jueves, 22 de agosto de 2024

Bilbao. 4ª de las Corridas Generales. Un limpio triunfo de Emilio de Justo / por Barquerito / Fotografía Andrew Moore

Faena impecable con el mejor toro de una corrida de Núñez del Cuvillo falta de chispa y trapío.

4ª de las Corridas Generales
Un limpio triunfo de Emilio de Justo

Barquerito 
COLPISA/Bilbao, 21 ago. 2024
4ª de las Corridas Generales. 4.500 almas. Templado, soleado. Dos horas y veinticinco minutos de función.

Seis toros de Núñez del Cuvillo.

Sebastián Castella, palmas y ovación. Miguel Ángel Perera, aplausos y saludos tras un aviso. Emilio de Justo, una oreja y ovación.

Castella, herido en el glúteo. Cornada de 12 a 15 centímetros.

NO FUE LO QUE se ha llamado de siempre una corrida de Bilbao. Por falta de trapío se protestaron dos toros, un primero anovillado y un tercero de excelentes hechuras, el toro bonito que se tiene o tenía por el llamado toro de Sevilla. Este tercero, apenas picado, un picotazo y un refilonazo, fue, por su son, nobleza y entrega en la muleta, el toro de la corrida, En cuanto empezó a embestir y a dejarse ver, pasó al olvido la primera censura,  y el toro acabó siendo aplaudido con fuerza en el arrastre. 

La segunda mitad sí se acercó al patrón del toro de Bilbao. Un cuarto de espectacular pinta melocotón, cinqueño, muy cargado de carnes, alzado, con plaza; un quinto más ofensivo que los demás que hizo salida de bravo; y un sexto cárdeno carbonero, corto de manos, ancho y badanudo. El cuarto fue el toro más potente de los seis y el único que no llegó a descolgar. Su punto de violencia le dio un aire distinto al de los demás. Aunque primero y sexto se encelaran en el peto de picar tras un segundo viaje al caballo, la corrida toda fue en varas de pobre nota. Del patrón toro de Bilbao había dejado muestra visible la corrida de Fuente Ymbro jugada la víspera. Las comparaciones, inevitables, cayeron por su peso. 

De los tres toros que, como conviene al estilo propio de Cuvillo, descolgaron y humillaron en la muleta, el primero lo hizo con el brío justo, el tercero hizo los honores a la mejor rama de la ganadería y el  quinto que solo vio muleta pecó de exceso justamente por eso. Castella se embarcó con el primero, el toro más sencillo de los seis, en un trasteo largo y monocorde, pautado en series idénticas, recibidas sin frío ni calor hasta que en la séptima tanda y en la octava se escucharon pitos censores que castigaban la faena por plana. Una estocada trasera. Con el toro aculado en tablas, al intentar descabellar, Castella se vio arrollado y volteado muy feamente. La cogida por sorpresa en arreón inesperado. Se echó el toro mientras Castella pareció dolerse. Llevaba una cornada de diez a quince centímetros en el glúteo. Antes de arrastrarse el toro, pasó por su pie a la enfermería. De ella salió en el tercer toro con un aparatoso vendaje en la taleguilla. A la enfermería volvió tras el arrastre del quinto toro porque había renunciado a ser operado antes.

Perera, recibido con una ovación, convaleciente de una doble fractura de costilla todavía en tratamiento, moldeó y moduló las embestidas rebrincadas y punteadas del segundo toro, que protestó en el caballo más que ninguno, y se fue apagando a medida que Perera lo iba sometiendo. Sometido y justo de fuerzas, se paró el toro. Perera liquidó de estocada desprendida. Se tuvo la impresión de que no estaba en la mejor condición física, aunque la quietud sea una de las razones mayores de su toreo.

Tras pasar de visita por el caballo, el tercero se espabiló en banderillas y ya no paró. Emilio de Justo abrió trasteo andándole y cambiándole de mano hasta llegarse a los medios, donde vino a ser casi entera una faena de sobresaliente firmeza, encarecida por la ligazón -ni una sola baza perdió pasos-, abundante -tandas de cuatro y hasta cinco, y el remate de pecho al hombro contrario- y técnicamente impecable. El toro, metido en la muleta, traído por abajo. Autoridad, buen gobierno. Las tres últimas tandas con la izquierda fueron, a toreo enroscado, lo más logrado del trabajo, que concluyó con un desplante frontal genuflexo. Como la faena fue larga, costó cuadrar al toro. Una estocada del repertorio propio. Un limpio triunfo. 

A pesar de estar herido, Castella se empeñó en cargar con el peso de la lidia del cuarto, que no quiso caballo, Un farragoso primer tercio de desgaste para el torero, pero no para el toro, que arreó y se dolió en banderillas. Castella, sorprendido en un arreoncito cuando iba hacia los medios para brindar, abrió en la distancia, se sujetó y le bajó la mano al toro en dos primeras tandas reunidas. Algo bruscos los muletazos sin vuelo por la mano diestra. Por la siniestra sacó el toro su fondo violento. La solución final fue una especie de arrimón o cuerpo a cuerpo de menor cuantía. Una estocada al salto perdiendo el engaño.

Perera sorprendió a todos en la apertura de faena con el quinto, que brindó en señal de confianza. De rodillas en el tercio, casi los medios, dejándose venir de largo el toro para una tanda mixta de cambiados por la espalda y muletazos por alto en la suerte natural, un ovillo y el de pecho. Órdago. Dos tandas rehiladas en redondo -el toro, sin ser pegajoso, no se soltaba- y una con la zurda muy despaciosa. Luego, se acumuló el trabajo. Perera buscó redondear el alarde del circular inverso sin éxito. Dos pinchazos y una entera. Lo sacaron a saludar.

El sexto, el toro carbonero tan distinto, lidiado sin criterio, celoso antes de banderillas, siempre a su aire, ajeno, fue en la muleta distraído, al paso, ni un solo galope, desgana absoluta, amagos de huida. De Justo lo toreó sin artificios, obró el pequeño milagro de meterlo en el engaño, se estuvo firme con él y puso lo que no puso el toro, Un toro demasiado manso. Una estocada

Fotografía: Andrew Moore

















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