Fue un gran rejoneador. Lució siempre el señorío de su casa, de su gente. Recibió la Medalla de Andalucía. Hijo Predilecto de Jerez de la Frontera donde ha fallecido.

UN CABALLERO ANDALUZ
Francisca García
Fija está en mi mente la imagen de aquel apuesto caballero andaluz, Don Álvaro Domecq Romero, figura ecuestre que, habiendo debutado a los 19 años, reunió ya entrado en los 30, la mayor voluntad, fuerza y afición, toda la maravillosa escuela española de rejoneo para hacer competencia a aquel príncipe lusitano que había irrumpido de pronto en los alberos españoles. Aquel niño rubio, Joao Moura con 18 años que como un torrente debutó en España, maravillando con sus banderillas en increíbles quiebros que, a mi entender, pusieron las pilas a los rejoneadores españoles, abriéndose un periodo de máxima gloria en el toreo a caballo. Fueron los gloriosos años 70 para el rejoneo. Allí estaban a la cabeza los hermanos Peralta, estaba Álvaro Domecq y el joven caballista portugués.
Veinte años separaban por lo menos los rejoneadores españoles a aquel representante de la nación hermana, vestido a la Federica. Entonces, el hijo del mítico caballero que fue el también rejoneador Don Álvaro Domecq Díez, que había heredado de su padre el amor a los caballos, a la ganadería brava y al arte del rejoneo, creó en Jerez de la Frontera, su patria chica, la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre y luego el memorable espectáculo titulado “Cómo bailan los caballos andaluces”. Y en el ruedo... ¡Qué grandes tardes, en aquellas décadas de los 70 y 80 en el arte del rejoneo! La maestría inolvidable del caballista jerezano con Opus, la cabalgadura perfecta, y aquella maravilla de la naturaleza con sus crines blancas al aire montada por Alvarito, luego ¿cómo no? Don Álvaro Domecq Romero.

El gran caballero andaluz nos ha dejado. Nos ha dejado un hombre tan enraizado a la Fiesta, al toro bravo, que no hay torero hoy en día que no hubiera pisado Los Alburejos, la finca que tenía en Medina Sidonia donde pastaban sus toros, la ganadería de Torrestrella. Finca de la que con harto dolor de su corazón tuvo que desprenderse en 2020 porque sus toros no se vendían. Según sus palabras “Las figuras solo quieren cuatro ganaderías”.
Fue un gran rejoneador. Lució siempre el señorío de su casa, de su gente. Recibió la Medalla de Andalucía. Hijo Predilecto de Jerez de la Frontera donde ha fallecido.
Si está bien presente en mi memoria su estampa a caballo en aquellos sus gloriosos años en los ruedos, así quiero imaginarlo ahora, montando su yegua Espléndida, surcando los aires en vuelo hacia un redondel infinito, traspasando otras esferas y... como Gerardo Diego acaba en su poema evocando a “Los Alburejos” con Álvaro Domecq así cantó
San Lucas, abre la puerta
y en el cielo se perdió.
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