
'..resulta inquietante escuchar elogios a la diversidad cultural desde una ciudad que prohibió una manifestación cultural propia. La FIL nos recuerda que la cultura florece donde hay libertad, diálogo y memoria compartida..'
Barcelona y el precio de la coherencia
"...La cultura florece donde hay libertad, diálogo y memoria..."
Antonio Casanueva
Ciudad de México, 06 Dic 2025
La Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) es el mayor encuentro cultural e intelectual del mundo hispanohablante: un espacio plural donde el libro convoca a las artes, las ideas y a las culturas del mundo para dialogar, reconocerse y enriquecerse entre sí. En 2025, la ciudad invitada fue Barcelona.
En el discurso inaugural de la FIL, Jaume Collboni, alcalde de Barcelona, afirmó que su ciudad es "abierta, global, que piensa, escribe, lee y ama en catalán y en castellano". Presentó a Barcelona como un lugar bilingüe, diverso e inclusivo, donde ambas lenguas conviven de forma natural.
Mientras lo escuchaba, recordé una escena de la película Un filósofo en la arena en la que Francis Wolff se niega a acompañar a los productores a Barcelona.
El discurso el alcalde de Barcelona hablaba de apertura y pluralidad, pero la historia reciente de la ciudad cuenta otra cosa: cuando una expresión cultural resulta incómoda para el poder, se le censura. Y la tauromaquia ha sido su víctima más visible. No solo es contradictorio defender la pluralidad en Guadalajara y, al mismo tiempo, negar la diversidad cultural en Barcelona: es incoherente.
Wolff explica que no puede pisar una ciudad que ha vetado los toros, porque ese acto responde a una forma de intolerancia política. Sostiene que un filósofo debe ser coherente con los valores que defiende y que, por ello, no podía viajar a un lugar donde se censura lo distinto. Su negativa no era un gesto menor: contenía un argumento ético que hoy vuelve a resonar.
No deja de ser revelador –y quizás también contradictorio– que Collboni presente hoy a Barcelona como una ciudad abierta y global, un puente transatlántico llamado a construir un futuro compartido entre España, Europa e Hispanoamérica. Más adelante añadió: "Vendrán las flores… no solo es expresión de esperanza, es una declaración de confianza en la capacidad humana de recomenzar". Con esa imagen buscaba mostrar una ciudad que florece gracias a su diversidad y a la aparición de nuevas voces literarias, y reforzar la idea de Barcelona como un ecosistema cultural plural y en constante transformación.
Si la cultura es diálogo y pluralidad –como la FIL se empeña en recordar–, prohibir expresiones culturales no es progresismo: es empobrecimiento.
En el pasado, Barcelona fue un auténtico puente cultural entre México y Europa. Allí desembarcaban los toreros mexicanos para abrirse camino por el resto de España. Armillita Chico, por ejemplo, alcanzó triunfos memorables en la Monumental: en 1934, cortó los máximos trofeos a "Clavelito", de Justo Puente, alternando con Belmonte y Marcial Lalanda; al año siguiente, repitió la hazaña con otro "Clavelito", de Anastasio Fernández. Carlos Arruza, por su parte, llegó a torear diez tardes consecutivas en 1944 y, a mediados del siglo XX, se convirtió en el primer matador en cobrar un millón de pesetas por una sola corrida –un récord que subrayaba no solo su categoría artística, sino su capacidad de convocatoria.
Ese flujo artístico entre México y Barcelona contribuyó a tejer una historia compartida que hoy resulta difícil conciliar con la prohibición vigente.
En 2010, esa misma ciudad aprobó una prohibición que Wolff calificó como un acto de censura cultural: al eliminar las corridas, no desaparece un espectáculo, sino un entramado simbólico, una memoria colectiva, una genealogía estética que formó parte de Cataluña durante siglos.
Jaume Collboni, el alcalde que en Guadalajara dijo defender la pluralidad y la cultura, en otras ocasiones ha declarado que le parece descabellado que vuelvan las corridas a Barcelona: "No tendría ningún sentido. Cuando se prohibieron ya iba muy poca gente y seguro que se hubiera acabado cerrando el coso."
Para Wolff, la importancia de la tauromaquia no está en su rentabilidad, sino en sus valores éticos y estéticos. Medirla por su facturación es empobrecerla.
Ojalá que la visita de Jaume Collboni a la FIL Guadalajara lo lleve a reflexionar sobre las posturas censoras que algunos de sus paisanos han adoptado en torno a la cultura. Como recordó Karla Planter, Rectora General de la UdeG, la FIL "es un espacio plural, un sitio para el diálogo racional que pone en práctica los valores cívicos y humanos… nutre a nuestra idiosincrasia con la riqueza cultural del mundo y también proyecta lo que somos en el ámbito universal".
Sus palabras subrayan algo esencial: la pluralidad no se declama, se practica. Y la intolerancia hacia las expresiones culturales –cualquier expresión, también la taurina– es siempre una amenaza. Planter alertó sobre "la instalación del odio entre razas, naciones y grupos socioculturales… el abandono de la moderación, el diálogo razonable y la conciliación civilizada". Su advertencia invita a reconocer esos riesgos y a defender, con hechos y no solo con discursos, la apertura cultural que la FIL pretende encarnar.
Por eso resulta inquietante escuchar elogios a la diversidad cultural desde una ciudad que prohibió una manifestación cultural propia. La FIL nos recuerda que la cultura florece donde hay libertad, diálogo y memoria compartida. Que la presencia de Barcelona en Guadalajara no se quede en un eslogan bienintencionado, sino que sea el primer paso hacia una reconciliación con todas sus culturas, incluso aquellas que decidió silenciar.
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