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Hagan juego
Ignacio Ruiz Quintano / Abc
Hagan juego, y no decimos “señores” porque ya no sabemos si queda alguno en el fútbol. Pero, con o sin señores, hagan juego, que el fútbol español vive de los clásicos Madrid-Barcelona, y la ruina (aparente, como todo lo catalán) del Barcelona ha colocado al Atlético en la ocasión de pujar por hacer valer también los derbis Madrid-Atlético. Con los fichajes del Atlético, que parece tener perras para dejar de ser el “Equipo del Pueblo”, la Liga (no diremos de Tebas, porque te manda un burofax que es peor que pisar un chicle en un suelo de moqueta) intentará ofrecer al mundo, además de clásicos, derbis.
La llegada a Madrid de Mbappé, que ya está en manos de Pintus, creó tal sensación de superioridad (¡el abusón del patio!) que los adversarios lo recibieron con caras de amilanados, pero la Eurocopa (muy mal el francés) y unas “cerves” en las terracitas de Almeida excitaron en la capital los sueños del cholismo, que decidió tirar la casa por la ventana (¡treinta y tantos mil millones de las antiguas pesetonas!) con el noruego Sorloth y el argentino Julián Álvarez, alias la Araña, que, tras dos años de banquillo, ha dejado un dineral en la caja del City (comprado por 21 y vendido por 100). La operación es una exhibición de músculo financiero del Atlético, que, aparte Joao Félix, ya contaba con el entrenador mejor pagado del mundo. La cara fea del asunto es que, con ese presupuesto económico, el club ya no puede conformarse con perder los dos partidos ligueros con el Barcelona y quedar tercero en la Liga, que le hacían parecer su filial, ni con mover Roma con Santiago por una tarjeta amarilla a Ceballos (no a Vinicius: a Ceballos).
Simeone, por sus trienios (va camino de un lustro de los del ministro Urtasun, que son cincuenta años), encarna, como Ferguson, el ideal de un trabajo para toda la vida, algo mítico en esta época. Todos los jóvenes españoles quieren ser funcionarios para tener un trabajo para toda la vida. Franco dio la orden de terminar los Nuevos Ministerios del paseo de la Castellana el día que se desayunó con una viñeta de Mingote en la cual el guarda de la obra presumía de tener “un trabajo para toda la vida”. Los Nuevos Ministerios son un logro arquitectónico como el Bernabéu, pero sus vecinos no se quejan del gasto porque lo han pagado ellos. El español es de naturaleza envidiosa (pesar del bien ajeno), y se queja del Bernabéu porque lo han pagado otros, a los que ellos suponen más ricos.
Hablando de ricos, el riesgo de tener al entrenador más caro es que el hombre se siente en la obligación de ejercer de entrenador, cosa que ya no hace nadie en sus cabales. Joao Félix llegó al Atlético por ciento no sé cuántos millones y fama de ser un Pegaso, y Simeone lo ató al arado de marcar al carrilero contrario. Las genialidades de Cruyff no le funcionaron ni a Cruyff. “¿Cuál es la mejor virtud de Manolo? ¿El desmarque? Pues no lo marco y Manolo anulado”. “¿Quién conoce mejor a un delantero centro? Otro delantero centro. Pues pongo a Julián Álvarez a marcar al delantero centro contrario, y asunto terminado”. Sea como fuere, si nos atenemos a las novedades, en este momento se presenta más atractivo un derbi que un clásico, al menos para andar por casa, porque la Champions es otra cosa.
También en el piperío hay dudas simeónicas: hay, sobre todo, temor a un año jubilar de Modric jugando de Kroos: sería un mal “remake” del “Thriller” de Michael Jackson, de cuya publicación se cumplen casi los mismos años que tiene Modric. El sistema favorito de Ancelotti fue siempre el 4-4-2 hasta que llegó a la Juventus, donde Ancelotti aprendió a doblarse como un junco con los sistemas. Por su falta de flexibilidad había perdido a Baggio para el Parma, imposible de encajar en su obstinado 4-4-2, el sistema, por cierto, más sencillo de entender por los futbolistas, que tampoco son ajedrecistas. De viejito, Ancelotti tiene claro que su misión como entrenador es cavilar un sistema para la comodidad de las estrellas que a su disposición ponga el presidente. Su idea sigue siendo que el sistema más racional (“porque refleja la forma del terreno de juego, que es un rectángulo”) es el 4-4-2, pero en el Madrid uno es uno y su circunstancia, pensamiento dicen que español, aunque Ortega, que se apropió del “yo soy yo y mi circunstancia” para la posteridad, se lo había birlado al gran Max Stirner de “El único y su propiedad”. La circunstancia madridista es que todos sus jugadores de ataque son artistas, los mejores del mundo, y el entrenador se ve obligado a combinar el “artisteo” con el “aperreo” de centrocampistas graníticos como los cabezones del Monte Rushmore. Para el chismorreo tampoco faltarán temas: el aterrizaje galáctico de Davies o la titularidad psicológica de Rodrygo, si no sale hacia el City en una operación de fantasía para el pipero de la calle, que vería con gracejo cómo los millones de Cerezo por Julián regresaban a Madrid por Rodrygo.
Temporada divertida, la que viene, si la tercera guerra mundial de Kamala y la Inspección Ética (más bien “woke”) de Ceferino, que ha sancionado con un partido a los españoles Rodrigo y Morata por cantar fuera del Espacio Schengen de la Uefa “Gibraltar es español”, no lo impiden.
[Sábado, 10 de Agosto]
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