lunes, 7 de mayo de 2012

Kikirikí de Gallo en Madrid / Por José Ramón Márquez


El gallo que Gallo debía a Esculapio, que somos nosotros

Kikirikí de Gallo en Madrid
José Ramón Márquez

¿A quién se le habrá ocurrido programar una corrida de toros justamente tres días antes de que empiece la feria de San Isidro? Imagino que al mismo que ha pensado que después de la feria es la hora de los novilleros y que no hay necesidad alguna de dar esas corridas de toros de julio y agosto con las que nos quitábamos el agobio de tanta gente como hay en la feria. Debe ser por esas cosas empresariales de las que uno no se entera. En cualquier caso, vale más pájaro en mano y bienvenidas sean cuantas corridas de toros se programen, que ya podían dar más toros y menos novilladas, la verdad sea dicha.
    
Hoy, cinco de los toros eran de Martín Lorca, procedencia juampedro, y uno de Escribano Martín, procedencia Martín Lorca, que según la Unión de Criadores lo de Martín Lorca ya está en el camino de convertirse en encaste propio. Acaso se les haya ocurrido ir dando carácter propio a diversas franquicias del uniencaste para no estar repitiendo tan cansinamente siempre lo mismo y para que, de esa manera, dé la impresión de que los animales proceden de orígenes variados.
    
Pues la dicha procedencia Martín Lorca echó por delante dos novillejos bastante flojos, el primero de los cuales se escobilló un pitón al rajar el capote de Salvador Vega. Luego salió el de Escribano Martín, procedencia Martín Lorca, bragado corrido, largo y ensillado y en seguida el resto de los de hierro y procedencia Martín Lorca, con más plaza, de los cuales el sexto fue flojísimo. La verdad es que ni mucho menos es la corrida que a uno le hubiese gustado llevar a Madrid, si uno fuese ganadero, pero se comprende que las juveniles lecturas de Fernández Salcedo le desarreglaron a uno para entender la cosa ganaderil en los términos que hoy se mueve. Digamos que el tercero y el cuarto, Humano, número 58, y Pomelo, número 42, fueron los toros de más carácter y los que a uno le hubiese gustado ver en las manos del triunfador de la tarde, de lo que se hablará más adelante.

    Para dar cuenta de los martinlorca se anunciaron Salvador Vega, Eduardo Gallo y Oliva Soto.
Eduardo Gallo ha tenido hoy en Madrid su actuación más seria desde su presentación de novillero hace ocho años, trayendo a la Plaza idénticos argumentos a los que en 2004 hizo concebir las mejores expectativas a algunos aficionados.
Gallo ha planteado sus dos actuaciones de esta tarde con una gran verdad, con oficio sobrado para ir metiendo al toro y al público en unas sólidas faenas, concebidas desde la renuncia a ceder la posición al toro, el toreo basado en la quietud, la verticalidad, el aguante  y el buen gusto. Eduardo Gallo ha traído hoy a Las Ventas el contramodelo de la tauromaquia al uso, faenas en un palmo de terreno, con pases largos y mandones, con elegante juego de muñecas para dejar colocado al toro, con ligazón basada en no rectificar la posición, con valentía y aguante. Dos faenas de un corte muy similar en las que comienza haciéndose con el toro, trabajando, y culmina con el pleno dominio del bicho y toreando con gran hondura y muchísima verdad y sosiego.

Al primero lo picó con gran sabiduría Francisco Tapia; el segundo anduvo dando tumbos por la Plaza y recibió muchos capotazos, le brinda la muerte de ese toro a un Hombre de Respeto en la barrera del siete y, con una desusada torería, le hace la faena enfrente, para él.
Es la del segundo una faena a más, en la que la sosería del toro hace que el público tarde en entrar, y que culmina con unos espléndidos naturales en los que el torero busca la verdad del cite canónico. Faena unitaria, armada, que constituye una obra ensamblada, completa de principio a fin. Le pondremos al torero el pero de esos invertidos circulares tan horribles y tan pueblerinos que usó en sus dos toros, pero viendo cómo ruge el personal con ellos, acaso sea que los equivocados somos nosotros y que la tauromaquia vaya por esos derroteros. En cualquier caso, nada pintaban esos pases tan antiestéticos, ese brochazo de cal, para un torero que había dibujado con maestría unos pases de trinchera de mucho mando y de sobria belleza.

    Viendo la disposición que trajo Eduardo Gallo a Las Ventas esta tarde hubiese gustado poder verle con los toros de más nervio, que les tocaron para su desdicha a los otros dos matadores, pero en cualquier caso el salmantino demostró una vez más que tan importante es que embistan los toros como que embistan los toreros, y eso es lo que demostró Gallo desde que hizo a toda prisa el paseo, como si estuviese ansioso de que le llegase su turno cuanto antes.

 Para el día de hoy, tan crucial en su carrera, Eduardo Gallo eligió el vestido más torero que existe, tabaco y oro, precisamente el mismo que vistió el día de su confirmación de alternativa, vestido muy bien elegido porque puede decirse que, tras una larguísima travesía por el desierto, hoy se ha confirmado de veras en Madrid  como torero a no perder de vista, como confirmación de que este torero quiere ser Gallo y no pollo.
Conviene que medite Eduardo Gallo en las razones tan poderosas que hoy ha traído a Madrid y no haga caso a quienes en seguida se van a empeñar en sacarle de la gran verdad que hoy ha proclamado en Las Ventas. Quien le aconseje en sentido contrario, ése será el traidor para el torero.

A la hora de matar, en sus dos toros se perfiló mal, colocándose por fuera y cuarteando en el embroque. En sus dos toros pinchó en el primer encuentro. A los dos los tumbó a la segunda de estocadas deficientes, pero ejecutadas con más fe, y con más ganas de herir, desprendida la del primero, delantera con derrame la del segundo, ambas de gran efectividad.
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