de Vicente Varela al sexto, casi veinte años como peón, fue como para mandarle de vuelta a la escuela; el elenco de pasadas clavando una banderilla fue larga: Agustín de Espartinas, Vicente Varela, Azuquita, Curro Vivas, Juan Sierra, Gómez Pascual, y también la de las pasadas en falso: Azuquita, Varela… Con esto ya se ve que el orden del segundo tercio fue más bien un desorden o, si se quiere, un decalzaperros Y en el primer tercio lo mismo, pero desde la impunidad de estar subido a un jaco forrado de guata: Cristian Romero picando de cualquier manera, marronazo de Juan Francisco Peña pegando luego con toda la saña que le salió del brazo, lanzazo en los bajos de Barroso y, cuando el toro empuja en la segunda, tapar la salida para pegar a modo y, como gran final, la saña de Espartaco con el sexto, con previos lanzazos traseros. En suma, la negación del orden que sería deseable para que los matadores pudieran llegar al tercer tercio con la mínima seguridad de que en los dos anteriores no se habían acrecentado las inciertas condiciones de los toros.

El primero de los de Paco Ureña, vestido de rosa y oro con cabos blancos, como el año pasado, fue Matacanes, número 58. Ureña se pone a torear en los medios y al tercer muletazo el toro le hace tres cornadas al aire en una, que si le llegan a agarrar de pleno, le desguazan. A partir de ahí Ureña se queda bastante descolocado, lo cual no es extraño tras el sobresalto, y tras la percepción de que el toro se había orientado perfectamente sobre la existencia de Paco Ureña en sus cercanías, incierta condición que se fue incrementando a medida que el torero intentaba trazar sus muletazos, por lo que Ureña decide acabar su labor con un metisaca perdiendo la muleta, otro sin perder el engaño, una estocada entera y atravesada que provoca un violentísimo arreón del toro al sentirse herido, un aviso, cinco descabellos, otro aviso y luego otros tres hasta que el toro cae. Somos cuatro los que aplaudimos al toro cuando se lo llevan las mulas.

Borja Jiménez, verde botella y oro con cabos blancos, sorteó en primer lugar a Garañuelo, número 78. Jiménez no duda en irse al toro y plantearle vigorosamente su faena sobre la mano derecha, encontrando más enganchones de los deseables. Luego, cuando le consiente al toro y le baja la mano, viene otra serie más firme y de mayor emoción y otra después. El toro busca y a veces gazapea y no se entrega al torero, manteniendo su entereza a lo largo de la faena y a veces resolviendo la pugna a cabezazos. 
Con la izquierda Borja Jiménez ensaya una lidia sobre los pies, pues el toro no acaba de pasar por ese pitón. Emocionante pugilato del encastado toro y el torero dispuesto a dar la pelea, finalmente de uno en uno. La pugna se resuelve a base de un pinchazo, una media lagartijera, un aviso y siete descabellos. Ovación para el toro en el arrastre.

Y como Ureña anda el hombre de zocos en colodros ahí tiene a Japonés, número 25, en la arena, largo y asaltillado, que recibe aplausos al salir a escena. Brinda al público y tras un inicio algo embarullado en el que el toro le engancha el engaño, viene la incertidumbre de las embestidas de este Japonés que lo mismo se tragaba el muletazo que se quedaba corto avisando. Se tragó tres por la derecha con Ureña muy bien colocado y el resto fue toreo de sobe, sin renunciar a la colocación y con mucha labor hecha en los medios, que eso también puntúa. El resultado puede decirse que es un empate técnico entre el toro y el torero que recibió el ya clásico aviso antes de dejar una estocada hasta la gamuza de efecto fulminante que tiró al toro redondo y sin puntilla. Una vuelta al ruedo fue la justa recompensa a su indisimulado esfuerzo. Aplausos para el toro.

Con Japonés terminó la primera media corrida. La segunda mitad la estrenó Corretón, número 89, badanudo y de cinco años largos, fue el más flojo de la tarde, víctima del tercio de varas de Peña, que ni monta ni pica. Se fue apagando el toro según pasaba el tiempo entre sus sosas medias arrancadas y Borja intentó sacarle algo de uno en uno a este toro de recuelo y luego más de uno en uno, alargando la cosa más de lo debido y soliviantando a parte de la afición. Con una estocada caída y un descabello despachó a este Corretón tan parado.

El último de Ureña fue Matacanas, número 10, al que recibe por verónicas gustándose. Tras el desastre de las varas y de las banderillas, se va al 7 e inicia por bajo su trasteo en un torero inicio dando la impresión de que el toro se raja. Entonces Ureña se saca el toro a los medios donde le receta una entonada serie a derechas. Cuando se mete con el toro y se coloca, el toro le responde, pero cuando se alivia y está más despegado, el toro no circula. En cualquier caso la condición de Matacanas es la de meter la cara en el cite y salir distraído del pase, cualquiera de los Escolar de ayer lo hubiera firmado. En un momento del largo trasteo el toro se desentiende y el torero, con un gesto, hace ver que no merece la pena seguir. Se va a por la herramienta toricida y tras oír un aviso, receta una estocada baja que el toro escupe, un bajonazo y otra estocada. Luego el toro se echa y se levanta y con un descabello termina con él.

La disposición a acudir al caballo del sexto, Misterioso, número 21, se encontró con la decisión de Espartaco de machacarle. Para uno que pusieron de largo y acudió por dos veces, se tuvo que encontrar con la trituradora. Por hacer honor a la verdad, resaltaremos el gran par que dejó Juan Sierra en la primera de sus entradas. Hay quien piensa que se equivocó Borja Jiménez en la distancia, pero el toro demuestra en seguida que no quiere muleta ni de cerca ni de lejos y, además, cuando el torero trata de exigirle, protesta y se pone revenido. Imposible proseguir, por lo que Jiménez, tras un pinchazo, le pega un tremendo bajonazo que pone punto final a la corrida.

ANDREW MOORE

















FIN

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