Antonio Capmany y Mompalau
- La biografía de Don Antonio es extensa y densa, pero hoy, día en el que conmemoramos los doscientos años de su muerte, vamos resaltar su taurinismo, su afición por la fiesta de los toros, suya fue la iniciativa de que se desterrase la norma que prohibía las corridas de toros. El defendió con éxito ante las cortes gaditanas la continuidad de la fiesta.
ACTO EN RECONOCIMIENTO Y HOMENAJE AL DIPUTADO DE LAS CORTES DE CÁDIZ DON ANTONIO CAPMANY Y MONTPALAU CON MOTIVO DE CUMPLIRSE EN EL AÑO ACTUAL LOS DOS SIGLOS DE SU FALLECIMIENTO, PROMOVIDO A INSTANCIA DE DON ALFONSO GÓMEZ Y ORGANIZADO POR EL AYUNTAMIENTO DE CÁDIZ Y LA ASOCIACIÓN TAURINA PARLAMENTARIA (ATP) EN LA CASA DE IBEROAMERICA DE CÁDIZ.
CADIZ 21 DE DICIEMBRE DE 2013
INTERVINIENTES:
D. MIGUEL CID, Presidente de la Asociación Taurina Parlamentaria y Escalera del Éxito 44
Doña BEATRIZ BADORREY, Profesora de Historia del Derecho y Secretaria General de la UNED.
D. DOMINGO ECHEVARRIA, Unión de Federación Taurinas de España (UFTE).
D. JUAN MANUEL ALBENDEA, Presidente de la Comisión de Cultura del Congreso.
D. ALFONSO GÓMEZ, Abogado, escritor y Académico correspondiente de la Academia de Córdoba.
D. GUILLERMO BOTO, Medico, historiador y moderador del acto.
Con antelación al acto central de reconocimiento y homenaje a Don Antonio Capmany se procedió a una ofrenda floral en su memoria sobre su lapida fúnebre depositada en el Museo de las Cortes de Cádiz; posteriormente la alcaldesa de Cádiz Doña Teofila Martínez daría la bienvenida a los participantes y se daría lectura a una carta de adhesión al acto remitida por el Presidente del Senado Don Pío García Escudero.
TEXTO LITERAL DEL DISCURSO DE ALFONSO GÓMEZ
“Antonio Capmany o la españolidad de un catalán”
EXCMA SEÑORA ALCALDESA DE CADIZ,
DIGNAS AUTORIDADES, SEÑORAS Y SEÑORES.
Supone para mi un altísimo honor el encontrarme hoy en esta ciudad y una gran satisfacción el poderme dirigir a todos ustedes. Les diré que cuando afirmo que, me honra esta intervención ante este auditorio, no estoy haciendo un panegírico más o menos protocolario forzado por las circunstancias ni una alabanza de compromiso; Cádiz es una ciudad que por muchos motivos ocupa un lugar muy especial en mi corazón.
Los olores y sabores de esta ciudad me trasladan a mi niñez; veranos placidos en las inmediaciones de la playa la Victoria o, también, un verano especialmente agitado como aquel de 1947, en el que junto a mis padres, desorientados, angustiados y abatidos, en una madrugada terrorífica, no sabían donde guarecer a su prole con un mínimo de seguridad ante la hecatombe que envolvía la ciudad. Un agosto de 1947, especialmente trágico, que se cerraría con la muerte en la plaza de toros de Linares de un torero inmortal, me refiero a Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”. Pero vivencias, tanto sean positivas o negativas, calan en el alma del ser humano y perfilan los afectos y las preferencias y utilizando un término muy taurino, conforman las querencias.
Señores, creanme, yo tengo querencia por Cádiz. Esta ciudad que tanto me ha atraído, fue la sede a la que opté para cumplir mis deberes militares; junto a la Plaza del Teatro Falla, dentro del hospital militar, se encontraba, entonces la farmacia militar; fíjense que por extrañas carambolas del destino un tierno licenciado en Derecho se convertía en todo un farmacéutico militar. Fue ese periodo de tiempo el que, definitivamente, me enganchó con Cádiz y los gaditanos y que ya duraría de por vida.
Pero quiero que sepan que ese amor hacia esta tierra viene de familia, mi padre Juan Gómez Crespo, eligió su primer destino como catedrático de Historia, precisamente, esta ciudad, donde permanecería varios años. Siendo en 1944 y 1945 laureado con todos los honores en las III y IV Justas Literarias de Cádiz. El primer año fue galardonado por su trabajo “Cádiz, la ciudad más antigua de Occidente”, el siguiente año recibiría el premio por un estudio que llevaba por titulo “La importancia marítima de Cádiz especialmente en el aspecto comercial y militar”.
Les decía que esta intervención representa para mí un gran honor, pero también una gran satisfacción, hoy venimos a recordar a Don Antonio Capmany y Mompalau. Se cumplen en este año 2013, dos siglos de su fallecimiento ocurrido, precisamente, en esta ciudad y esta efemérides no debe pasar desapercibida.
¿Y quien fue Don Antonio Capmany y Mompalau? Podrá preguntarse alguno. Pues bien, muy brevemente, porque en esta mesa se encuentra la profesora Beatriz Badorrey, verdadera experta en historia y estudiosa de temas relacionados con la Asamblea constituyente de 1810, lo que se conoce por las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812, quien, con toda seguridad, nos ilustrara sobre la categoría y nivel de ese personaje. Pero quiero que sepan que buena parte de mi discurso “La Tauromaquia en las Cortes de Cádiz” con el que tuve el honor de ingresar como académico en la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba esta influido y orientado en trabajos de investigación de la profesora Badorrey; naturalmente que aprovecho la oportunidad que se me presenta en este acto, para decirle, muchas gracias, profesora.
Don Antonio Capmany era catalán de nacimiento y diputado liberal por Cataluña; fue secretario de la Real Academia de la Historia y uno de los políticos más destacados de aquellas cortes, integrando diferentes comisiones, entre ellas, aquellas que elaboraron la Constitución y la libertad de prensa. A él se debió la iniciativa de que en la plaza principal de todos los pueblos y ciudades de España, luciese una placa conmemorativa de la promulgación de la Constitución.
La biografía de Don Antonio es extensa y densa, pero hoy, día en el que conmemoramos los doscientos años de su muerte, vamos resaltar su taurinismo, su afición por la fiesta de los toros, suya fue la iniciativa de que se desterrase la norma que prohibía las corridas de toros. El defendió con éxito ante las cortes gaditanas la continuidad de la fiesta.
Pero ya digo que sobre la vocación taurófila del señor Capmany, voces más ilustradas que la mía nos deleitaran y nos pondrán al corriente de los avatares que se sucedieron en aquellas convulsas fechas, yo voy a centrarme brevemente, porque el tiempo apremia, en la españolidad del ilustre político. Un hombre que, pese a su ascendencia catalana, se sentía profundamente español, lo que ya en aquellos años y posteriormente, le acarrearía la repulsa de sectores del nacionalismo catalán, como podrán comprobar.
Y buena prueba de cuanto afirmo es un curioso librito que hace unas semanas llegó a mis manos y que me ha venido de perilla para esta charla. Paseaba una mañana de este otoño gélido y seco que nos ha tocado vivir por la calle de Alcalá de la capital de España y encaminé mis pasos hacia El Casino de Madrid. Allí, cómodamente, instalado en su biblioteca me hice de un pequeño y manoseado volumen que se titulaba “Los diputados por Cataluña en las Cortes de Cádiz”. ¡Caramba! ¡Que cosa tan curiosa!, pensé para mí y comencé a hojearlo. El librito viene a recoger la memoria leída en la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona el día 25 de diciembre de 1911, por el académico de número Don Federico Rahola y Tremols; supongo que el primer apellido del personaje les sonará, es posible que se trate del tatarabuelo de la inquieta política catalana.
Bueno, vayamos al grano, que no hay tiempo que perder. El señor Rahola en ese discurso arrimaba el ascua a su inclinación marcadamente catalanista que es un primor. Así venía a decir, textualmente:
“Los diputados catalanes se mostraban inclinados a los asuntos de comercio y hacienda, siendo sobrios en el decir, poco declamatorios y alejados de la oratoria florida y vehemente que dio fama a los diputados tribunicios. Capmany, fue tal vez, entre ellos, quien se acercó más a la oratoria brillante, si bien su palabra ardorosa sufría el freno de la erudición y del amor al estilo”.
Vaya y esto ya es un comentario de mi cosecha. Los catalanes siempre tan crematísticos. Y es que aunque la pela siempre sea la pela, el señor Rahola aprovechaba la oportunidad para de camino lanzar la primera puyita a Don Antonio.
Presten atención porque el comentario del señor Rahola, que a continuación les leeré, no tiene desperdicio. Viene a decir:
“Capmany no era lo que se llama un hombre de carrera, no estaba íntimamente compenetrado con el común sentir de Cataluña en aquellos momentos, al punto de que no le vemos casi nunca intervenir en los asuntos de palpitante interés para el Principado, chocando a veces con el criterio de los demás representantes por su provincia”.
Y continúa el señor Rahola, con sus comentarios sobre Capmany:
“No queremos con esto regatear las excelsas cualidades de Capmany ni negar que sintiese un intenso cariño a su tierra; pero si hemos de confesar que en su gestión puso más los ojos en la nación entera y en los principios abstractos que en su región natal y en los asuntos de interés provincial”.
Vamos, digo yo, que escocía que se ocupase de los problemas generales del país.
Otra perla más del señor Rahola en su afán por desacreditar a Capmany, aparece cuando dice que no hay que olvidar que este había pasado la mayor parte de su vida fuera del Principado, por lo que su gestión no puede compararse con otros diputados catalanes que fueron testigos y actores de los sucesos de la guerra en el Principado, que percibieron de cerca las palpitaciones de su pueblo y que llegaban saturados de los anhelos y necesidades de Cataluña.
Y ese desdén más o menos encubierto hacia Capmany que encierra la memoria de Rahola explota, cuando afirma de forma literal:
“Por eso resulta más español que catalán, tan enamorado de las costumbres ajenas a nuestra región, que aboga para que no se supriman las corridas de toros, apreciándolas sostén del espíritu nacional, prefiriendo esta que llaman fiereza española a la molicie y frivolidad del día que nos ha hecho despreciables a los ojos mismos de los que nos la han inoculado”.
Como verán Don Antonio Capmany por su acreditado y acendrado españolismo no estaba bien visto entonces ni después en ciertos sectores independentistas catalanes; por ello que me felicite por la pertinencia del acto que en su memoria hemos organizado y haga extensiva esta felicitación a la Federación de Peñas Taurinas de España, a la Asociación Taurina Parlamentaria y al Ayuntamiento de Cádiz por la oportunidad y el acierto de esta iniciativa.
Nada más y muchas gracias a todos ustedes por su presencia en este acto.
Alfonso Gómez López
Abogado, articulista y escritor
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