miércoles, 4 de septiembre de 2024

¡Niño va! / por HUGHES


"..Hace unos días, en una diada castellera, una niña cayó desde lo alto y se hirió con gravedad. De repente, se hizo evidente el grave peligro que corren. Lo vimos. Para darle gracilidad y elevación a la figura hacen subir a niños pequeños, sobre todo a niñas, mucho más ligeras. Es un poco (un poco) como en los coros con las voces blancas. Con niños queda más bonito.."

¡Niño va!

HUGHES
La Gaceta/3 de septiembre de 2024
En un país que camina hacia algo llamado federalismo diferencial asimétrico es importante saber de dónde vienen las diferencias. ¿Por qué son diferentes los diferentes? En Cataluña, entre muchas, tantas cosas, están los castillos, los castells, las collas castelleras, esas bonitas pirámides o torres humanas que coronan niños pequeños que a veces despliegan una banderita allá arriba.

Hace unos días, en una diada castellera, una niña cayó desde lo alto y se hirió con gravedad. De repente, se hizo evidente el grave peligro que corren. Lo vimos. Para darle gracilidad y elevación a la figura hacen subir a niños pequeños, sobre todo a niñas, mucho más ligeras. Es un poco (un poco) como en los coros con las voces blancas. Con niños queda más bonito.

Entre el público estaba el ministro Urtasun, que todo lo ve mal, pero esto no. Ya sabemos su opinión sobre la tauromaquia; ¿le parece bien que niños pequeños arriesguen su integridad física? ¿Es cultura la fractura craneal infantil?

Por supuesto que creemos en lo diferencial: en los toros, un adulto se juega la vida; en los castells, unos adultos deciden que se la juegue un niño. El tuitero @aragorn__v publicó en Twitter (X) las imágenes de un documental en el que se podía entender que no es asunto pacífico quién sube ahí arriba. En ocasiones han sido niños de inmigrantes, niños no muy felices con la idea de subir y a cuya familia se engatusa con favores.

Las respuestas a esta revelación (pues era una revelación, tal es el silencio sobre el asunto) fueron airadas: ¡catalanofobia! ¡odi, odi!  Responden que también suben los hijos de los propios castellers, catalanes de pura cepa, pero esto… ¿habla bien de ellos? ¿Qué tipo de persona dejaría a su hijo subirse allí arriba? Casi es mejor si recurren al charnego.

Niños menores de diez años hacen de enxaneta, el niño que corona el castell, la guinda humana, en realidad, el responsable del clímax, del momento estrella, aunque esto no siempre fuera así. A principios de siglo XX, como los castells ganaban dinero, se les quiso aplicar la legislación laboral, que prohibía emplear a niños pequeños en esa tarea? Para protegerlos se estableció la edad mínima de dieciséis. ¿De dónde viene la permisividad posterior? ¿En qué momento la legislación decimonónica sobre la explotación infantil se consideró digna de ser ignorada? ¿Cuándo se decidió que se podía ser progresista avanzadísimo y a la vez un poquito dickensiano?

Subir a niños de dieciséis años (un Lamine Yamal, por ejemplo) le quitaría gracia a la cosa.

En La Vanguardia hay un reportaje reciente sobre las nuevas formas de gestionar la psicología de estos niños. Se ocupan profesionales. No tiene que ser fácil. Es, digamos, una «inmersión» del niño. Que el niño supere instintos primarios. Hay que conseguir que el niño suba feliz, controle el miedo. Se trata de una obra colectiva coronada con menores de edad, en edad muy tierna. ¿No se parece esto un poco a la inmersión lingüística de los Martínez, Pérez, Sánchez y Garcías? El documental sugería algo más allá: es una obra coronada sobre los hijos de los demás.

El federalismo asimétrico diferencial podría mejorar aún más: ¿y si nos comprometiéramos a aportar regularmente niños murcianos o extremeños para ese particular? ¿Y si España, el Estado Español, se comprometiera a suministrar niños trepadores ligerísimos para coronar los logros de esta gran tradición de una de las naciones del Estado?

En los medios no hubo nunca ni una palabra sobre el documental, ni ha habido críticas a esta práctica que cuenta además con el beneplácito de la izquierda alternativa, como demostró Urtasun. Si tienen edad para cambiarse de sexo, dirán, tienen edad para trepar. La niña enxaneta podría ser vista como una víctima del patriarcado constructivista étnico, pero parece que no hay muchos papers al respecto…

La competición castellera necesita, para seguir creciendo, que el niño de alguien decida jugarse la vida. Necesita, por tanto, que alguien le coma el coco a un niño. Ahora sí. Ahora sí entendemos bien que se trata  de una señal identitaria, de una ancestral muestra del carácter local.
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Otro niño pequeño víctima de los castells. Los castells son una fiesta con un lado muy oscuro que resulta relativamente desconocido fuera y dentro de Cataluña y que está relacionado directamente con estos niños y sus familias.

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