Manuel Escribano durante la faena con el sexto toro, al que le cortó dos orejas. / JULIÁN ROJAS
- Manuel Escribano entró por la puerta de la sustitución de El Juli y se ganó la gloria
- La cuadrilla de Javier Castaño protagonizó el tercio de banderillas más emocionante de toda la feria
Miura y Escribano tocan la gloria
Antonio Lorca / El País
No fue una corrida completa, pero sí emocionantísima; de esas que se quedan largo tiempo en la memoria de los buenos aficionados. Toros de trapío deslumbrante, clones de estampas antiguas, largos, de mirada penetrante, que acudieron con presteza a los caballos, galoparon en banderillas y derrocharon nobleza en el tercio final, a excepción del sobrero cuarto, que fue el malo de la película. Por el contrario, de premio fue el segundo, de encastada nobleza, y le siguieron hasta tres más, que compusieron un conjunto de toros muy toreables. Tanto es así que al último, nobilísimo, se le concedió el honor de la vuelta al ruedo.
Justamente el sexto de la tarde propició un triunfo histórico para la carrera de Manuel Escribano, que entró en el cartel como sustituto de El Juli, y ha confirmado que su elección era un acierto.Le cortó las dos orejas a un nobilísimo animal al que muleteó de manera primorosa por ambas manos, aunque lo mejor fueron las tres tandas finales de naturales, con el toro totalmente entregado, y los muletazos brotaron de las muñecas sensibles de un torero transfigurado en un artista que enloqueció a la Maestranza. Los tendidos, emocionados, siguieron con auténtica pasión estos pasajes finales de la faena, que había sido amenizada por un fandango que surgió de la solanera y, a continuación, por un pasodoble que añadieron júbilo a lo que ocurría en el albero.
Cuando Escribano se perfiló para matar, la plaza entera le transmitió energía, de modo que la espada quedó enterrada y el coso entero se pobló de pañuelos blancos. Dos orejas para este torero, que apareció or la puerta falsa y se ha abierto las de la gloria.
La verdad es que Escribano llegó muy mentalizado. A sus dos toros los esperó de rodillas en el centro del ruedo y los recibió con largas afaroladas y verónicas de buen trazo. Se lució en su primero en un galleo de frente por detrás, y banderilleó con enorme decisión, especialmente en el tercer par al quiebro sentado en el estribo. El animal llegó agotado al tercio final, y Escribano solo pudo demostrar su desbordante ilusión. Pero el triunfo llegaría en el sexto; otra vez verónicas de quilates, un espectacular par al violín quebrando en la misma cara del toro; y una labor de muleta inteligente ante un toro muy noble con las fuerzas demasiado justas. Desplegó Escribano su torería con buen trazo, con temple, con maneras muy toreras, y llegaron el fandango, la música, los naturales y la apoteosis.
Y lo que son las cosas: el que no estuvo bien fue el matador, Javier Castaño. Al gran segundo le hizo una faena despegada, vacía, inconsistente, muy por debajo de lo que el toro merecía. Llegó a sonar la música, pero su labor careció de fondo. Para colmo de males, pinchó hasta tres veces y todo se diluyó. Estuvo mejor ante el quinto, más complicado, pero muy toreable cuando acertó a bajarle la mano por el lado izquierdo. Mejor, sí, pero todo quedó cogido con alfileres. Su paso por Sevilla no ha estado a la altura del buen lote que le tocó. Afortunadamente, hubo más.
Otro momento de alta intensidad emocional lo protagonizaron David Adalid, Fernando Sánchez, con las banderillas, y Marcos Galán con el capote en el segundo tercio del toro segundo, el más completo de la corrida. Se dejó ver Adalid, galopó el animal y en el encuentro, de poder a poder, cuadró el torero en la misma cara, los pitones alcanzaron la pechera y dejó un par en todo lo alto mientras la Maestranza explotó de emoción; menos espectacular, pero magnífico también, el par de Sánchez, y todo ello adobado con la buena lidia de Galán. Sonó la música, se fundieron los tres en un abrazo, y la plaza vibró como en una tarde histórica. Se repitió la jugada en el quinto. Volvió a banderillear Adalid y su primero fue sencillamente portentoso; brillaron de nuevo sus compañeros y otra vez la Maestranza se rindió ante la grandeza de tres toreros monumentales.
Nadie pone en duda que Rafaelillo, el tercero en liza, es un gladiador, y así volvió a demostrarlo ante el cuarto, el malo de la película, el miura que da tornillazos, que corta el viaje y busca lo que deja atrás. No se dejó sorprender el torero y lo pasaportó de una magnífica estocada. Sin embargo, estuvo por debajo del primero, noble y reservón, en una labor soporífera, insípida y larga hasta el aburrimiento. Meritoria, sin duda, como las de todos los que se anuncian con estos toros, pero insulsa.
Ahí quedó, no obstante, para la gloria el triunfo de Escribano, el nombre de Miura y el tercio de banderillas de la cuadrilla de Castaño. Broche de oro para la Feria de Abril.
- Plaza de la Maestranza. 21 de abril. Duodécima y última corrida de feria. Casi lleno
MIURA / RAFAELILLO, CASTAÑO, ESCRIBANO
Toros de Miura, -el cuarto como sobrero al partirse un pitón el titular- de imponente presencia, bravos, blandos y de juego variado; el segundo, extraordinario; destacaron además, primero, quinto y sexto. A este último se le premió con la vuelta al ruedo.
Rafaelillo: pinchazo _aviso_ estocada contraria y un descabello (ovación); gran estocada (ovación).
Javier Castaño: tres pinchazos y estocada (ovación); estocada (vuelta).
Manuel Escribano: pinchazo y estocada baja (ovación); estocada (dos orejas).
OVACIÓN: David Adalid cuadra en la misma cara y se dejó llegar los pitones al pecho en su primer par.
PITOS: El garbanzo negro de la corrida fue el sobrero, extremadamente peligroso y deslucido.
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