viernes, 29 de junio de 2012

Plazas cubiertas / Rafael Comino Delgado


Plazas cubiertas 

Rafael Comino Delgado
Académico de Medicina y Cirugía

Cádiz, 29/06/2012.- La Fiesta de los toros es un espectáculo, generalmente, caro, pues el montaje de una novillada o corrida cuesta mucho dinero, y como consecuencia el precio de las entradas ha de ser alto. Ante esos precios, a la hora de decidir ir a la plaza, los aficionados han de pensárselo detenidamente, y más en los tiempos de enorme crisis que vivimos. 

Por otra parte el resultado de un festejo depende de múltiples factores, entre los que hay algunos parcialmente controlables, como son el juego de los toros durante la lidia y lo inspirado del artista, es decir el torero. Incluso las ganaderías de más prestigio pueden echar una mala corrida, porque lo que el toro lleva dentro nadie lo sabe a ciencia cierta. Por lo que al torero se refiere, ciertamente los hay más predecibles, pero nunca al cien por cien. 

Sin embargo hay una serie de factores, que influyen mucho en el resultado del festejo, que parece mentira no estén controlados en el siglo XXI. Me refiero a la lluvia y al viento, que en ferias de Primavera y Otoño, sobre todo en algunas zonas, tienen gran repercusión. ¿Cuántas veces hemos visto desarrollarse una corrida bajo intensa lluvia- lo cual es muy molesto para torero y público- o con gran viento, enemigo número uno del toreo?. 

Hemos de añadir a esos factores otros susceptibles de amplia mejora. Me refiero a la comodidad de algunas plazas, francamente mejorable, y al sol que media plaza debe soportar. 

Todos estos aspectos se podrían corregir simplemente cubriendo las plazas; todas, pero especialmente las de primera. La persona que paga 20, 30 y hasta más de 100 euros por una entrada lo menos que puede exigir es cierto grado de comodidad. 

Resulta incomprensible que en ferias como las de Sevilla o Madrid, de repercusión mundial, todavía queden estos factores al albur climatológico. 

En cualquier aspecto de la vida hay que evolucionar, e ir adaptándose a los nuevos tiempos; lo contrario conduce inexorablemente al desastre. 

En definitiva creo que cada vez hacemos más a favor de alejar a los aficionados de las plazas, y solo me he referido a aspectos fácilmente evidenciables pues hay otros, algo más ocultos, de los que algún día hablaremos. 

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