Pepín Martín Vázquez, Manuel Rodríguez "Manolete" y
Rafael Vega de los Reyes "Gitanillo de Triana"
(Fotografía del Museo Cabrera)
Muere Pepín Martín Vázquez,
un capítulo de la Historia del Toreo
Cultura confirmó ayer que tenía previsto otorgarle
la Medalla de Bellas Artes, como reclamó ABC.
El irrepetible «Currito de la Cruz» falleció a los 83 años
ANDRÉS AMORÓS / MADRID
Día 28/02/2011
Aunque conocíamos su delicado estado de salud, la noticia del fallecimiento de Pepín Martín Vázquez ha supuesto un duro golpe para los profesionales y aficionados que lo conocieron. Debo recordar una especial circunstancia: hace menos de veinte días, el pasado día 10, publiqué en ABC una columna, titulada «Una medalla para Pepín», en la que proponía que se le concediera la Medalla de Bellas Artes. Argumentaba entonces que sus méritos eran indudables y que, en contra de lo que alguna vez ha sucedido, esa concesión sería acogida positivamente, de forma unánime, por todo el mundo taurino.
Ayer mismo, la subsecretaria de Cultura, Mercedes del Palacio, manifestó a ABC que Pepín «era un referente para la Tauromaquia contemporánea y era la propuesta asumida por el Ministerio para darle la Medalla de Bellas Artes». Desgraciadamente, el destino no ha querido que llegue a tiempo. La memoria del público suele ser escasa. Desde hace años, Pepín vivía retirado, desconocido por la masa. Los profesionales, sin embargo, lo recordaban mucho; más aún, yo diría que, con el tiempo, la estimación de su toreo seguía creciendo. Hace poco, por ejemplo, se lo escuché decir así a Morante de la Puebla.
Por razón de edad, muchos lo han conocido solo a través de las imágenes de «Currito de la Cruz», en su tercera versión cinematográfica, de 1948, dirigida por Luis Lucia. En esta película podemos apreciar el estilo exquisito del toreo de Pepín, su elegancia natural, su unión de estética sevillana y valor auténtico: la feliz combinación de gracia, finura y clasicismo. También luce su arte en otra película, «El torero» («Chateaux en Espagne»), dirigida en 1954 por René Wheeler, sobre la base de una novela algo folletinesca de Martínez de Bedoya.
Formaba parte de una notable dinastía taurina: matadores de toros fueron su padre, Curro, y sus hermanos, Manolo y Rafael. Tomó la alternativa de manos de Domingo Ortega, en 1944, en Barcelona: muchos toreros elegían entonces para la ceremonia del doctorado ese coso, aunque hoy el sectarismo de muchos lo ignore. Los toros fueron de Alipio Pérez Tabernero, y sus compañeros, en un cartel de ocho toros, Pepe Luis Vázquez y Carlos Arruza.
Confirmó la alternativa en 1945, de manos de Pepote Bienvenida, con toros de María Montalvo, actuando como testigo Morenito de Talavera.
Fue Pepín, por ejemplo, el gran triunfador en la Feria de San Isidro de 1947, donde lidió toros nada menos que de don Eduardo Miura y de Alipio Pérez Tabernero. Cortó tres orejas en la Beneficencia de ese año, la última tarde de Manolete en Madrid.
En el último año de Manolete, cuando ya mostraba claramente el peso de la púrpura, los dos grandes aspirantes a su trono eran Pepín Martín Vázquez y Luis Miguel Dominguin: éste, por sus facultades, su dominio del toro y su ambición; aquél, por la depuración estética del toreo manoletista.
El destino fue cruel: en agosto de 1947, poco antes de la tragedia de Linares, sufrió Pepín en Valdepeñas una gravísima cornada, que truncó su carrera. Actuó por última vez el 22 de febrero de 1953, en Caracas, con toros de Guayabita, alternando con Jumillano y César Girón. Todos los que lo han conocido destacan su elegancia natural, su gracia, sin afectación, su sencillez: las mismas cualidades de su toreo, clásico y sevillano. No pudo llegar a mandar en el toreo como sus cualidades parecían pronosticar pero dejó un recuerdo imborrable entre los que saben saborear lo bueno. Seguimos disfrutando, hoy mismo, viéndole torear, en la pantalla. Descanse en paz Pepín Martín Vázquez: un gran torero y una excelente persona.
Imagen del torero Pepín Martín Vázquez en 1945 /
DIARIO ABC