Pamplona. Daniel Luque. Fotograma OneToro
Luque y Talavante ovacionados doblemente por muy distintas razones. Ortega una vez. Pusilánime encierro de Domingo Hernández...
Luque cruza espadas
Jorge Arturo Díaz Reyes
CrónicaToro/Cali, VII 11 2024
“Hay tardes en que se cortan las orejas. En esta no, pero me voy muy tranquilo conmigo mismo”. Dijo Daniel Luque tras jugársela toda y matar al ofensivo y avieso quinto. Y lo dijo con razón y con derecho.
No cortó las orejas porque puso una espada en guardia al tercero, que se la pidieron con fuerza y bronca contra usía. Quizá incitados por las dos que concedieron ayer a un espadazo bajo. Pero don Koldo Martínez Urionabarrenet que presidía, con barba y chistera, no se prestó a tamaño disparate. Y había que ver cómo le criticaban taurinos de pro en el callejón por no obedecer al público. ¡Y con un palmo de espada asomando por los costillares! ¡Vamos! Y además, tampoco se llevó pelo el de Gerena porque tras épica batalla con el cornalón enorme quinto, le pinchó y oyó aviso antes de la soberana estocada con que lo derribó. Por eso nada más.
Sin embargo, sus dos faenas a toros muy distintos, (la corrida fue muy desigual) merecen respeto. “Genovés” el uno, colorado, vareado en sus 525 kilos, noble pero flojo, al que apenas mostró el capote con un magro lance a la chicuelina entre los roces con la puya que le dio “El Patilla”. Pasó a manos de Iván García que puso los pares máximos de la corrida y de Arruga que no desentonó. Montera en los medios y el trastabillar del flojo, musicalizado para más pena, encontró en la muleta una comprensión, casi un paño de lágrimas que acompañándolo con mimo samaritano le ayudaba a sostenerse sobre las cuatro patas. Y lo sorprendente no fue eso, sino que logró halarlo en seis derechas, cambio de mano, ayudado bajo y pecho. Si una de las razones de ser del toreo es corregir falencias, aquí se cumplió. La revitalizadora brega obró y se fue por tandas largas increíbles e incluso a un epílogo de arrimón de tu a tu que no pareció ya el abuso de un convaleciente por un torero en superioridad, sino el desafío a la cogida. Bueno, ya dijimos, luego vino el asunto de la espada.
El otro, el quinto. Un torazo. Negro, alto. Cuatreño sí, pero de casi 600 kilos y con un velamen que ya lo hubiesen querido las carabelas de Colón. Encima con un genio e incertidumbre miedosos. Se llamaba “Ostentoso”. Blandeó en el primer tercio como toda la corrida, pese a que Jabato hijo, casi no le picó (como a toda la corrida). Poder intacto. Contreras y Arruga pasaron trabajos para meter lo brazos por entre de toda esa leña. En la primera tanda de acomodo, cayó de nuevo. Y el trasteo de a uno en uno para arriba, evitando las cabezadas defensivas no perdió temple ni eficacia. Poco a poco el equilibrio se fue reestableciendo, aunque no sin disipar las incertidumbres de las acometidas y los calamocheos peligroso.
Entonces Luque le pisó el terreno, aguantó, se afianzó en él, mandó y logró ligar primero cuatro derechas en redondo, molinete y pase de pecho en la mismísima carota. Y luego cinco más que dejaron al malgeniado y al público súpitos. Una machada, sí, pero torera, torera. Lo demás fue cantar victoria en un arrimón de los que calan en Pamplona y disgustan a los y a las nerviosas. La fuerte ovación en el tercio dijo de nuevo que con o sin la o las orejas, Daniel contaba con toda la consideración de la plaza.
Talavante, el ubícuo Talavante, mis respetos a su apoderado. Se puso rocambolesco, arrodillado y espaldista, pese a que hace unos meses cuando le preguntaron por Roca Rey contestó que le era indiferente. Hoy pareció todo lo contrario. Pero cuando no se torea como se es (Belmonte), sino como son otros, las cosas no llegan al alma. Y así, abundó en pases y pases y pases… sin conmover más allá de la banda y los nostálgicos que recuerdan su juventud desafiante de impertérrita quietud neo ojedista.
Eliminó al primero, dócil y soso, con una espada caída, suelta y tarda. Su producción muletera se multiplicó con el inexpresivo cuarto, único cinqueño de la tarde. Postrado, de pie, por delante por detrás, arriba y abajo, por un lado, por el otro, arrucina, desplante y una afortunada estocada desprendida al encuentro.
Juan Ortega, debutaba. Manso remolón el uno y blando defensivo el otro. La diferencia del trianero, es su exquisita creación estética y cuando toros como estos le obligan a privilegiar la lidia sobre el arte, luce también pero no al nivel de lo que la gente anhela. Entonces, como sucede con los toreros de su estirpe, hay que resignarse con los aromas. La majeza del trincherazo, la lentitud del natural, la apostura de la verónica... Porque para lo demás, para bregar no se necesita ser un tocado por las musas. Eso pasó de nuevo hoy. Decoroso, esforzado, y honrado en su presentación, ofició sus dos faenas. Una la terminó con un pinchazo y un estocadón y la otra con pinchazo, estocada delantera y descabello quirúrgico. No produjo el éxtasis, pero aún así siempre da gusto verle.
Seis toros de Domingo Hernández; cinqueño el 4º, 558 kilos promedio, dispares, flojos, dóciles y desrazados. No es el toro de Pamplona.
FICHA DEL FESTEJO
Pamplona. Jueves 11 de julio 2024. 7ª de San Fermín. Sol. Lleno total. Seis toros de Domingo Hernández; cinqueño el 4º, 558 kilos promedio, disparejos, flojos, bajos de raza.
Alejandro Talavante, saludo y saludo
Daniel Luque, saludo tras aviso y saludo tras aviso
Juan Ortega, saludo y silencio.
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