martes, 28 de agosto de 2012

¿Hasta cuándo? ¿Hacia dónde? / Por José Luis García García

Uno de los victorinos lidiado en la reciente feria de Bilbao


"...El toreo tiene que recuperar sus valores de identidad y desterrar los tópicos con los que se quiere justificar la realidad. El público está abandonando las plazas de toros no sólo por la crisis económica, que indudablemente existe, es peor la “crisis del toro”, y para volver a meter a la gente en las plazas hay que recuperar el toro y el toreo..." 

¿Hasta cuándo? ¿Hacia dónde?

José Luis García García
Presidente de la Plaza de Toros de Segovia
Decano de los Presidentes

  
Agosto/2012
            Esta tan enraizada fiesta de toros, tan nuestra, tan española y también universal, tradicionalmente estuvo adornada por una serie de valores como la autenticidad, la pureza, la integridad, y cuya piedra angular gravitaba sobre el toro de lidia que, por su casta y su fuerza, generaba la emoción suficiente para que el espectador, el aficionado, estuviera pendiente en todo momento de cuanto aconteciera en el ruedo y, además, propiciaba que de la simbiosis entre el toro y el torero surgiera el sublime arte.
            Desde hace ya algunas temporadas, más de las que se quiere reconocer, en las plazas de toros se está produciendo un éxodo entre los espectadores, incluyendo, por supuesto, entre éstos a los aficionados y, sin embargo, por parte de los profesionales siempre se escucha la misma canción, que si la culpa la tiene la crisis económica que está incidiendo de una manera bestial en el espectáculo, que si la fiesta tenía que estar en Cultura, que si el espectáculo está excesivamente gravado por los impuestos, que si tal que si cual.
            Primero pidieron que la competencia de los mismos se traspasara del Ministerio del Interior al de Cultura y cuando se promulgó el Real Decreto de traspaso de competencias pudimos comprobar lo que verdaderamente se traspasaba que no era otra cosa que el registro de los profesionales y la comisión consultiva nacional de asuntos taurinos, como no podía ser de otra manera al no haber otras competencias radicadas en Interior y, claro, estando ya en Cultura también se disponía que a este ministerio le corresponde el fomento y la protección de la tauromaquia.
            Pero que nadie se equivoque, detrás de esas palabras lo que subyacía y así sigue siendo es la autorregulación de la fiesta por los profesionales y un espectáculo público como es éste si quiere mantener con un mínimo de integridad y pureza siempre demandará la intervención, la tutela del poder público.
            Solicitaban insistentemente que fuera rebajado el I.V.A. por el agravio existente con otros espectáculos y, sin embargo, a ningún empresario se escuchó que esa rebaja incidiría también en el importe de las localidades, en la parte que el empresario se embolsa descontado el I.V.A.
            Mas a nadie se le ha ocurrido tomar algún tipo de iniciativas para atraer a la juventud a las plazas de toros. No hemos de olvidar que para hacer afición hay que cuidar la cantera. Aquí todos los aficionados veteranos, los antiguos, lo hemos sido a base de ver festejos taurinos y comenzamos a muy temprana edad, llevados de la mano de nuestros padres. Nadie hasta ahora ha sabido o ha querido contrarrestar ese abanico tan amplio que, en lo que al ocio se refiere, disfruta la juventud de nuestros días. Y cuando digo nadie, obviamente me estoy refiriendo al organizador del espectáculo.
            No hace mucho una frase que estaba en boca de los profesionales era la de que “la fiesta se defiende por sí sola”, pues miren ustedes cómo el paso del tiempo, con algunos desgraciados hechos que están en la mente de todos (v.g. prohibición de los toros en Cataluña, aunque prácticamente estaban acabados al no celebrarse espectáculos taurinos más que en la Monumental de Barcelona), ha venido a demostrar lo contrario; la fiesta necesita, y mucho, de la defensa de todos para su pervivencia.
            Mal que nos pese no son de extrañar los males que están aquejando nuestra fiesta de toros; posiblemente lo que es el desarrollo del espectáculo esté necesitado de una adaptación a las exigencias de los tiempos actuales, a la sociedad que vivimos, que a lo mejor demanda una reforma del mismo, pero, desde luego, nunca privándola de lo que siempre ha sido su esencia, de los valores que atesora y sobre los que se asienta, el toro y el toreo.
            El toro que actualmente se lidia, ese que dicen tiene mucha más “toreabilidad”, yo diría que lo que tiene es “docilidad”, ese no crea emoción, no crea sensación de peligro, de riesgo, en la mayoría de las ocasiones lo que atesora es una embestida que, por  excesivamente noblona, es aborregada, y así por mucho que digan no vamos a ninguna parte. Si el público en los tendidos se dedica a comer pipas, malo; si la faena no suscita el interés permanente entre los asistentes, malo; si entre el espectador se genera la sensación de que aquello que está presenciando lo puede hacer cualquiera, malo. Esta fiesta siempre se significó por el riesgo y la emoción y si desaparecen estas identidades, desaparecerá la fiesta de toros.
            El torero tiene que realizar el toreo de verdad, ajustándose a los cánones que le definen. Ese toreo actual de esconder la pierna de salida en la faena de muleta con la excusa de que así de alarga más el pase no es verdad, lo que sucede no es otra cosa que un alivio para el torero por el menor riesgo al descargar la suerte.
            El toreo tiene que recuperar sus valores de identidad y desterrar los tópicos con los que se quiere justificar la realidad. El público está abandonando las plazas de toros no sólo por la crisis económica, que indudablemente existe, es peor la “crisis del toro”, y para volver a meter a la gente en las plazas hay que recuperar el toro y el toreo.
            La fiesta se defiende sola pero con la verdad, la integridad, la autenticidad, no con el toro descastado, el toro que no da sensación de riesgo, de peligro, que no crea emoción sino todo lo contrario, aburrimiento, ni con el toreo monótono tirando líneas sin colocarse el torero en el sitio, ni ejecutar las suertes, pero todas, como se deben hacer.
            Sólo así recuperando los valores que la identifican el público volverá a las plazas. O ¿cómo se explican esas pobres entradas en la feria de Fallas en Valencia, en la de Abril en Sevilla o incluso en Madrid fuera del abono de San Isidro en las de la Comunidad y la mal llamada del Arte y de la Cultura? O mismamente esa mini feria de la conmemoración del 50 aniversario de la plaza de Vista Alegra de Bilbao. De verdad, que no se maquille la realidad invocando solamente la crisis económica.
            No merece la pena hablar de si los toreros integrados en el llamado G-10 no llena las plazas, que no las llenan más que en contadísimas ocasiones, ni de los problemas generados con las empresas por la cesión de derechos de imagen a esa empresa que es All Sport Media, ni si los empresarios agrupados en A.N.O.E.T. han denunciado esa cesión de derechos, si algunos de esos mismos empresarios son los apoderados de los toreros que están en ese grupo, no merece la pena, pero ¿cómo se explica eso? Como tampoco merece la pena hablar de la manipulación de las astas, del enfundado, del “afeitado”, pues parece que haya un sentimiento generalizado de aceptación.
            ¿Hasta cuando va a seguir saliendo el toro descastado, el toro bobalicón por esa “toreabilidad” o mejor dicho esa docilidad, que se ha ido buscando en la selección, ese descastamiento que impera en la actualidad? ¿Hasta cuando el toreo va a estar ayuno de verdad?, porque nada tiene que ver el dar pases con torear. ¿Hacia donde se quiere llevar la fiesta? Mal camino lleva si sigue por esos derroteros.



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