jueves, 2 de junio de 2011

Las Ventas. La tarde de Palha. David Mora: el primero que lo hace (y nadie lo ve) / José Ramón Márquez

Junio recién inaugurado

La tarde de Palha
David Mora: el primero que lo hace (y nadie lo ve)  


José Ramón Márquez
A la entrada de la plaza, la alegría de encontrarnos con los amigos de Piedrabuena (Paco y Emilio al frente), que, pudiéndose haber venido a ver la de Cuvillo o la de Juampedro, se apuntan a la de Palha. Y vaya lío con lo de Palha, que te lees el resumen que ponen en el programa y ahí hay de todo, desde Concha y Sierra hasta Ibán, pasando por Tulio, Oliveira Irmaos o Torrealta.

¡Vaya usted a saber lo que hay de verdad y lo que el ganadero no cuenta!, porque a mí a lo que más me recordó el conjunto del ganado de hoy, en cuanto al tipo, fue a Miura, y a J. también. Pero a A. le parecían Contreras y a F. le parecían Ibán. Y es que yo creo que nadie es capaz de reconocer cuál es el tipo de Palha. En conjunto la corrida fue grande y fea, descolgada, agalgada, basta de hechuras, estrecha de sienes, muy alta. Hubo dos colmos de fealdad bovina que fueron el primero, Peluquero I, número 612, y el tercero, Arbolario II, número 186. Puestos a buscar Contreras, para mí el más en ese tipo fue el segundo, Lezirio, número 228, mismo nombre de un gran toro del año anterior, que fue devuelto a los corrales por el celo de Manolo, barruntando acaso el Conflicto de Orden Público que él tanto teme.

El delito que cometió Lezirio fue el mismo que el de los seis de Parladé/juampedro del día 20, pero por alguna causa insondable, a aquellos despojos no hubo forma de que nos los quitase de la vista el mismo Manolo mediante la exhibición de su moquero verde, y a este Lezirio los dos tumbos que se pegó le valieron la solitaria muerte a puntilla en la oscuridad de un chiquero. Luego, para sacar pecho, también puso fuera de juego al sexto, Sardinero, número 278, para que nadie diga por ahí que Manolo se casa con nadie y que él extrema siempre el celo profesional, pero especialmente si quienes están en el ruedo son de pocos posibles.

Luis Bolívar, Salvador Cortés y David Mora se apuntaron a despachar esta corrida, a la que los torerillos de postín, por más poderosos que sean, no quieren ni ver. ¿Por qué será?

Luis Bolívar no acaba de arrancar en serio. Anda matando las corridas duras, pero no inspira más interés que el que se deriva de esa circunstancia. Por seguir la corriente, inició la faena a su primero con el inevitable pase cambiado por detrás, la imprescindible pedresina. Su labor con este toro, más feo que pegar a un padre, se puede definir como trashumante, pues en unión del astado fue recorriendo los tendidos 5, 4, 2 y 1, sin que el bicho mostrase feas inclinaciones o ganas de coger. El público fue simpatizando poco a poco con el toro y especialmente cuando, tras perfilarse en la suerte natural bastante por fuera, le arrea un feísimo bajonazo. Hubo hasta quien aplaudió al toro en el arrastre. En su segundo, Peluquero II, número 179, literalmente se le ve perdido, falto de ideas, sin saber qué hacer. Inicia la faena en el 5 y va sacando los muletazos de uno en uno a base de enganchones, descoloques y carreritas. El toro no es fácil, pero el torero no consigue templar al toro y los muletazos le salen enganchados. Da la impresión de que no tiene interés en la faena y de que está deseando acabar, como si estuviese aburrido. Se perfila en la suerte contraria y cobra un eficaz bajonazo que, con la ayuda de los peones, pone al toro en tierra.

A Salvador Cortés lo emplazábamos en la croniquilla de los Victorinos de la pasada feria de abril de Sevilla con un ‘en Madrid nos vemos’, y lo que nos ha traído este reencuentro no ha sido nada halagüeño. Le tocó en primer lugar un sobrero de Carmen Segovia, Canastero, número 17, con el que aburrió a las ovejas. No se puede estar más espeso en una plaza de toros. Era más tedioso y repetitivo que los discos de Luis Llach. Alargó la faena hasta la náusea y aún quería seguir cuando la rebelión cívica a base de silbidos le llevó a darse cuenta de lo pelmazo que estaba. La faena comenzó en el 5, tuvo un interludio en el platillo y finalizó en el 9, diagonal perfecta de la Plaza. Colocó al toro en la suerte natural y se lanzó sobre él cuarteando para cobrar una estocada trasera, tendida y baja. Su segundo, Arbolario I, de primeras engaña, pues parece que es toro con mucho que torear, pero en seguida canta su bondad para la muleta. Cortés propone la faena ahogando al toro y corre que te corre. Una, dos y tres series de redondos rematadas con el indispensable ‘obligado’ y luego dos series de naturales demuestran a las claras dos cosas evidentes: que el toro mete la cara y se entrega cuando se le somete y se le pisa el terreno y que la distancia elegida por el matador es más próxima al toro que la que éste demanda. Prosigue la faena por la derecha con enganchones y remates por alto del tipo ‘obligado’ y traza la diagonal de la Plaza nuevamente, yendo en la faena del 4 al platillo y de ahí al 9, donde se perfila en la suerte contraria para cobrar, echándose fuera, un pinchazo. Luego se perfila en la suerte natural para dejar media estocada baja y tras sacar los peones el acero del bicho, se perfila en la contraria para dejar una nueva media estocada.

El primero de David Mora ha sido el toro más complicado de la tarde, toro con genio, serio y muy alto. El torero ha puesto sobre la arena una disposición realmente inusitada basada en la torería, la verdad y la firmeza. Ver a este muchacho quedarse colocado a la salida del muletazo, con la muleta por delante, presto a tirar del toro es algo tan extraordinario en esta feria ridícula de triunfalismo pueblerino que apenas dábamos crédito a lo que veíamos. Ver a un torero huyendo de la afectación de las posturas monfloritas, con sobriedad, con verticalidad, toreando con el cuerpo, metiendo los riñones en los pases, ha sido como ver un oasis en medio del desierto del Gobi. Mata al toro en la suerte natural de un infecto metisaca echándose fuera y de un bajonazo. Su segundo es un jabonero de Aurelio Hernando, se llama Bombero y su número es el 5. Estirpe de Veragua, decimos en el tendido, y alguien apunta que, por hechura, estirpe de Charolais. Es éste un toro más claro que el primero, al que recibe por bajo con muletazos mandones rodilla en tierra templando mucho y sin que el toro le enganche la muleta. A continuación le torea bien en redondo, citando en rectitud y llevando al toro toreado. Con la izquierda busca de igual manera la posición correcta y lleva al toro sometido, le deja la muleta en la cara y la serie se produce sin carreritas. Aguanta un pavoroso parón en medio de un derechazo, con los pitones del toro a centímetros de las femorales. Mira al tendido, mira al toro, mueve la muleta y resuelve el pase sin enmendarse. ¡Ole, torero! Pone de nuevo sus cartas sobre la mesa: torería, sobriedad, elegancia, clasicismo. El mejor de lo que va de feria, junto a Fandiño. Se tira a matar en la suerte contraria y pincha. A la segunda deja una buena y efectiva estocada arriba, con el defecto de ejecución de que el torero se queda en la cara del toro. Hay muchos que no se han enterado de lo que han visto.

Con los palos, hubo un par de mucha exposición de Juan José Domínguez al tercero y otro de Juan Carlos de Alba al quinto. Tomaron el olivo Domingo Navarro y Juan Carlos de Alba. Picó de manera deplorable José María Expósito y movieron el caballo con gracia para traerse el toro de largo con torería y emoción Ismael Alcón y Luis Miguel Leiro, ambos en el segundo puyazo a sus respectivos toros, el primero y el tercero.

La lidia fue pésima. Hubo muchos capotazos y poco orden.
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