lunes, 7 de mayo de 2012

La casa de Dominguín


      Para la mayoría, decir Dominguín es decir la afamada dinastía taurina oriunda de Quismondo. Hay quien no sabe, sin embargo, que ese mismo apodo lo habían llevado con anterioridad otros toreros madrileños de funesto sino, Domingo y Andrés del Campo Alcaraz, matador de toros y de novillos, respectivamente, Dominguín en los carteles

Domingo del Campo Dominguín
Madrid, 1873 - Barcelona, 1900

      Las circunstancias de la muerte de Domingo del Campo en Barcelona a causa de la cornada que le infirió el día 7 de octubre de 1900 el toro Desertor, número 133, de Miura a la salida de un encuentro con el caballo que montaba Badila, mientras el torero estaba situado para hacer el preceptivo quite, son harto conocidas y no merece la pena detenerse en ellas. Acaso si que merezca resaltar que Domingo, domiciliado en la Cava Baja número 36, fue el último de los toreros que mantuvo viva la antigua tradición entre los de coleta de vestir los días de Jueves y Viernes Santo y el día de San Isidro con calañés, faja multicolor, traje corto de color negro y multitud de alhajas; fue el último de los toreros que conservó el sello típico y las costumbres especiales que hacían de ellos seres distintos de todas las demás clases sociales.

      De los cuatro hermanos varones de Domingo –también había dos mujeres-, sólo Andrés, catorce años menor que el matador de toros, había mostrado interés por el toreo. En el mismo año de la muerte de su hermano Andrés, el día 21 de julio de 1900, se anuncia junto a Platerito para matar becerros de Laviada en El Escorial. Luego, a raíz de la tremenda impresión de la muerte de Domingo se distancia de los ruedos, pero en 1906 retorna al ejercicio de la novillería adoptando el apodo familiar. Debuta en Madrid para matar un novillo de Biencinto, con Gallito Chico, Infante y Calderón el 8 de noviembre de 1906.

Andrés del Campo Dominguín, 
Madrid, 1887 - 1913

      Hacia el año de 1913, Andrés, con veinticinco años, ya se agota como novillero. Es torero poco fino, con poca sabiduría, con escasos recursos, aunque de gran valor y mayor pundonor. Pasa el mes de enero en Córdoba, preparándose para la crucial temporada que le espera, junto con Pepe Melones y Bojilla, el mozo de estoques deBombita. Les confiesa:

      -Podéis creerme. Estoy verdaderamente amargado del oficio. Todos los novilleros más modernos que yo como Celita y Torquito son ya matadores de toros y yo soy novillero perpetuo, sin lograr la alternativa.

      Se anuncia el día 9 de febrero en la Plaza Vieja de Madrid para matar la primera corrida de la temporada, para vérselas, junto con Conejito III y Pedro Carranza –mal llamado por algunos Algabeño II- con un pésimo ganado de don José Bueno. Sale el primer toro de la tarde, Escribano, número 56, negro corniapretado. Al ir a dar un recorte, capote al brazo, frente al tendido 1, el torero es empitonado por el vientre y volteado. El diestro se levanta, llevando las manos a la región herida, y cae casi desvanecido en brazos de los monos, que le trasladan rápidamente a la enfermería donde entra medio inconsciente.

Cogida de Dominguín en la Plaza Vieja

      Le atienden los doctores Villa y Recatero, que en seguida se dan cuenta de la gravedad de la herida. El herido permanece en la enfermería de la Plaza hasta algo antes de las seis de la tarde en que se autoriza su traslado hasta su domicilio, calle del Ave María número 15, segundo piso. 
      El transporte del herido se realiza en una moderna camilla que había regalado Bombita, una verdadera cama que evitaba que los movimientos de los porteadores repercutieran en el enfermo. Pese a esas comodidades, el traslado del herido debió ser penosísimo, pues había que detenerse cada veinte pasos para que el doctor reconociera al herido, que se quejaba de agudos dolores en el vientre y de ahogos, haciéndose preciso ponerle una inyección de aceite alcanforado en el cruce de las calles de Narváez y O’Donnell.

Los monos llevan a Dominguín a la enfermería

      Una vez instalado en su casa, el diestro es reconocido por los doctores Mascarell, Ruiz Albéniz y Recatero, que comprueban que el asta le había perforado, además, la vegiga A la una de la madrugada se le interviene, en una larga operación de dos horas y media; a la salida de la misma los médicos son pesimistas sobre la evolución del torero. A las once de la mañana del día 14 se le practica una cura y mediada la tarde el corazón del herido comienza a funcionar con gran anormalidad. A las seis se le reanima con una inyección de cafeína. Dominguín, con gran entereza le dice al médico:

      -”Hagan lo que quieran, todo lo resisto, con tal de que pueda matar un par de toros este abono”

      A esas horas su situación es ya desesperada. A las ocho se despide de su banderillero Pepillo:

      -“Ahora si que se acaba esto. Adiós amigo”.

      A las ocho y diez, y pese a todos los cuidados médicos que recibió, Andrés entregó su alma, rodeado de su familia, cuadrilla y amigos. Su padre, resignado, exclama:

      -“¡Dichosos toros! Me dejan sin hijos.

Salida del cortejo fúnebre de la casa del torero

      Al día siguiente, en la calle del Ave María y en las calles próximas Tres peces, Olmo, Cabeza y Magdalena se agolpaba un gentío compuesto casi en su totalidad por obreros y gente del pueblo que se disponían a rendir su homenaje de cariño al diestro fallecido. 

      A las cuatro de la tarde bajaron a hombros el féretro que contenía el cuerpo de Dominguín entre Algabeño, Segurita, Montañés, Limiñana y sus banderilleros Ahijao y Pepillo. No consintieron estos en colocar el féretro en la carroza y, alternandose en cortos trayectos, el cadáver fue transportado a hombros de todos cuantos picadores, banderilleros, novilleros y aspirantes había en Madrid. 
Subió la comitiva hacia la calle Magdalena y luego continuó su camino por la Plaza del Progreso –actual Tirso de Molina- y las calles del Duque de Alba, San Millán y Toledo, que estaban totalmente ocupadas por numeroso público, hasta la Puerta de Toledo, donde al fin se colocó el féretro en la carroza. Desde ahí partió el séquito, acompañado por multitud de personas, hasta la sacramental de San Lorenzo, en cuyo patio de Nuestra Señora de la Portería fue inhumado, junto a los restos del hermano, fallecido trece años antes.

La casa de Dominguín, Ave María, 15, en la actualidad
***
      En la muerte de los dos hermanos Dominguín se dan algunas curiosas coincidencias. Ambos son cogidos por el primer toro de la tarde, ambos con el capote, los dos estaban acompañados en su tarde funesta en el cartel por un Algabeño, en las dos corridas se da la circunstancia de que además de Dominguín, fue cogido otro torero.
***

1 comentario:

  1. Pues según mis notas la casa de Dominguín es la calle Sin pecado concebida s/n.

    ResponderEliminar