viernes, 11 de julio de 2025

Los muertos de ETA / por Javier Torres

'..Nada se entiende sin rebobinar a 1978. Entonces el pacto consiste en integrar al independentismo que, desde entonces, es parte esencial de la España constitucional. ETA lleva años matando y el separatismo llega a la mesa de negociación con más de cien muertos a sus espaldas. Un año antes el Gobierno incluye a los etarras en la amnistía. Por lo visto, los muertos anteriores a las primeras elecciones democráticas se lo tenían merecido..'

Los muertos de ETA

Javier Torres
Cada año al llegar sanfermines me acuerdo del verano del 97 cuando los proetarras corrieron como galgos sin encierro de por medio. Fue uno de esos momentos de la historia en que todo pudo haber cambiado. El pueblo español, harto de poner la nuca y de que la clase política sólo permitiese la reacción de las manos blancas y lugares comunes como la unidad de los demócratas después de cada atentado de la ETA, estuvo a punto de echar abajo el andamiaje de cartón piedra del 78.

Nada de eso ocurrió, entre otras cosas, porque los servicios secretos del Estado, nuestro deep state cañí, trabajaron en lo contrario. Los terroristas acaban de asesinar a Miguel Ángel Blanco y el pueblo rodea sus sedes bajo las siglas de Herri Batasuna o en forma de herriko taberna. El nacionalismo vasco siente que el miedo cambia de bando y eso pone en riesgo la supervivencia misma del sistema. No seamos iguales que ellos, gritan a los bilbaínos que cercan el local batasuno del que los gudaris con cargo al presupuesto salen escoltados por la Policía autonómica.

Nada se entiende sin rebobinar a 1978. Entonces el pacto consiste en integrar al independentismo que, desde entonces, es parte esencial de la España constitucional. ETA lleva años matando y el separatismo llega a la mesa de negociación con más de cien muertos a sus espaldas. Un año antes el Gobierno incluye a los etarras en la amnistía. Por lo visto, los muertos anteriores a las primeras elecciones democráticas se lo tenían merecido. Como Begoña Urroz Ibarrola, un bebé de 22 meses, asesinada por una bomba incendiaria colocada en la estación de Amara, en San Sebastián, el 27 de junio de 1960.

Una vez más, como en 2023, la violencia separatista es amnistiada, rasgo esencial del régimen setentayochista. El juego democrático es anchísimo en determinadas regiones, empezando por un sistema electoral ad hoc. No hay una representación proporcional entre los votos de los partidos regionalistas-separatistas y los escaños (ahí está el caso de VOX, que tiene tres millones, el doble de lo que suman ERC, Junts, Bildu, PNV y BNG. Sin embargo, VOX tiene 33 diputados y el resto 26, es decir, que a VOX cada escaño le cuesta 92.000 votos y al bloque independentista 63.000). Y qué hablar de su decisiva influencia en el devenir del Estado. Esta disociación sólo la explica el uso de la violencia. El terrorismo.

Durante décadas el discurso oficial sostuvo que el problema eran los medios violentos, mas no el fin sedicioso. Es el ‘vascos sí, ETA no’ de tantas manifestaciones después traducido en pactos con el PNV en la carrera de San Jerónimo. El fin, la independencia, es legitimado tras años de terrorismo. En Madrid disimulan, pero sin esta palanca revolucionaria —casi 1.000 muertos en su haber— el separatismo vasco jamás habría llegado tan lejos.

A esto le llaman proceso de paz y de ella todos sacan tajada. Lo sabe muy bien Rufián, que elogia a Eguiguren y Pachi López, quienes canjearon ataúdes por votos después de que Sánchez metiera la mano en la urna. Pachi es un héroe, un Mandela de Portugalete, e incluso para el PP, que asume la tesis de la victoria de la democracia sobre el terror por más que en cada aniversario de Miguel Ángel Blanco suban los decibelios.

Es evidente que hasta aquí sólo nos han traído contándonos mentiras. Además de la derrota de ETA, también aseguran que los etarras no tienen ideología, que son simples asesinos. Vamos, unos delincuentes comunes a los que siempre les daba por matar a policías, guardias civiles y militares. Por algún motivo, a alguien le ha interesado obviar que ETA compartía ideología con el socialismo. Hoy, viendo las alianzas, entendemos por qué.

Hubo un tiempo en que tres o cuatro españoles eran asesinados cada semana y aquí no pasaba nada hasta que comenzaron a ser políticos. Cuando todavía no intuían la traición que el Estado preparaba décadas después, cientos de policías llegados de otras regiones españolas se jugaron la vida en el norte durante los años de plomo. Héroes en pantalón vaquero y una pistola atada a la pierna o dentro de la bolsa de mano. A menudo eran andaluces y cuando entraban en los bares en busca de información la cosa se complicaba. Para qué demonios irían de paisano, pienso ahora, si con su acento andaluz ya se delataban cuando clavaban el codo en la barra.

Algún día alguien les hará justicia, sobre todo a quienes fueron asesinados en el anonimato, como si no fueran más que una placa y un uniforme. Y despedidos en aquellos entierros vergonzosos con los ataúdes saliendo por la puerta de atrás de la iglesia. Eran los años en que una parte del clero estaba con los pistoleros, caso del obispo Setién, al que Gregorio Ordóñez, recién licenciado en Periodismo, preguntó si creía en Dios cuando fue a entrevistarle.

No sabemos cómo habrían reaccionado quienes rodearon la sede batasuna de Bilbao aquel julio del 97 si les hubieran contado que tres décadas después Otegui estaría en la dirección del Estado que en otra época le perseguía, y su marca política sería la primera fuerza vasca.

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