sábado, 19 de julio de 2014

Sevilla: Pablo Aguado, una nueva ilusión sevillana / Por Carlos Crivell.-


"...En la noche calurosa sevillana del jueves destacó un nuevo valor del toreo de la tierra, Pablo Aguado, que mostró condiciones que obligan a tener la esperanza de que su nombre pueda ser fundamental en el futuro. .."

Sevilla: Pablo Aguado, una nueva ilusión sevillana

Carlos Crivell
Pablo Aguado confirmó lo que había hablado de su estilo y posibilidades toreras. Tiene empaque, gusto y torería. Un quite a le verónica fue sencillamente enorme, de lo mejor del año en Sevilla. Cortó dos orejas y se perfila como novillero para la final.

Plaza de toros de Sevilla
17 de julio de 2014. 2ª de promoción. Más de media plaza. Seis erales de Hermanos Tornay, correctos de presencia, astifinos y de buen juego. Muy bueno, el cuarto. Saludó en banderillas Manolo Odero.

Pablo Aguado, de grana y oro, cuatro pinchazos y media estocada (saludos tras aviso). En el cuarto, estocada delantera y descabello (dos orejas tras aviso).

Cristian Pérez, de azul marino y oro, media atravesada y trasera (silencio tras aviso). En el quinto, tres pinchazos y siete descabellos (silencio tras dos avisos).

Alejandro Gardel, de blanco y oro, estocada atravesada y descabello (silencio tras dos avisos). En el sexto, dos pinchazos, media estocada y dos descabellos (palmas tras aviso). 

En la noche calurosa sevillana del jueves destacó un nuevo valor del toreo de la tierra, Pablo Aguado, que mostró condiciones que obligan a tener la esperanza de que su nombre pueda ser fundamental en el futuro. Aguado tiene buena planta, está sobrado de valor, tiene prestancia y empaque, sabe torear con el capote y con la muleta, todo su quehacer está impregnado de clasicismo, aunque de debe eliminar algunos detalles, y lo que debe mejorar, como le ocurre a quien comienza en la profesión, es el manejo de la espada.

Sorteó un buen lote de Tornay, con mención especial para el soberbio eral lidiado en cuarto lugar, que embistió con clase por abajo. El resto de la novillada fue un compendio variado con la movilidad por bandera. Algunos se movieron bien, sobre todo cuando se les dio la distancia adecuada, y otros acusaron más reserva en sus acometidas.

Aguado toreó con buen gusto a la verónica al que abrió plaza. Su faena fue un dechado de compostura y serenidad. Su labor alcanzó la mejor nota en algunos naturales templados, aunque por la derecha también logró muletazos de porte artístico. Al final sus detalles de torería en los adornos subieron el nivel de su labor. Falló con la espada.

Al cuarto lo recibió con cinco faroles de rodillas. Se entiende que hay que llamar la atención, pero un chaval que unos minutos después hizo un monumento a la verónica en cinco lances de manos bajas no debe andar perdido en faroles y otros lances para la galería. Ese quite fue la respuesta a otro que realizó su compañero de Albacete. La verónica eterna a ritmo muy lento, la suerte cargada, la cabeza hundida en el pecho y las muñecas sueltas fue interpretada por este novel como si fuera un maestro consagrado. Aguado toreó muy bien a este excelente eral de Tornay en una faena con gusto, templada, en tandas que remató con pases de pecho enormes por la ligazón y la forma de vaciar al novillo. Una faena clásica que solo empañó con un intento absurdo de pase por la espalda en una concesión al toreo artificial de nuestros días. Aunque no fue contundente con la espada, cortó las dos orejas, que eran lógicas si se comparan con las concedidas en la semana anterior a otro aspirante.

El otro novillero destacado fue Alejandro Gardel. Estuvo por encima del tercero en una labor que la plaza no llegó a captar. Al menos el tendido no se manifestó cuando Gardel consiguió meter en la muleta a un novillo difícil. El sobrino de David Mora, presente en la plaza y a quien le brindó, fue capaz de encontrar la distancia y en sus manos el animal fue menos complicado. Lo que no tiene perdón es que prolongara tanto su faena. Para colmo el puntillero levantó tres veces al eral. Con el sexto, de mejor recorrido, demostró su toreo de buen corte, limpio en el trazo, de colocación acertada y de temple notable. Su faena logró ahora interesar al variopinto público que se cita en estos festejos. Pero la espada volvió a jugar en su contra.

El novillero de Albacete Cristian Pérez no dejó casi nada para el recuerdo, salvo su pundonor atropellado que le constó varias volteretas. Sus formas no son exquisitas, les dio tirones brutales a sus enemigos y se eternizó en dos faenas inconsistentes. Tiene valor, porque a pesar de tanto atropello siempre volvió a la cara para seguir, aunque es evidente que eso no es suficiente.

Al final, Pablo Aguado salió a hombros cargado por sus seguidores. Hasta ocho avisos se vio obligada la presidencia a mandar a los chavales, producto de una mala espada y de faenas largas sin sentido. Queda el buen sabor de boca de Aguado, al que la afición está deseando ver de nuevo en la final.


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