
'..se acabaron los toros y no parece importarle a nadie. La administración de la Monumental Plaza México, en manos supuestamente de una empresa taurina, no expresa públicamente el menor guiño a la afición a los toros. No digamos ya organizar algún evento, muestra, conferencia, concierto, desayuno o cena-baile..'
¡Gran remate de liquidación!
Se desmonta la tauromaquia en México
Por Jorge Eduardo - México
Aunque se insiste en que hay grandes esfuerzos por defenderla, en la realidad fáctica parece que se están rematando los pasivos de un negocio difunto.
Era el pasado domingo 23 de noviembre, con un estupendo clima y apenas pasado mi cumpleaños, cuando me preguntaba si en ese preciso momento había alguna consecuencia por la no realización de la que sería la tercera o cuarta corrida de la Temporada Grande. Salvo por la melancolía que me produce el clima tan particular de esta época y la lástima tremenda de ver desaparecido al tejido social al que pertenezco, no hallé ningún otro motivo de alarma, ni me pareció que hubiera ninguna especie de inquietud contextual.
Es decir, se acabaron los toros y no parece importarle a nadie. La administración de la Monumental Plaza México, en manos supuestamente de una empresa taurina, no expresa públicamente el menor guiño a la afición a los toros. No digamos ya organizar algún evento, muestra, conferencia, concierto, desayuno o cena-baile. Es comprensible que ventilar ciertos temas puede entorpecer lo que quiera que sea que estén haciendo para que vuelva a haber corridas en la Monumental, pero lo que no solo no es comprensible, si no que además sería abiertamente falso, sería pretender que cualquier referencia a los muchos aspectos del fenómeno taurino tendría consecuencias negativas para esa labor.
Es decir, el silencio los hace cómplices y alcahuetes de quienes nos han escamoteado el derecho a la cultura. Ahora hasta se rumorea que están demoliendo los corrales del coso para usar ese terreno en asuntos relacionados con conciertos. De ser cierto, vaya disposición para defender a la tauromaquia.
Pero bueno, que en materia de saldos y remates eso no es todo,
pues este lunes 24 tuvimos constancia fotográfica de que la anunciada demolición de la plaza de toros La Florecita ya está en marcha. Con inquietante velocidad la encantadora placita de Ciudad Satélite (Naucalpan, Estado de México) cede a la piqueta.
No tiene demasiado sentido profundizar en la solera, la categoría, el sabor, el ambiente, las magníficas instalaciones y, en general, el atractivo que tuvo La Florecita en los 58 años que existió. Lo que sí cabe señalar es que, más que una estocada, la pérdida de este coso es un disparo de pistola de perno cautivo al testuz de la fiesta en el valle de México. Sí, tal y como mueren industrialmente los animales todos los días, con o sin corridas de toros.
Sin la posibilidad de ofrecer corridas en la Ciudad de México, la opción natural por todas sus ventajas era La Florecita. La accesibilidad que ofrecía no tiene comparación con ninguna de las otras alternativas disponibles en la zona conurbada, puesto que las que sí la tienen no están en condiciones de ofrecer festejos formales; ya por falta de aforo, por lo pequeño del ruedo o la inexistencia de dependencias para resguardar ganado con edad.
Tampoco es ningún secreto que la presión inmobiliaria que se ejerció sobre el terreno por la construcción de las torres de condominio adyacentes amenazaba a La Florecita desde el día uno. Las dificultades de tener ganado a unos cuantos metros de la ventana de la cocina de una familia aburguesada y distante de la cultura taurina, en un contexto de autoridades poco proclives a la fiesta, traería problemas para la operación del coso. Sin embargo, la reacción de la propiedad de la plaza fue darse por vencida de inmediato sin intentar ninguna adecuación. Los condominios ni siquiera están ocupados y La Florecita ya ha fallecido.
No hace muchos años se recibía la noticia de que los descendientes del doctor Narváez, los propietarios originales, habían vendido la plaza al ganadero de Rancho Seco. Esto parecía una magnífica noticia, pues aunque la familia Narváez mantenía su compromiso con la fiesta, lo cierto es que administraban el coso sin demasiada energía. Igual tuvieron la delicadeza de no dejar su patrimonio familiar en manos de cualquiera, pues un ganadero de bravo en activo con fuertes intereses económicos en el espectáculo podría revitalizarla.
Pues no fue así, ni una década estuvo La Florecita en manos de Sergio Hernández.
Así pues, el panorama es desolador. Más que defender la tauromaquia y buscar la vuelta a la normalidad, quienes deberían estar más interesados en la supervivencia del espectáculo parecen estar liquidando los activos de la tradición taurina de la capital. De acuerdo con la IA de Google, la liquidación es uno de los pasos formales para terminar las operaciones de un negocio. El siguiente paso es la extinción del mismo… Parece que el camino hacia allá, más que un éxito de los antitaurinos, es una decisión de los taurinos…
…Y yo le preguntaría, ¿Por qué seguir comprometiendo mi tranquilidad y mi salud mental en el negocio que esta gente no cuidó, no cuida, ni cuidará?...
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