'Lo primero que hay que tener claro es que el Progresismo ya no tienen nada que ver con el progreso, algo de lo que todos somos partidarios. Hoy el «progreso» no es más que la piel de cordero de unos desalmados a los que solo les interesa entrar a formar parte de la elite del Globalismo, fase terminal del Progresismo.'
El Progresismo ya es la peste de Occidente
Las próximas elecciones estadounidenses son vitales
Luis Riestra Delgado
En estos tiempos de algoritmos, de persecución de los verdaderos opositores y de cancelación de la disidencia, de quienes están contra el pensamiento dominante, en que ni siquiera encuentras en los buscadores tus propios artículos publicados y en que los «youtubers» te advierten que ciertas palabras no se pueden decir cuando te invitan a sus programas, es cuando menos arriesgado calificar al Progresismo de «peste», y no digamos si aún está reciente la pandemia, que estaba clara en diciembre de 2019 pero se postergó su lucha hasta después del 8M. Así son los tiempos del fango progresista.
Muy probablemente, la principal razón por la que hemos llegado a esta intolerable situación es porque no se entiende qué es realmente el Progresismo, así que empezaremos por ahí, haciendo un resumen de un tema al que he dedicado varios estudios.
Progresismo no es progreso.
Lo primero que hay que tener claro es que el Progresismo ya no tienen nada que ver con el progreso, algo de lo que todos somos partidarios. Hoy el «progreso» no es más que la piel de cordero de unos desalmados a los que solo les interesa entrar a formar parte de la elite del Globalismo, fase terminal del Progresismo.
Ciertamente hubo partidos verdaderamente progresistas, sobre todo en el siglo XIX y, ya entrado el XX, debe recordarse el fundado por Theodore Roosevelt (también intentaron asesinarle), con quien se compara a Trump y al que hubiéramos podido derrotar en Cuba de no quedarnos sin munición. Detestado por el Establishment funda el Partido Progresista (Trump no cometió ese error) que prometía reformas para corregir los excesos del Liberalismo (orden y zeitgeist anterior al actual Progresismo) que luego copió Franklin D. Roosevelt, uno de su casta, tras el Crack de 1929, como hizo con las reformas de los gabinetes liberales británicos. Lo del copia y pega parece algo muy progresista y algunas manipulaciones económicas del (¿presunto?) doctor Sánchez y su equipo parecen graves perversiones de mi trabajo sobre ciclos económicos o sobre demografía y demanda efectiva.
Tengámoslo claro, cuando ellos hablan de «Progresismo», a lo que realmente se refieren es a ir «progresivamente» al Socialismo, que es el credo de los fabianos; es decir, quieren lo mismo que los comunistas pero poco a poco, no de forma violenta. Esto explica en parte el buen «rollito» de Bachelet y ZP con Maduro o de Sánchez con Delcy-cuarenta-maletas, con Eta, etc.; la otra razón es, obviamente, «¡la pasta!«. Si hay hambrunas y otros desastres demográficos por medio, como el nuestro, eso es secundario. Nada personal, solo son negocios.
Clubland y dominación progresiva.
Para entender a qué se refieren con «Socialismo», aparte de por sus obras, es condición necesaria conocer bien que es (o fue) la Sociedad Fabiana, cuyo escudo era, un lobo con piel de cordero, emblema que recientemente quitaron por razones obvias. Dicha sociedad, fue la creadora de la muy influyente London School of Economics and Political Science (ojo a sus egresados globalistas), o LSE, con su logo «red square», y del Partido Laborista del Reino Unido.
Una de sus musas y miembro destacada fue Annie Besant, promotora de la independencia de la India quien, en su libro «El Futuro Socialismo» (pueden leerlo Ustedes mismos en este enlace), de hace poco más de un siglo, además de explicarnos el Globalismo y sermonearnos, nos dice que seremos gobernados por una «aristocracia socialista» donde los votos no cuenten, pues si contaran, obviamente, no habría Socialismo (página 22, o 26 de la aplicación), que es una forma de decir que sus planes se imponen, como la Agenda 2030.
Obviamente, si los votos no cuentan, no hay soberanía nacional, no tienes país, ¡te lo han robado! y harán contigo lo que quieran, como vemos en España, que es su finca y nosotros su ganado. Consecuentemente, los «progresistas» son, por definición, unos traidores, como comprobamos a diario; podríamos poner muchos ejemplos de la UE y sus referéndums, voto por correo en USA (¿Y aquí?), elecciones chavistas, etc. Sobre el gobierno y las anécdotas de lo que hemos tenido que aguantarle a estos tunantes con ínfulas aristocráticas daría para llenar una biblioteca.
¿Y cómo han conseguido que los votos no cuenten? Eso nos lleva a un club gastronómico de los fabianos, el Coefficients (dining club), al que asistían personajes como Bertrand Russell, H.G. Wells o el conservador Harold Mackinder, cofundador con los fabianos de la LSE. Este último, mientras era asesor imperial británico en las negociaciones para el Tratado de Versalles, escribió «Ideales democráticos y realidad», donde propone que Europa sea gobernada por «organizadores». ¿Y quién y cómo se seleccionan esos «organizadores»? Por lo visto y comprobado, a través del sistema electoral proporcional de listas (listos y listillos) de partidos estatales, modelo que adoptó la Pax Americana a propuesta de sus «organizadores» europeos. Sin Mackinder y el Progresismo no se entiende ni el Globalismo ni la Pax Americana actual.
Psicopatías y destrucción nacional.
Una peculiaridad permanente y distintiva del Progresismo (también ocurre con el nacionalismo) es la coincidencia de personajes que eran insignes expertos en distintos campos, como el economista y fundador de la llamada «escuela austríaca» Friedircch von Wiesser, con verdaderos lunáticos, desequilibrados e ignorantes partidarios del gnosticismo y la magia como decisores de nuestras vidas. Tal fue el caso del vicepresidente Henry A. Wallace, que pudo suceder a F.D. Rossevelt a su muerte, y que unía a su condición de experto en temas agrícolas con ser un teósofo adepto a un mago con ínfulas tibetanas, famoso por portar una cajita con una piedra mágica, pero sospechoso de espiar para la URSS, potencia a la que Wallace era muy favorable; al menos, tras el escándalo y substitución por Truman, pidió perdón por su mala conducta. Este maridaje de chiflados perturbados y progres daría para otra biblioteca.
El proceso por el que el Progresismo substituye al orden y zeitgeist liberales, que venía del ciclo generacional anterior, encuentra su principal impulsor en la construcción del Estado federal moderno (hoy ya un monstro) de EE.UU. por Franklin D. Roosevelt, incluyendo su Estado profundo progresista, que Trump conoce muy bien y ahora, tras el atentado fallido y el comportamiento del Servicio Secreto woke, más todavía.
Posteriormente, con la Pax Americana, el modelo infeccioso se extiende al resto del mundo con una miríada de organismos (ONU, OMS, UNESCO, FMI, BM, UE, etc.), influyendo en los Estados nacionales, regiones y municipios, todo lleno de cargos no electos («los votos no cuentan», recuerden), usurpando la soberanía nacional, cargados de entes, ONGs, observatorios, grandes medios de comunicación y «etecés», todo tremendamente clientelar, con «organizadores» mezcla de tecnócratas fake y sociópatas cuando, no psicópatas, y hoy, estando todo (orden, zeitgeist y Establishment) en una degeneración extrema —tema que exploramos al ver el caso español—, con todos ellos parasitando y experimentando con la demografía —inmigración, educación, alimentos, industria, energía, salud, automóvil, consumo de drogas, etc.—, podemos decir que ya son como la peste de Occidente.
Unas elecciones vitales.
Tras el muy progresista fin de Biden (da igual lo que votaron las bases), la esperanza del Progresismo es Kamala Harris, señora conocida por promover liberar delincuentes y una desastrosa gestión como vicepresidenta, por comparecencias en que pareciera afectada por alguna intoxicación, que viene con apoyo económico record del Establishment, más 250 millones de dólares recaudados para la campaña de Biden. Además, como buena aristócrata progre y para nirvana de las Annie Besant de hoy y otras Charos, desciende de académicos woke y de la «élite privilegiada en la antigua jerarquía de casta del hinduismo» al servicio del Imperio Británico. De estos zotes he padecido unos cuantos. Los más patéticos son los lacayos y traidores españoles, con ansias «aristocráticas», que la apoyan desesperadamente porque temen que el efecto Trump les haga lo que ellos nos hacen a nosotros.
La solución de Trump-Vance para este cambio de ciclo generacional, del que es muy consciente Trump gracias a Steve Bannon, es primero que los votos cuenten, para lo que tiene un ejército de voluntarios que velará por la limpieza electoral y el respeto a la Constitución, transformado su partido, ha impulsado modificaciones legislativas para que los votantes se identifiquen (con la oposición de «demócratas» y grandes empresas, claro), buscará eliminar la inmigración ilegal (muchos votarán) y, en otras áreas, el «Proyecto 2025«, que incluye, una enorme poda del gigantesco Estado federal, a la que seguiría la de los organismos internacionales. Es un intento para rescatar a su nación y, en cuanto a las otras de Occidente, ellas verán, que bastante tienen con lo suyo; como mucho, apagarán fuegos en zonas muy críticas.
Tarde o temprano, en esta generación (20-25 años), habrá «reseteo» y, sin duda, Occidente se la juega en estas elecciones. Aparecen así cuatro escenarios: el reavivamiento de las naciones, el ciber-feudalismo de los «organizadores» de Davos, la sumisión al Islam o el caos general de un orden que se derrumba sin control. En todo caso, lo que no podrán evitar quien quiera que gane, es el problemón económico que se les avecina a corto plazo y que espero podamos tratar en otra oportunidad. ¡Feliz verano a todos!
Ciertamente, el único 'progreso' de estos miserables es la peste. Ojalá que en los EE.UU. la inepta Sra. Kamalaugh llegue a la derrota con todas sus sonrisitas socialistas e ideas degeneradas risueñas y wokistas --otra índole de terror. Como política da pena, como intelectual da vergüenza.
ResponderEliminar*Trump estorba*
ResponderEliminarCierto, un poco largo. Pero estamos en tiempo de asueto creo merece la pena leer este interesante artículo, q viene a dar una visión general de lo q nos pasa en Occidente. Algo perfectamente planificado, como vengo repitiendo, desde hace décadas. Nada es casualidad y nos ayuda a entender cómo nuestro mundo puede estar regido por títeres como Biden, Stoltenberg, von der Leyen, Trudeau, Macron o nuestro psicópata.
Para colmo erraron palmariamente con China. Ahora convertida en un nuevo polo geopolítico. Y para no sacar la pata, con la Guerra de Ucrania, provocada y mantenida por ellos, han forzado la alianza de Rusia. Unos grandes estrategas tiene el NOM. Y eso q paga bien.
Irán por Trump. Más ahora q ya sabe a lo q se enfrenta.
¡¡Dios salve a Occidente!!
Luis Ibáñez