miércoles, 25 de julio de 2012

LA GLORIA EN UNA MALETA / Por Jesús Cuesta Arana

Pepete es sacado de la plaza por la Fuerza Pública

          
                                 LA GLORIA EN UNA MALETA  

DEDICATORIA:
A Paco Laguna que viste de luces la palabra y  la amistad..


Jesús Cuesta Arana /  EL SUR DE LUCES                                                                                 
Pintor y escultor

  Entre el hormiguero  de maletillas –en la renombrada década de los sesenta– que pululaban  por Alcalá de los Gazules  y sus andurriales, sobresalía uno que respondía por El Águila y su heterónimo Pepete. Por los dos remoquetes era conocido. No despachaba bien en estatura; pero si muy echao p´alante y más listo que Lepe,  Lepijo y su hijo. Tenía mucho jarrete y la timidez se le voló desde la cuna. Vestía siempre con ropa tejana y no usaba jamás gorrilla, sino que lucía los pelos hirsutos ( un pelao a lo cerro Muriano, de los reclutas de la época). Tenía más pinta de rocker del momento que de torerillo. Como atesoraba tan buena labia e ingenio en los quiebros y requiebros encandilaba a las mocitas por merecer.

     Para orientarse o el husmeo cierto de los tentaderos, en eso: nadie le mojaba la oreja. Brujuleaba por aquí y por allí como nadie. Un lince mestizo con gandano (zorro). Razón por la cual los demás maletillas le profesaban un respeto imponente, con su prurito, claro, de interés y conveniencia por medio.

      Pepete, o mejor dicho El Águila era un pájaro migratorio de cuidado al que le gustaba volar en solitario. Un día de invierno –con un frío de afilados pitones– se le vio con su hatillo abandonar el pueblo. Se fue a la francesa (una vieja moda del   siglo XVIII, en Francia que consistía en despedirse de una reunión sin decir ni pío; sin despedirse de nadie, menos mal que con el tiempo se tomó tan rara actitud como falta de educación, y hoy por suerte nuestros vecinos ha canjeado el mutis por el foro por besos y abrazos, como debe ser; aunque como en todo, sigue habiendo excepciones). El Águila levantó el vuelo donde los vientos lo quisieran llevar.

     Corrió el tiempo con su lidia y aquel osado maletilla se lo había tragado el mapamundi del titirimundi. A lo mejor desengañado había vuelto a sus lares granadinos. El chaval se estaba yendo ya al tallo y las oportunidades no eran brevas que cayeran cada día  del cielo. En parafraseo con la vieja petenera “al pie de un árbol sin fruto se puso a considerar/ que pocos amigos tiene el que no tiene que dar”.

      Unos meses más tarde –el que suscribe– quiso la gran casualidad de encontrase al maletilla de los dos motes en Algeciras. Alojado en una pensión a la vera del mercado de abastos (un alarde arquitectónico del  maestro Torroja). Se le veía tan lanzado como siempre. Nos sentamos en la terraza de un bar. Le pregunté cómo le había ido todo éste tiempo de silencio. Con el semblante iluminado me dijo:

–Espérate un momento.

     Traspuso por una calle y me dejó con la intriga y hasta llegué a formarme en la mente raras cavilaciones. Pero  los infundios se me despejaron cuando a los pocos minutos apareció el  torerillo con su sempiterno atuendo de vaquero. Portaba una desvencijada maleta de cartón:

  –Me he hecho famoso en toda España y parte del extranjero y tú todavía 
  no te has enterado. Hay que estar más en el mundo hermano.              

    Engorda mi perplejidad por momentos. De pronto, Pepete el Águila abrió la maleta y empezó a sacar periódicos y revistas. En algunas publicaciones llegó a ser portada. Sus gestas y sus gestos eran noticias a grandes titulares: se había tirado de espontáneo con capote en ristre  al césped del estadio Bernabeu, para torear al árbitro (que además era suizo para más choteo). Jugaban el Real Madrid y el Inter de Milán. El suceso por lo insólito causó un gran revuelo y hasta firmas de gran relieve se ocuparon del sensacional momento.

       Otra noticia: “ un maletilla se encarama a los más alto del edificio Fénix, en la Plaza de las Tendillas de Córdoba para pedir una oportunidad” .¿Quién iba a ser …?  Pepete allí en lo más alto con toda la ciudad de  Séneca y Manolete a sus pies, y de la estatua ecuestre de Mateo Inurria –abajo mismo del Gran Capitán con la faz de Lagartijo. Desplegó una pancarta al viento donde se leía a las claras en mayúsculas. “QUE SEA LA DOCTA CÓRDOBA LA QUE DIGA ERES TORERO PEPETE” ( Esta vez utilizó el mote Pepete y no el más propio de El Águila). Conservo varias fotografías del momento regaladas por él  de aquél mismo día, en una de ellas figura ésta dedicatoria: “La más grande exhibición de un “maletilla” (el entrecomillado es suyo), en la ciudad de los Califas jamás realizada por ningún otro. Dispuesto a batir todos los records en la Fiesta de los Toros. El Águila”. Lo convencieron a que bajara de las alturas y le dieron una oportunidad en Granada, pero todo  quedo en ni fu ni fa. 

      Nueva ocurrencia: recorrió todas las redacciones pidiendo, sin pudor, que publicaran su intención de casarse con anciana millonaria para que lo sacara adelante. Y algunos rotativos picaron. Pero nada. Otra chaladura a la papelera de reciclaje.

     Al final, Pepete  (o el Águila) se quedó en maletilla raso. Quiso torear a la fama antes que al toro. Por eso su gloria quedó sepultada  en una abollada maleta de cartón, dormida para siempre en la noche de los tiempos y condenada a no levantar nunca el vuelo. Una cosa es la fama efímera y otra la gloria eterna reservada solo para los grandes dioses. Pero de todas formas, aunque Pepete equivocara los aires por donde planear, seguro que le quedó el consuelo –como a otros muchos– que al pájaro aunque le corten las alas siempre le queda el sueño de volar.

El maletilla, El Águila llegó a los más alto....

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