A los presidentes la clá solo los critica por una cosa, no por otras, sin rubor
- España está llena de presidentes ineptos, pero no de figuras tramposas y ventajistas. Los presidentes no son justos con las figuras dice la clá, pero no dicen que con quien no son justos, la mayoría de las veces, es con los espectadores que pagan.
LAS FIGURAS Y LA CLÁ
Antolín Castro
Una de las ventajas que tiene ser figura del toreo es tener una clá a su servicio. Tienen otras muchas ventajas, pero la clá es lo que más les diferencia del resto de los toreros. Si no puede con el toro es que ha sido imposible dadas las condiciones del burel, pero si pueden y le dan fiesta entonces es que se han inventado la faena. Y así con todo.
Gozar del favor de la clá es un auténtico privilegio, casi más allá que el de torear el ganado más adecuado para darle esa fiesta con la muleta que dicen es lo que pide el público actual. No es verdad, pero logra esa clá que se lo crea casi todo el mundo. Reciente, no hace ni un mes, que en Madrid y durante los dos primeros tercios una cuadrilla de banderilleros y el picador de turno dieron una vuelta clamorosa sin que el matador hubiera intervenido, salvo el permitir que aquello tan emotivo y emocionante sucediera.
Ahí, en ese caso, no se necesitó clá alguna, fue inédito, todo sucedió de forma espontánea por parte del público y tuvo su porqué. Se desmontó definitivamente que solo la muleta gusta o merece premio. Pero es que las figuras, que torean el toro que no aguanta ningún tercio más que el de muleta, y de qué manera, necesitan que se aireé esa tauromaquia tan simple y raquítica, Porque no es que solo sea bello o no lo que se hace en esos otros tercios, sino que se le impide, se le despoja, al toro de mostrar todas sus capacidades, dejándole un papel de mero comparsa de acompañamiento en la faena de muleta.
Repito que las figuras ya tienen infinitos privilegios, algunos no salen de un encaste nunca y si salen por una sola vez, sin que sirva de precedente, se topan con un victorino y, ahí están las imágenes, no para de correr y de sudar, dejando de lado su exquisito quehacer y la estética que le ha hecho rico. Lo de la clá forma parte de un sistema que empobrece en lugar de enriquecer y por ese camino o terminan educados, domesticados, los públicos o se les llama talibanes, locos o vaya usted a saber qué. Nada puede alterar el modo en el que quieren que la fiesta tenga forma.
Ese modo no es otro que un toro ad hoc para disfrute de la figura de turno y un coro muy amplio que coreen sus ‘hazañas’ y que insulten a los presidentes que no comulgan con el mismo sistema por ellos defendido. Esos mismos presidentes no son insultados cuando permiten lo terciados o anovillados que han pasado los toros que lidian, no son llamados cegatos cuando tienen que hacer la vista gorda con la invalidez de los astados o la nula simulación de la suerte de varas, etc. Solo son cegatos si niegan orejas… a las figuras.
Una oreja de menos, por injusta que pudiera ser, siempre podrá ser un estímulo para mejorar, para superarse. La ceguera con el resto de obligaciones que tienen los presidentes, son un daño irreparable que nos lleva a la sima de la Fiesta, a la decadencia más absoluta. Todo eso le da igual a la clá. Vinieron a aplaudir, a recaudar orejas y a no dejar en mal lugar a la figura que toque y todo lo que no afecte al triunfalismo no es de su incumbencia.
España está llena de presidentes ineptos, pero no de figuras tramposas y ventajistas. Los presidentes no son justos con las figuras dice la clá, pero no dicen que con quien no son justos, la mayoría de las veces, es con los espectadores que pagan, a los que no defienden correctamente en los reconocimientos y en la devolución de los toros inválidos, en el desarrollo completo de la lidia. La clá actúa de parte y, por tanto, nada se puede esperar de ellos, ni siquiera un mínimo equilibrio para resultar creíbles.
Mientras exista una clá tan dependiente por un lado y tan desaforada por otro, las figuras serán dioses a los que el éxito hay que preparárselo en el campo, no deberá haber obstáculo en los reconocimientos de los toros a lidiar y, por supuesto, ninguna cicatería a la hora de obsequiarles con trofeos. Creíamos que el toreo era un arte, un sentimiento, una magia, una emoción, que perduraba para siempre en quien tenía la oportunidad de presenciarlo, pero eso no es así… si hablamos de las figuras y su conocida clá.
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