La carta de Ramón Tejero a su padre
14 de febrero de 2009
LFU
Hoy quiero traer a estás páginas una carta emocionante. ABC acoge hoy la carta que el hijo sacerdote de Antonio Tejero Molina le escribe a su padre con todo el amor y el dolor que cabe en su corazón.
Antonio Tejero fue la facil cabeza de turco de un triste episodio de la historia de España, aún hoy muy lejos de estar aclarado. Cumplió con eficacia las órdenes recibidas creyendo que así prestaba su mejor servicio a su patria. Su comportamiento dentro del Congreso sólo tuvo el borrón de la zancadilla y cuando comprendió que había sido utilizado y engañado, supo afrontar con dignidad y silencio, el castigo y la difamación. Rechazó el dinero y el avión que se le ofreció y sólo pidió para sí toda la responsabilidad para librar a sus oficiales y guardias de una inevitable represalia.
Algún día se demostrará que no sólo fue quien inició la ejecución del golpe sino también -aunque otros se pongan las medallas- quien lo frustró definitivamente al negar la entrada al General Armada al Congreso tras conocer la colorida composición del gobierno de concentración que pensaba presidir.
Pero eso queda ya para la Historia y los historiadores. Ahora, el hombre que ha sido blanco de todos los escarnios, ha recibido el mayor regalo que un padre puede recibir. El amor de uno de sus ocho hijos impregnado en cada una de las palabras de una carta verdaderamente emocionante:
LFU
"Aquel 23 de febrero de 1981, muy temprano, salimos de casa... Yo sabía lo que ocurriría... Sin embargo, el silencio era la expresión más simbólica del cariño que se puede dar a un padre que en esos momentos atravesaba unos de los momentos mas difíciles de su vida. Había vivido momentos de angustia, de terror. Noches en vela, acompañadas de desconciertcadoos en una España que los españoles desconocían. Noches de zozobra que acompañaban a un hombre al cargo de las tierras vascas y con el encargo de acabar con el terrorismo... Muertes sin compasión de manos de ETA, traiciones de ideales, injusticias, quejas de viudas, órdenes para quemar una bandera que, después, fue legalizada y que causó tantos y tantos muertos...
Todo era incomprensible para un joven que creció con el dolor, la inquietud, el temor y el deseo irrefrenable de una España coherente... Ese joven era yo, ahora sacerdote de Jesucristo, pero sin dejar de ser hijo de mi padre, del cual me enorgullezco plenamente. Aquella mañana del 23 de febrero acompañé a mi padre a la celebración de la Eucaristía en la capilla que hay frente a la Dirección General de la Guardia Civil. Momentos de silencio, de oración profunda, de contemplación sincera de un hombre creyente que sabía cuál era su deber, que conocía las órdenes recibidas y que no quería por nada del mundo manchar sus manos de sangre (como así fue). Un hombre de uniforme, de rodillas ante el Sagrario y el altar del sacrificio: mi padre.
Suponía para mí un ejemplo de gallardía que nadie me hará olvidar, el testimonio fiel de un creyente coherente con el juramento que había hecho años atrás... No había palabras, sólo silencio, recogimiento y oración sincera. Al salir de la capilla, con una mirada penetrante -y me atrevería a decir que trascendente-, contempló la Bandera Nacional y, con voz serena, tranquila y gallarda, me dijo: «Hijo, por Dios y por Ella hago lo que tengo que hacer...». Y, con un beso en la mejilla, se despidió de mí. Un beso tierno de padre, pero que también sonaba a despedida: la despedida de un hombre que teme que no volverá a la vida... y eso pensé yo también.
Y, con el gozo de amar a mi padre con locura, volví a mi casa para acompañar a aquella que simbolizaba -en aquel momento y siempre- los valores de la mujer fuerte de la Biblia: mi madre. Esa gran mujer que ha sabido hacer, de su existencia, una entrega victimal y heroica a Dios, a España y a su familia -valores en los que fue educada a lo largo de todo su vida y que sigue mostrando, en el otoño se su existir, con una entrega amorosa a todos nosotros-.
Pasamos la mañana con serenidad... El silencio era la elocuencia de nuestro pesar, mientras que el tiempo se convertía, segundo tras segundo, en el traicionero «reloj» que nos hacía pensar en aquel momento. No sabíamos más ni menos. Realmente, nos dolía España, mi padre y el momento en sí; aunque nos tranquilizaba la certeza, según nos habían dicho, de que el Rey apoyaba y ordenaba tales hechos. Era un acto de servicio más, en un momento crítico, por el cual atravesaba nuestra Patria. Y pasó lo que toda España conoce y lo que los medios transmiten (aunque no con toda la veracidad que debieran). No voy a entrar en polémica... ni quiero, ni debo. Pero sí deseo aclarar algunos puntos que conozco, que siento míos y que viví con intensidad aquella noche. Y deseo hacerlo desde el sosiego, desde la paz que, cada día, me regala Cristo y desde la serena sabiduría de los años que te hacen asentar pasiones y discernir la verdad como realidad de la vida.
No voy a revelar nada del 23F, el silencio de mi padre me obliga a callar. Sin embargo, no puedo dejar en el olvido las grandezas de un gran hombre.
Es por ello que, ante las distintas informaciones y publicaciones de estos días en distintos medios de comunicación, quiero y deseo expresar lo siguiente: mi padre es un hombre de honor, fiel a sus principios religiosos y patrióticos; es coherente y sincero. Es un militar de los pies a la cabeza, consciente de sus responsabilidades, entregado a sus hombres. Es un hombre cumplidor, trabajador hasta el extremo, leal ante el significado de la palabra juramento y fiel al mismo. Es un hombre sereno, sencillo, disciplinado y amante de la verdad. No es violento, ni agresivo. Es templado, sensato, sereno, inteligente y capaz de discernir con coherencia una realidad aparentemente absurda e incoherente como parece que fue el 23F. Es un marido ejemplar. Un padre extraordinario. Un hombre excepcional. Un amigo fiel. Un español honorable y un cristiano sincero y veraz. Mi padre es mi padre. Me duele la falta de información y coherencia. Me duele ver cómo todos aprovechan el «silencio» de un hombre para intentar destruirle... quizá por miedo a su palabra... Me duelen tantos programas y tan poca veracidad...
Quiero a mi padre con locura. Es por ello que ruego y aliento a todos aquellos que creen en la libertad de expresión, para que sean tan audaces y coherentes como para publicar estas pobres palabras que tan sólo manifiestan los sentimientos de un hijo por su padre.
Un hijo que se siente orgulloso de su padre y de que éste se llame: Antonio Tejero Molina.
Ramón Tejero Díez "
Hoy quiero traer a estás páginas una carta emocionante. ABC acoge hoy la carta que el hijo sacerdote de Antonio Tejero Molina le escribe a su padre con todo el amor y el dolor que cabe en su corazón.
Antonio Tejero fue la facil cabeza de turco de un triste episodio de la historia de España, aún hoy muy lejos de estar aclarado. Cumplió con eficacia las órdenes recibidas creyendo que así prestaba su mejor servicio a su patria. Su comportamiento dentro del Congreso sólo tuvo el borrón de la zancadilla y cuando comprendió que había sido utilizado y engañado, supo afrontar con dignidad y silencio, el castigo y la difamación. Rechazó el dinero y el avión que se le ofreció y sólo pidió para sí toda la responsabilidad para librar a sus oficiales y guardias de una inevitable represalia.
Algún día se demostrará que no sólo fue quien inició la ejecución del golpe sino también -aunque otros se pongan las medallas- quien lo frustró definitivamente al negar la entrada al General Armada al Congreso tras conocer la colorida composición del gobierno de concentración que pensaba presidir.
Pero eso queda ya para la Historia y los historiadores. Ahora, el hombre que ha sido blanco de todos los escarnios, ha recibido el mayor regalo que un padre puede recibir. El amor de uno de sus ocho hijos impregnado en cada una de las palabras de una carta verdaderamente emocionante:
LFU
"Aquel 23 de febrero de 1981, muy temprano, salimos de casa... Yo sabía lo que ocurriría... Sin embargo, el silencio era la expresión más simbólica del cariño que se puede dar a un padre que en esos momentos atravesaba unos de los momentos mas difíciles de su vida. Había vivido momentos de angustia, de terror. Noches en vela, acompañadas de desconciertcadoos en una España que los españoles desconocían. Noches de zozobra que acompañaban a un hombre al cargo de las tierras vascas y con el encargo de acabar con el terrorismo... Muertes sin compasión de manos de ETA, traiciones de ideales, injusticias, quejas de viudas, órdenes para quemar una bandera que, después, fue legalizada y que causó tantos y tantos muertos...
Todo era incomprensible para un joven que creció con el dolor, la inquietud, el temor y el deseo irrefrenable de una España coherente... Ese joven era yo, ahora sacerdote de Jesucristo, pero sin dejar de ser hijo de mi padre, del cual me enorgullezco plenamente. Aquella mañana del 23 de febrero acompañé a mi padre a la celebración de la Eucaristía en la capilla que hay frente a la Dirección General de la Guardia Civil. Momentos de silencio, de oración profunda, de contemplación sincera de un hombre creyente que sabía cuál era su deber, que conocía las órdenes recibidas y que no quería por nada del mundo manchar sus manos de sangre (como así fue). Un hombre de uniforme, de rodillas ante el Sagrario y el altar del sacrificio: mi padre.
Suponía para mí un ejemplo de gallardía que nadie me hará olvidar, el testimonio fiel de un creyente coherente con el juramento que había hecho años atrás... No había palabras, sólo silencio, recogimiento y oración sincera. Al salir de la capilla, con una mirada penetrante -y me atrevería a decir que trascendente-, contempló la Bandera Nacional y, con voz serena, tranquila y gallarda, me dijo: «Hijo, por Dios y por Ella hago lo que tengo que hacer...». Y, con un beso en la mejilla, se despidió de mí. Un beso tierno de padre, pero que también sonaba a despedida: la despedida de un hombre que teme que no volverá a la vida... y eso pensé yo también.
Y, con el gozo de amar a mi padre con locura, volví a mi casa para acompañar a aquella que simbolizaba -en aquel momento y siempre- los valores de la mujer fuerte de la Biblia: mi madre. Esa gran mujer que ha sabido hacer, de su existencia, una entrega victimal y heroica a Dios, a España y a su familia -valores en los que fue educada a lo largo de todo su vida y que sigue mostrando, en el otoño se su existir, con una entrega amorosa a todos nosotros-.
Pasamos la mañana con serenidad... El silencio era la elocuencia de nuestro pesar, mientras que el tiempo se convertía, segundo tras segundo, en el traicionero «reloj» que nos hacía pensar en aquel momento. No sabíamos más ni menos. Realmente, nos dolía España, mi padre y el momento en sí; aunque nos tranquilizaba la certeza, según nos habían dicho, de que el Rey apoyaba y ordenaba tales hechos. Era un acto de servicio más, en un momento crítico, por el cual atravesaba nuestra Patria. Y pasó lo que toda España conoce y lo que los medios transmiten (aunque no con toda la veracidad que debieran). No voy a entrar en polémica... ni quiero, ni debo. Pero sí deseo aclarar algunos puntos que conozco, que siento míos y que viví con intensidad aquella noche. Y deseo hacerlo desde el sosiego, desde la paz que, cada día, me regala Cristo y desde la serena sabiduría de los años que te hacen asentar pasiones y discernir la verdad como realidad de la vida.
No voy a revelar nada del 23F, el silencio de mi padre me obliga a callar. Sin embargo, no puedo dejar en el olvido las grandezas de un gran hombre.
Es por ello que, ante las distintas informaciones y publicaciones de estos días en distintos medios de comunicación, quiero y deseo expresar lo siguiente: mi padre es un hombre de honor, fiel a sus principios religiosos y patrióticos; es coherente y sincero. Es un militar de los pies a la cabeza, consciente de sus responsabilidades, entregado a sus hombres. Es un hombre cumplidor, trabajador hasta el extremo, leal ante el significado de la palabra juramento y fiel al mismo. Es un hombre sereno, sencillo, disciplinado y amante de la verdad. No es violento, ni agresivo. Es templado, sensato, sereno, inteligente y capaz de discernir con coherencia una realidad aparentemente absurda e incoherente como parece que fue el 23F. Es un marido ejemplar. Un padre extraordinario. Un hombre excepcional. Un amigo fiel. Un español honorable y un cristiano sincero y veraz. Mi padre es mi padre. Me duele la falta de información y coherencia. Me duele ver cómo todos aprovechan el «silencio» de un hombre para intentar destruirle... quizá por miedo a su palabra... Me duelen tantos programas y tan poca veracidad...
Quiero a mi padre con locura. Es por ello que ruego y aliento a todos aquellos que creen en la libertad de expresión, para que sean tan audaces y coherentes como para publicar estas pobres palabras que tan sólo manifiestan los sentimientos de un hijo por su padre.
Un hijo que se siente orgulloso de su padre y de que éste se llame: Antonio Tejero Molina.
Ramón Tejero Díez "
Muchas gracias por este documento que se digna publicar en este excelente y valiente blog; qué profundidad, qué sinceridad, qué amor por su padre, por los principios y valores tradicionales, por tantas cosas en definitiva que las personas de bien sabemos lo que significa. En verdad, tuve la gran suerte de tenerlo como jefe cuando mandaba la Comandancia y todo lo que su hijo dice en su carta sé de buena tinta que es la verdad auténtica.
ResponderEliminarLa categoría humana y profesional de este hombre había que conocerle para saberlo, chapó.
Saludos y gracias nuevamente.
Se podrá estar de acuerdo o no con la operación del 23-F y su finalidad, pero de lo que ya no hay ninguna duda es del engaño que fueron objeto estos militares y de la participación de las insituciones internas del propio Estado. Se tiene la certeza de que las únicas víctimas que hubo fueron Tejero y compañía. Y sin duda también las que dieron un ejemplo de dignidad y honor en aquel momento, y en la actualidad ante tanta bazofia que nos rodea y nos oprime en esta falsa democracia. Grotesco resulta ver con la saña con que los medios tratan el tema del 23-F, pero quizás sea así para tapar la indignidad y traición de muchos que están en la mente de todos. Hoy en dia lo que parece que más molesta es el ejercicio del honor y de la dignidad.
ResponderEliminarno sé nada del golpe. pero sí sé que tejero fue el único que no quiso que le sacaran de la cárcel. eso es ser un hombre de palabra. los demás, bien que salieron en cuanto pudieron bailar al son que les mandaban... quien sabe la verdad es Dios; pensad, familia tejero, que allí no hay periodistas ni tele, y nos vamos a llevar muchas sorpresas. la vida pasa en un pis-pás y aquí no se queda nadie. vuestro sufrimiento, como el de cualquiera, jamás queda en el olvido para Dios.
ResponderEliminarun abrazo para toda la familia Tejero, es evidente que fue un engaño y que gracias al carácter de este señor, los estupendos demócratas que tanto se jalean por su buen hacer deberían reconocerlo y no tirarse tantas flores, no fue un episodio sangriento ni terrible, eso no estaría de más reconocerlo.
ResponderEliminarHace pocos años nos enteramos de que la matanza de Katyn era cosa de Stalin, y no de Hitler. El Main no fue volado por los españoles (también lo reconoció EEUU hace unos años). Marcial Maciel (la víbora que a tantos engañó) fue desenmasacarado, tras años de sufrimiento de sus víctimas. Es cuestión de tiempo. Y mientras, a ponerlo todo en manos de Dios, y a investigar, naturalmente.
ResponderEliminarPues después de leer todo esto estoy seguro que Tejero será beatificado y con el tiempo sacado en procesión.
ResponderEliminarNo creo que sea para tanto, lo de la beatifiacación de Tejero, pero desde luego que otros si que han hecho méritos para ir al infierno por sus continuos golpes contra España y contra el mismo sistema democrático, y entre ellos alguno que juró en falso sobre los santos evangelios.
ResponderEliminarAhora que esta caterva que malgobierna y roba nos ha metido en esta cloaca en qe han convertido a España en nombre de la democracia, es cuando la dignidad de un un hombre con sangre de guardia civil en las venas resplandece aun más al lado de los personajes vividores que le insultan y presumen de paladines de la libertad. ¡Mentira y gorda!
ResponderEliminarQué pena D. Antonio, unos se ponen las medallas y otros pagan con su libertad y la humillación. Aunque la mayoría de los que nos gobiernan no saben lo que es el HONOR y el AMOR A ESPAÑA, usted puede llevar la cabeza bien alta. Aquél 23 de febrero nos dio dos lecciones de amor a la Patria y de lo que es el sentido del honor: primero al tener el valor y el compromiso de liderar lo que podría haber sido la revolución contra el exterminio de España y, en segundo lugar, al verse traicionado y acorralado, no permitir a los Grandes Traidores Borbón y Armada hacerse con los mandos de ese aberrante gobierno de concentración. Desgraciadamente el final ha sido el mismo y España ya no existe.
ResponderEliminarVIVA TEJERO
ARRIBA ESPAÑA
TEJERO: Un gran hombre que ha sufrido en sus carnes todo cuanto tendran que sufrir los canallas que obligaron y luego traicionaron a este autentico patriota,gran militar,gran marido y mejor padre,Tejero, puedes estar seguro que somos muchos los que te admiramos. VIVA ESPAÑA Y SU BANDERA.
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