viernes, 22 de noviembre de 2024

CUMPLEAÑOS EN LOS LUCEROS / por Francisco Torres García

Blas Piñar

'..Hubiera hoy cumplido 106 años. No está, pero nos queda su obra, sus escritos fecundos a los que, como José Antonio, pidió a sus seguidores pocas horas antes de ser asesinado, debemos recurrir con ánimo de adivinación..'

CUMPLEAÑOS EN LOS LUCEROS

Francisco Torres García*
Como a tantos otros jóvenes de finales del régimen de Franco y del arranque de la llamada Transición aquel POLÍTICO me salvó de caer en la tentación de dejarme llevar por el signo de los tiempos.

Al menos 35.000 chicos, hombres y mujeres, españoles todos, nos alistamos, en una última batalla, asumiendo que nos correspondía el “honor y el orgullo de volver a empezar”.

Fuímos los únicos contestarlo, con fuerza y presencia, señalados como el enemigo, ante el contubernio de la Transición orquestado por el heredero de Franco, el restaurador de la monarquía, a título de rey.

Nos opusimos a la Transición, que no nació un 20 de noviembre de 1975. Lo hicimos en la coherencia lógica de un hombre que había sido, por lealtad, contestatario a la deriva del régimen de Franco a manos de los que desde dentro le habían puesto fecha de caducidad; creíamos con él en la reforma perfectiva volviendo a las raíces, que la Democracia Orgánica era una posibilidad real que, saltando por encima del totalitarismo, enlazaba con el pensamiento puro de José Antonio.

Él nos enseñó a no pensar en la factura que íbamos a pagar, entre sus sumandos la marginación ambiental, pues con ánimo de victoria formábamos para una derrota segura, pletórica de héroes anónimos que Dios no ignoraría.

Cuando todos preferían lo gaseoso y la poltrona, cuando tantos hablaban del Movimiento burocrático echando pestes pero cobraban de él a fin de mes, él salió a la calle a denunciar, de verdad, en público, ante miles de personas, en las Cortes, en sonoros actos de protesta, conmemorando lo que la clase política tecnocrática, la derecha burguesa beneficiaria del régimen, estaba haciendo desde los sesenta para socavar y arrinconar los principios y, sobre todo, hacer claudicar al régimen para eliminar las barreras levantadas frente al camino que conduciría al ultra liberalismo económico, a los Chicago boys y demás…

Pero él, Blas, que ha sido nuestro último gran ideólogo, supo ver que la revolución variaba de objetivos, que, vendida al gran capitalismo financiero-especulativo-mundial, en un pacto para poner fin a la civilización occidental y cristiana, su horizonte era transformar los principios y valores morales en los que la obra política debe cimentarse. Y reformuló la tesis del hombre nuevo para el que había que restaurar la norma del pan y la sal.

Nos enseñó, en el camino marcado por José Antonio, que nuestra España no se fundamentaba en el nacionalismo liberal y romántico (la raza como razón étnico genética, las fronteras, la lengua, el folclore, la tierra…) sino en el concepto. 

España es España en razón de destino, sin destino España desaparece: unidad de destino en lo universal, unidad de convivencia y de historia.

Probablemente sin él yo hubiera seguido el camino del hedonismo, de la ambición personal, de la egolatría social que se ha democratizado como mal con las redes sociales, de vender el alma por el puesto, de hacer carrera sistémica… pero opté por vivir a la intemperie y, como tantos, pagar el precio. Y ahí, impasible el ademán, hemos seguido; porque aunque singularícele también hablo por muchos (no cito más que un ejemplo simbólico al que tanto debo, Luis Fernández Villamea; todos los que queráis daros por incluidos)

Blas Piñar fue para mí una guía en la noche sin luz, pero también el amigo, el jefe y el camarada.

Hubiera hoy cumplido 106 años. No está, pero nos queda su obra, sus escritos fecundos a los que, como José Antonio, pidió a sus seguidores pocas horas antes de ser asesinado, debemos recurrir con ánimo de adivinación.

Blas nos comentaba que José Antonio fue el último gran tradicionalista, y por ello revolucionario. En realidad él ha sido el último gran tradicionalista.

Está en esa línea invisible que nace en Santo Tomás y San Agustín, que se hace modelo de valores en nuestra hidalguía, que se continúa en Jaime Balmes, en Donoso Cortes, en Vázquez de Mella, en Víctor Pradera, en Ramiro de Maeztu, en García Morente, en José Antonio, en José Luis Arrese y se cierra en Blas Piñar.

Esa síntesis conceptual que se resume en Dios, Patria, Justicia, Hispanidad, Estado Nacional y Estado Social.

Media vida, desde 1977 hasta su muerte, estuve a su lado, en primera línea, mientras tantos fueron apartándose, lo mismo que en movimientos amigos, para hacer carrera y resucitar limitadamente, especialmente en el mundo digital, tras la jubilación.

“Mientras me quede un soplo de vida estaré en mi puesto”, reiteraba con la merma física continua que adornó los últimos años de su vida. Aunque un discurso le sumía en el agotamiento, él, asumiendo lo que su nombre suponía para la convocatoria, pese a las voces que con razón le decían que pusiera fin a los actos, siempre acudió. En su última carta me escribió: ya no tengo fuerzas y, entre líneas, un continuad.

En su mente siempre estuvo la necesidad de cumplir con la promesa que se hicieron él y sus camaradas de las juventudes de la Acción Católica, asumiendo la posibilidad del martirio, de que el que sobreviviera continuaría con el combate, y Blas se echó sobre los hombros la responsabilidad de mantener alzada la bandera.

Lo único que me pesa es no haber podido ir a darle el último adiós en esa jornada que viví como una fractura personal.

Por ello, esta mañana, antes de amanecer, he mirado a los luceros recordando un breve discurso de Arrese que dirigió a José Antonio:

¿Estás contento de nosotros?

Yo sigo teniendo contigo una deuda a medio saldar.

Desde la noche triste de España, manteniendo la luz en el celemín ¡Feliz Cumpleaños Blas!

*Francisco Torres García, historiador y articulista, catedrático de Instituto, profesor de Enseñanza Secundaria, Licenciado en Letras por la Universidad de Murcia en la división de Geografía e Historia.

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