Pepete es sacado de la plaza por la Fuerza Pública
LA GLORIA EN UNA MALETA
DEDICATORIA:
A Paco Laguna que viste de luces la palabra y la amistad..
Jesús Cuesta Arana / EL SUR DE LUCES
Pintor y escultor
Entre el hormiguero de maletillas –en la renombrada década de los
sesenta– que pululaban por Alcalá de los
Gazules y sus andurriales, sobresalía
uno que respondía por El Águila y su heterónimo Pepete. Por los dos remoquetes
era conocido. No despachaba bien en estatura; pero si muy echao p´alante y más listo que Lepe, Lepijo y su hijo. Tenía mucho jarrete y la
timidez se le voló desde la cuna. Vestía siempre con ropa tejana y no usaba
jamás gorrilla, sino que lucía los pelos hirsutos ( un pelao a lo cerro Muriano, de los reclutas de la época). Tenía más
pinta de rocker del momento que de
torerillo. Como atesoraba tan buena labia e ingenio en los quiebros y
requiebros encandilaba a las mocitas por merecer.
Para orientarse o el husmeo cierto de los
tentaderos, en eso: nadie le mojaba la oreja. Brujuleaba por aquí y por allí
como nadie. Un lince mestizo con gandano (zorro).
Razón por la cual los demás maletillas le profesaban un respeto imponente, con
su prurito, claro, de interés y conveniencia por medio.
Pepete, o mejor dicho El Águila era un
pájaro migratorio de cuidado al que le gustaba volar en solitario. Un día de
invierno –con un frío de afilados pitones– se le vio con su hatillo abandonar
el pueblo. Se fue a la francesa (una vieja moda del siglo XVIII, en Francia que consistía en
despedirse de una reunión sin decir ni pío; sin despedirse de nadie, menos mal
que con el tiempo se tomó tan rara actitud como falta de educación, y hoy por
suerte nuestros vecinos ha canjeado el mutis por el foro por besos y abrazos,
como debe ser; aunque como en todo, sigue habiendo excepciones). El Águila
levantó el vuelo donde los vientos lo quisieran llevar.
Corrió el tiempo con su lidia y aquel
osado maletilla se lo había tragado el mapamundi
del titirimundi. A lo mejor desengañado había vuelto a sus lares
granadinos. El chaval se estaba yendo ya al tallo y las oportunidades no eran
brevas que cayeran cada día del cielo.
En parafraseo con la vieja petenera “al pie de un árbol sin fruto se puso a
considerar/ que pocos amigos tiene el que no tiene ná que dar”.
Unos meses más tarde –el que suscribe–
quiso la gran casualidad de encontrase al maletilla de los dos motes en
Algeciras. Alojado en una pensión a la vera del mercado de abastos (un alarde
arquitectónico del maestro Torroja). Se
le veía tan lanzado como siempre. Nos sentamos en la terraza de un bar. Le
pregunté cómo le había ido todo éste tiempo de silencio. Con el semblante
iluminado me dijo:
–Espérate
un momento.
Traspuso por una calle y me dejó con la
intriga y hasta llegué a formarme en la mente raras cavilaciones. Pero los infundios se me despejaron cuando a los
pocos minutos apareció el torerillo con
su sempiterno atuendo de vaquero. Portaba una desvencijada maleta de cartón:
–Me he hecho famoso en toda España y parte
del extranjero y tú todavía
no te has enterado. Hay que estar más en el
mundo hermano.
Engorda mi perplejidad por momentos. De
pronto, Pepete el Águila abrió la maleta y empezó a sacar periódicos y
revistas. En algunas publicaciones llegó a ser portada. Sus gestas y sus gestos
eran noticias a grandes titulares: se había tirado de espontáneo con capote en
ristre al césped del estadio Bernabeu,
para torear al árbitro (que además era suizo para más choteo). Jugaban el Real
Madrid y el Inter de Milán. El suceso por lo insólito causó un gran revuelo y
hasta firmas de gran relieve se ocuparon del sensacional momento.
Otra noticia: “ un maletilla se encarama
a los más alto del edificio Fénix, en la Plaza de las Tendillas de Córdoba para
pedir una oportunidad” .¿Quién iba a ser …?
Pepete allí en lo más alto con toda la ciudad de Séneca y Manolete a sus pies, y de la estatua
ecuestre de Mateo Inurria –abajo mismo del Gran Capitán con la faz de Lagartijo.
Desplegó una pancarta al viento donde se leía a las claras en mayúsculas. “QUE
SEA LA DOCTA CÓRDOBA LA QUE DIGA ERES TORERO PEPETE” ( Esta vez utilizó el mote
Pepete y no el más propio de El Águila). Conservo varias fotografías del
momento regaladas por él de aquél mismo
día, en una de ellas figura ésta dedicatoria: “La más grande exhibición de un
“maletilla” (el entrecomillado es suyo), en la ciudad de los Califas jamás
realizada por ningún otro. Dispuesto a batir todos los records en la Fiesta de
los Toros. El Águila”. Lo convencieron a que bajara de las alturas y le dieron
una oportunidad en Granada, pero todo
quedo en ni fu ni fa.
Nueva ocurrencia: recorrió todas las
redacciones pidiendo, sin pudor, que publicaran su intención de casarse con
anciana millonaria para que lo sacara adelante. Y algunos rotativos picaron.
Pero nada. Otra chaladura a la papelera de reciclaje.
Al final, Pepete (o el Águila) se quedó en maletilla raso.
Quiso torear a la fama antes que al toro. Por eso su gloria quedó
sepultada en una abollada maleta de
cartón, dormida para siempre en la noche de los tiempos y condenada a no
levantar nunca el vuelo. Una cosa es la fama efímera y otra la gloria eterna
reservada solo para los grandes dioses. Pero de todas formas, aunque Pepete
equivocara los aires por donde planear, seguro que le quedó el consuelo –como a
otros muchos– que al pájaro aunque le corten las alas siempre le queda el sueño
de volar.
El maletilla, El Águila llegó a los más alto....
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