Millán
Ignacio Ruiz Quintano / Abc Cultural
'Salmonetes ya no nos quedan' blogspot
A los comisarios de la memoria histórica les ha dado ahora por rehabilitar al rector Unamuno como concejal de Salamanca, Salamanca, reciente maravilla, académica palanca de mi visión de Castilla, cargo del que fue depuesto por su enfrentamiento (?) con el general Millán Astray.
¿Qué sabrán estos comisarios de Unamuno? El periódico de progreso que los sostiene atribuye al pobre Unamuno, cada día, una obra diferente: “El sentimiento trágico de la vida” (sic), “Del resentimiento trágico de la vida” (sic) y, al fin, “Del sentimiento trágico de la vida”, obra inspirada, según Maeztu, en un único sentimiento:
–El deseo de que no perezca con la Muerte el Yo del señor Unamuno, gloria y calamidad nacional.
Porque Unamuno fue un egotista tremendo.
–Creo en nosotros, los vascos, y sobre todo en mí. ¿Soberbia? ¡Bah! Dicen que Rousseau no hizo toda su vida más que hablar de sí mismo. Y Rousseau hizo más por Francia que Lesseps. Y ni Spinoza ni Kant ni Fitche sé que se ocuparan nunca en transportes ferroviarios.
Para el unamunismo, que era una protesta contra todo, la revolución estaría en la Renfe. Declaró la guerra al Japón porque los japoneses no temían al Más Allá. Defendió el fusilamiento de Ferrer. Pidió un Cromwell para España porque el Rey le había aplazado una audiencia. Y, premonitoriamente, Maeztu escribió en 1924:
–Me duele que se haya desterrado al señor Unamuno y aún más me duele que pequeñas anécdotas, como ser o no ser rector de Salamanca y verse o no verse recibido en el Palacio Real, distraigan al señor Unamuno de la misión de forjar un ideal para su patria, para convertirlo en guerrillero de una futura guerra civil que, desde el fondo de mi alma, pido a Dios que conjuren cuantas buenas voluntades tengamos.
Y es que Unamuno fue desterrado por Primo de Rivera y despojado de todos sus cargos y dignidades... por Azaña, el “escritor sin lectores” de cuyo peligro había advertido... Unamuno. Pero Azaña, intelectual sólo porque nació en el mismo pueblo que Cervantes, es ahora amigo de Unamuno, y Millán Astray, que sólo se envanecía de parecerse a D’Annunzio, “cuyas palabras al llegar a España sonaban como clarines de la aurora pregonadas por el heraldo de un día más feliz”, no. Así se escribe la memoria histórica
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