EL GRAN CHARLATÁN
La Cadena SER ha presentado la segunda edición de lo que pretenden sea una especie de Guía “Michelín” de los Toros. Aspiración que podría resultar audaz si quienes se han arrogado esta responsabilidad no fueran una recua de catacaldos logreros.
El hecho en sí carece del más mínimo interés por cuanto la guía no es sino un panfleto que viene a poner de balde la escasez de ideas que se cuece en el magín de estos cantamañanas. Un libelo de publicidad entre cuyas páginas se cuela el calendario de las ferias más significativas, con el pretendido aderezo de sugerencias en que cultivar el ocio. Un pasquín previsible y reincidente. Un prospecto de vaciedades y naderías. A este folleto se le suma un disco compacto en el que el Gran Charlatán se da un baño de vanidad mientras practica ese onanismo público a que es tan dado. Un auténtico y descomunal excremento.
No obstante, no es esto a mi entender lo más relevante de esta circunstancia. Al fin y al cabo, que Molés es un ignorante prepotente amarrado a la ubre del pelotazo desde que recogía sobres embadurnados de soborno y eructaba banalidades al lado de la oronda hija de aquel Emilio Romero a quien tanto y tan bien llegó a hacer la pelota, es una obviedad que subrayar a estas alturas puede resultar reiterativo. Aunque, bien pensado, lo dudo, ya que el Gran Charlatán se ha preocupado muy mucho de echar tierra sobre su cuestionable y hediondo pasado.En cualquier caso, insisto, no es esta la piedra angular en relación a la presentación de este libreto absurdo y prescindible. Lo verdaderamente sustantivo fue el cómo. Muy por encima del qué.
Asistí aquella mañana a la Sala Polivalente de Las Ventas con la fronteriza intención de reverdecer el lugar que cada cual ocupa en esta verbena de frivolidades y añadidos. Este tártano infectado de hipócritas y fariseos. Esta saturnal de aspavientos y deslealtades. Así pues, me erigí en observador de toda esa traílla de oportunistas, cobistas y sicarios.
Tanto la sala en que se desarrolló la puesta en escena, como los accesos a la misma, se habían constituido en la gran bacanal de la Cadena SER. Publicidad de la misma a cada lado en que se mirase. Grandes carteles que, inevitablemente, contribuían a trasladar al sorprendido observador a ese punto en que el narcisismo oscurece cualquier atisbo de sensatez.
En la mesa que venía a presidir esta masturbación pública, chirriaba la presencia netamente testimonial de un Pedro Gómez Ballesteros, a quien su sempiterno aspecto de clochard amonado no se le despinta por más nudos que le haga a su corbata. Su beatífica sonrisa venía a poner de manifiesto el servilismo a que es tan dado cuando poderosos intereses lo demandan.
Extraordinariamente significativa también la presencia de Choperitita, ese tipo con aspecto de esparring sonado, a quien papá seguramente instó a asistir a tan magno acto, “hijo que son también los de la tele, los que se inventan eso de que San Isidro es el mundial del toreo viniendo a tapar esta deposición de feria que hemos tenido que confeccionar para llevarnos una buena porción del pastel. Así que tú a frotarle bien al lomo al Gran Charlatán, diciéndole lo guapo que es y lo bien que lo hace“.También en la mesa, ese esforzado ex - matador de Albacete, tan plúmbeo y lineal en su dicción como en su antañón hacer delante de los toros. Un Manuel Caballero untuoso y zalamero que nos contó lo pronto que la SER se hizo un hueco en su orto. O en su aorta. No lo entendí muy bien.
Allí estaba igualmente Antoñete. Cada día más crepuscular y desconocido.Y por supuesto, el extraordinario primera vedette. La principal atracción de este circo mediático. El único, el inimitable (por más que el babanca de Moncholi lo intente), el Gran Charlatán. Un necio que pidió un aplauso para el Director General de la SER que asístía en primera fila a este baño de multitudes, compuestas estas por seudo profesionales del toro caracterizados por su inabarcable capacidad para hacer la rosca y jubilados ociosos, por ser dijo “mi jefe”. Se lo juro a ustedes por la gloria de Manolete. ¡Alucinante!.
Y ese público, merino y dócil, batiendo palmas con sumisa resignación.Pero si ya esto resulta indigesto, mucho más complejo resulta entender qué hacía allí un Julio Aparicio atezado de campo y con la gomina fresca repartiendo abrazos de trazo cortijero, o ese Leandro Marcos con su tupé haciendo equilibrio sobre su despejada frente de familiar de Herman Monster, o ese famélico de interés David Mora, o los pegapases de Joselillo, Alberto Aguilar y Sergio Marín. Una piara de toreadores más pendientes de resultar graciosos que de caer en gracia. Haciendo la rosca, pintando la mona. Roneando, vaya. Al retortero de un tipo que hace con ellos mangas y capirotes, pero a quien se arriman con gatuna melaza para ganarse su aprobación.
¿Qué habéis hecho de la dignidad?.
Al término de esta proverbial cochambre, un hato de jubilados se hacinaba en las proximidades de quienes repartían el panfleto que daba pábulo a esta exhibición de notoriedad, como esas carpas que malviven en aguas fecales y estancadas y se revuelven unas contra otras en un amasijo de escamas cuando alguien les echa un mendrugo de pan duro.A todo esto, el Gran Charlatán, repartía abrazos y sonrisas con ese aire mongol que se dibuja en lo diminuto y siniestro de su mirada, mientras no le cabía un piñón en el culo.
Francisco Callejo
Francisco Callejo
Señor Callejo, con todas las luces que a encendido, para "presentar" a estos "Iluminados" Creo que se ha quedado un poco corto...Aún quedan oscuras callejuelas donde estos tunantes mal informadores de nuestra más genuina tradición, pasean sus carencias y necedades con la acachofa en los lábios...
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