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EN TORNO A MANOLETE
José María Sánchez Martínez-Rivero.
A 28 Agosto de 2012, en El Escorial.
Se cumplen
65 años de la tragedia de Linares. Se ha escrito y hemos descrito, en otras
ocasiones, como fue la cogida y muerte de Manolete. Hoy queremos conmemorar
este aniversario analizando su toreo y profesionalidad.
Las arenas
de todas las plazas españolas fueron testigo de la lucha con la muerte que
Manuel Rodríguez mantenía, tarde tras tarde, cada vez que toreaba. Se entregaba
totalmente en una plaza de primera o en una del pueblo más recóndito. Solía
decir que, tanto en una de primera, como en la de un pueblo, el público había
pagado la entrada para verle y que nunca le defraudaría aliviándose. Así
ocurrió en Linares. Tenía todo conseguido, las dos orejas y el rabo, y con solo
una estocada hábil habría terminado, pero en su pureza ejecutando la suerte
suprema, sin aliviarse, halló la muerte.
Luchaba contra el toro y
contra los resentidos –aún hoy existen- que no querían reconocer la verdad y la
genialidad de su arte a los que rendía con su capote y muleta; pero a los que
tenía que convencer en cada faena.
Tarde tras
tarde Manolete hacía estallar la pasión y la emoción cuando daba los naturales
girando la muñeca, solamente, pasándose al toro muy cerca.
¡Ah la
izquierda de Manolete!, se decía. Las manoletinas ejecutadas por él, adquirían
el carácter de pase y no de adorno. Eran inimitables. El diestro de Córdoba poseía valor, arte y
afición sin límites. Guillermo, su primo y mozo de espadas, comentó en cierta
ocasión:
“Lo difícil era ver a Manolete estar mal en un toro.
Estaría mas o menos “acertao”, pero lo que es estar con miedo, yo no lo vi con
ninguno.
Era un torero, hablo como aficionado, al que jamás le
faltó el valor. Por eso fue tan enorme torero”.
El arte
taurino no es igual ni repetitivo – como se ha dicho-, porque cada tarde sale
un toro distinto, con sus virtudes y sus defectos; la genialidad del torero
está en hacer faena, la que sea, al toro en cuestión, porque cada toro tiene su
lidia. A este respecto se cuenta la siguiente anécdota de Guerrita:
“Se
disponía a ver a un torero nuevo que le habían presentado como posible promesa
y este le dijo: “Maestro como me salga un toro en Madrid...”. A lo que
respondió Guerrita: “Te van a salir dos. Y ahora ya no voy a verte”.
Los detractores del Monstruo de Córdoba,
solían decir que siempre hacia la misma faena a todos los toros. Él mismo
razona porqué no es posible esto en conversación con su sobrino, Rafaelito
Lagartijo, el 19 de septiembre de 1946, con motivo de torear la corrida de la
Beneficencia, única de esa temporada en España en la que cortó las dos orejas. Su
sobrino le decía:
- Pero tito, si tú
esto lo haces como el que está tomando café.
- Que no, niño, que
no. Que luego sale cada toro de una manera, y yo tengo una responsabilidad muy
grande...; yo no puedo escurrirme ni un momento siquiera. Yo tengo que cuidar
todos los detalles, y tengo que estar muy concentrado…
Y por eso no duermo.
No es que tenga miedo, no; no duermo por la responsabilidad tan grande que
tengo hoy, pues quiero seguir siendo quien soy".
“Luego sale cada toro de una manera…”
Manolete procuraba
sacar faena a todos los toros. La que tuviera. Esa era la honrada moralidad
profesional del Monstruo de Córdoba. Eso esperaba el público que pagaba, a
veces, mucho por verle. El cordobés aguantaba a los toros lo indecible.
Devolvió la
pasión al mundo del toreo. Él solo. No necesitó la competencia – aunque
trataron de crearla, primero con Pepe Luís y luego con Arruza-, para hacer
saltar las chispas de las opiniones encontradas.
Manolete trajo al toreo tres
cosas fundamentales: acortar el terreno del toro hasta lo inverosímil; la
ejecución en cada faena del pase natural y un alto concepto de la
responsabilidad que le llevaba a considerar a todas las plazas de España de la
misma categoría.
Se le acusó en muchas ocasiones
de no “cargar la suerte”, pecado mortal en la época.
En
el periódico “Dígame”, su director, don Ricardo García , K-Hito
opinaba sobre el tema:
“Manolete es ése. El
mejor, el único, el que ha milimetrado el toreo, el que ha revuelto todas las
reglas de torear, el que acabó con de lo cargar la suerte y tantas otras
bagatelas. La suerte no se carga sobre las piernas, que esa es una ventaja que
Manolete rechazó. El torero debe jugar sólo el brazo y la muñeca, y con eso
basta”.
Manolete nos da su versión:
“Todo
eso que se dice de “cargar la suerte” en el natural viene a ser lo que cargar
la suerte en las otras fases del toreo. Esto es simplemente una ventaja para el
torero puesto que se desvía más fácilmente el camino que trae el toro. Cargar
la suerte, yo lo creo así, es tan solo una ventaja”.
Opinión encontrada con la de Domingo Ortega :
“Cargar la suerte no es abrir el compás,
porque con el compás abierto el torero alarga, pero no profundiza; la
profundidad la toma el torero cuando la pierna avanza hacia el frente, no hacia
el costado.
La enjundia del toreo es aquella en que el
torero se enfrenta echándole el capote o la muleta adelante, para, a medida que
el toro va entrando en la jurisdicción del torero, ir templándole, ir
inclinándose sobre la pierna contraria, al mismo tiempo que esta avanza hacia
el frente, es decir, alargando el toreo al mismo tiempo que por si se va
profundizando”.
Fue un extraordinario
estoqueador.
Con motivo
de su presentación en la plaza de Tetuán de las Victorias el 1 de mayo de 1935
un crítico, al verlo matar, escribió:
"Lástima que toree tan mal, matando tan bien”.
Antonio
Bienvenida - al que Manolete admiraba-, dijo:
“Cuando se le han
cantado tantas excelencias como muletero, se ha dicho muy poco de lo que en
realidad era muy bueno, en su entrega a la hora de matar, esa entrega que
terminó con su vida”.
El maestro
del periodismo, don Rafael Campos de España escribió su opinión sobre Manolete
para un libro del autor:
“Como torero
revolucionó la Fiesta y apoyándose en el belmontismo lo fundió con la
inspiración que tenía del arte de Lagartijo, el Grande, de quien se dijo que
solo verle hacer el paseo valía el dinero de la entrada. De Manolete
se puede escribir y hablar sin fin, pero socráticamente, no pendencieramente.
Puedes estar seguro de que fue un torero
inmenso y un cabal hombre en todos los aspectos de su vida”.
¿Era inevitable el trágico final de Manolete? Él mismo lo
profetizó:
“Quieren que toree con
los pies juntos, y un día, un toro me los va a levantar para siempre del
suelo”.
“Me exigen mucho y como gano
mucho, tengo que dar todo lo que pueda”.
En una entrevista, cuando ya tenía
prevista su retirada, se expresó así:
“Soy joven y quiero vivir. No deseo morir esclavo de mi profesión, porque
el toreo no deja tiempo libre. Se está en él entero o se le deja”.
Manuel Casanova dejó escrito a la muerte del torero:
¡Treinta años, una fama y una fortuna puestos en juego cada día! De la
noche a la mañana, como en un sueño, el drama.
A Manolete le ha matado un toro. ¡Que pena!
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