jueves, 30 de julio de 2015

BOGOTÁ: El alcalde, el gallo y el caballo / por Jorge Arturo Díaz Reyes.



"...En la vieja Roma una mezcla de pasión animal y absolutismo hizo cónsul a un caballo. Tal como están las cosas, quizás a la capital no le fuera peor con uno en la alcaldía..."

Nuestro apreciado colega taurino y distinguido médico, escribe una oportuna y acertada nota acerca de la situación de la fiesta de los toros en la ciudad de Bogotá que ha sido llevada al extremo de pretender acabar con ella aunque no pudieron acabar con la Plaza de Santamaría.

No contento con haber sido nominado como el peor alcalde de la capital de la República, el desaforado burgomaestre quiere dejar prohibida para siempre la fiesta de los toros en la ciudad que tiene más de ochenta años de tradición. No parece posible que ello suceda aunque ha conseguido la connivencia de buena parte del Concejo Municipal y sigue en su plan de dejarla completamente desaparecida de nuestra sufrida afición.

Los candidatos a suceder al funesto alcalde Petro, tampoco dan esperanzas de defender la fiesta y todos, sin excepción, se muestran contrarios o por lo menos, complacientes con la campaña en contra de la fiesta. Como taurinos y periodistas, seguiremos nuestra defensa así nuestros propios amigos, nos tilden de ilusos por defender lo que tanto hemos apreciado en la mayor parte de nuestra vida.

Especial saludo y adjuntamos el muy buen escrito de Jorge Arturo Díaz

Enrique Avilán Acosta
Astauros . Cali

El alcalde, el gallo y el caballo

Jorge Arturo Díaz Reyes
Hay en Bogotá un revuelo político de gallinero. Se avecinan elecciones y otro gallo cantará en enero. Pero al parecer su canto, como el destino de las productivas ponedoras, continuará siendo el mismo, pues a derecha e izquierda, por convicción o conveniencia, resuena el kikirikí del actual. 

Y no solo el kikirikí, también el aleteo. Cinco de los seis aspirantes a conquistar la codiciada sucesión y 29 de 35 concejales se han alineado con el programa estrella del alcalde Petro; eliminar la fiesta brava. Como sea.

Incluso atropellando la ley (916 de 2004), la Constitución, la Corte Constitucional, el Consejo de Estado, la libertad cultural, la tradición y el derecho de gentes, en aras de un socorrido animalismo.

Desafuero que ahora tratan de disfrazar, al estilo Pilatos, con una consulta popular antitaurina, en este caso multimillonaria, cuyo costo la Registraduría General de la Nación ha estimando en $35.000 millones de pesos (unos 11 millones de Euros) del erario público. Caro y vano intento.

Bajo esa traída pregunta “democrática” les asoma la espuela del autoritarismo. Pues la idea implícita de que la mayoría es omnímoda, da paso a otras preguntas: ¿Tras cual minoría podrían lanzar después el populacho? ¿Judíos, palestinos, negros, homosexuales, discrepantes, minusválidos...?

En la vieja Roma una mezcla de pasión animal y absolutismo hizo cónsul a un caballo. Tal como están las cosas, quizás a la capital no le fuera peor con uno en la alcaldía.

 

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