miércoles, 16 de abril de 2014

México: Nos dejó Pepe Chafik / Por Paco Aguado



"...A la sombra de un castillo medieval y con la eficacia campera del fiel Cuqui, Chafik convirtió aquellas tierras no sólo en su laboratorio español sino también en una galería de las virtudes físicas y síquicas del encaste que, además, también le sirvieron para refrescar la suya y otras muchas ganaderías mexicanas..."

PACO AGUADO

El pasado sábado nos dejó Pepe Chafik, quien ha sido, y ya hay que decirlo sin rodeos, el mejor ganadero mexicano de los últimos cincuenta años. Y también uno de los más importantes que han lidiado en España en este salto de siglos.

Como de su trabajo y de su legado en tierras aztecas se ha dicho práctica y perfectamente todo en este portal durante los últimos días, a la columna de este martes sólo le queda incidir en un aspecto menos conocido de su trayectoria, pero igual de significativo: su apasionada labor de reconstrucción de las estirpes de Saltillo y Santa Coloma en tierras extremeñas. Y es que, en apenas diez años, este astuto libanés estuvo a punto de levantar definitivamente una sangre brava que en la península iba languideciendo por dejadez, abandono y endogamia, rechazada por los toreros, incomprendida por los aficionados y muy desigualmente gestionada por los ganaderos.

A pesar de todo, con un gran esfuerzo económico y no poca habilidad comercial, llegó un momento en que Chafik consiguió colocar sus corridas del hierro de San Martín en las grandes ferias y junto a los nombres de las primeras figuras. Y, lo que es más importante, consiguiendo poner en evidencia que la bravura de los "santacolomas" no estaba pasada de moda ni pertenecía a otras épocas del toreo. Más bien al contrario, la estirpe sólo necesitaba en España una ligera actualización, un refresco desde su propia esencia, como el que hizo el gran criador mexicano, para arrojar resultados tan clamorosos y espectaculares como los de varios toros a los que un soberbio Juli hizo faenas para la historia en Mont-de-Marsan o San Sebastián, por poner sólo algunos ejemplos.

Pero para llegar hasta ahí, en lo que sólo era la mitad del camino, Chafik hubo de trabajar duro, gastarse una fortuna junto con su socio "Chelino" Miaja y vencer no pocas reticencias de quienes, desde los gastados sillones de sus cortijos, desdeñaban a aquel mexicano parlanchín del que por supuesto creían que no tenían nada que aprender. Aun así, el concepto que sobre él tenían los propietarios de los hierros santacolomeños y asaltillados, otrora gloriosos y ahora casi oxidados, fue cambiando poco a poco. Sobre todo a medida que Chafik iba apareciendo por cada una de sus fincas, en una búsqueda incansable y metódica, para comprar a precio de oro una puntita de becerras, un eral, una vaca vieja de infalible o prestigiosa reata… Y siempre a tiro hecho, sabiendo concretamente y desde antes de traspasar las cancelas el animal que quería llevarse, para sorpresa del vendedor.

No sabían ellos –salvo su inteligente amigo y aliado Victorino Martín García– quién era Chafik. Ignoraban que aquel menudo mexicano tenía en su privilegiada cabeza todas las claves y los secretos del encaste. Y que en sus fincas queretanas guardaba como tesoros no sólo los libros ganaderos de sus maestros los Llaguno –que tenía a buen recaudo debajo de su cama- sino también los de la mayoría de las grandes casas "santacolomeñas" españolas. Así fue como se hizo con ganado de Coquilla –a través de Sánchez Fabrés–, de Saltillo –por vía de Moreno Silva–, deGraciliano y de Buendía, con reses de Paco Camino y de la propia familia sevillana que, se cuenta, acabó dividida a cuenta precisamente de las compras de Chafik.

Y, como dos siglos atrás hiciera Vicente José Vázquez, con lo más selecto de cada casa en su poder –incluso con"patas blancas" y hasta "veraguas" de Alventus para otros experimentos– comenzó a trabajar en firme y con su privilegiada inteligencia ganadera en su finca de Azuaga, sucursal en Badajoz de la otra "Gloria" mexicana.
 
A la sombra de un castillo medieval y con la eficacia campera del fiel Cuqui, Chafik convirtió aquellas tierras no sólo en su laboratorio español sino también en una galería de las virtudes físicas y síquicas del encaste que, además, también le sirvieron para refrescar la suya y otras muchas ganaderías mexicanas.

Desde que, a primeros de los noventa y de la mano de su amigo Antonio Corbacho, andaba ya por España buscando el vídeo de la lidia de "Marquito", aquel toro de Ana Romero indultado en Granada, sentarse despacio a escuchar aChafik era tener el privilegio de recibir, sin que él le diera ninguna importancia, una lección magistral de toros y de toreo. Y decimos también de toreo, sí, porque por algo este libanés repatriado en México fue el hombre de confianza del gran Manolo Martínez y el culpable e instigador de que José Tomás pudiera fraguarse en la máxima pureza desde la tranquilidad de su rancho queretano. Y es que por eso, porque también sabía y mucho de valor y de técnica, fue tan gran ganadero.

Si me permiten una concesión personal, ya que marcó un antes y un después en mi vida de aficionado, personalmente nunca olvidaré aquella doble jornada de primavera en "La Gloria" pacense. Dos días plenos de amistad y de pasión por el toreo, en los que Chafik se recreó ante Antonio Urrutia, José Antonio Carretero, José Luis de los Reyes y quien suscribe en una dilatada conversación que acabó con una sesión de toreo la luz de la luna con varias de sus bravas becerras cárdenas.

Oír hablar de toros a aquel sabio de la bravura, reflexionar sobre los miles de acertados e inéditos matices que sabía apreciar en el toro era, como pasaba con Corbacho, abrir la puerta a un inmenso campo de conocimientos más allá de los tópicos, a unos secretos apasionantes en donde se encuentra la gran esencia de este misterio del toro y el torero.

No tuvo tiempo Chafik de rematar su labor en España, como si lo tuvo en México para hacer varios tipos de toro a lo largo de los años. Y ahora que tanto se clama aquí por la recuperación de Santa Coloma y Saltillo, no queda menos que lamentar aquellos problemas personales que le alejaron de este último legado inacabado y por fin difuminado. Pero queda su memoria, y el recuerdo de sus consejos y de sus charlas. Y queda el calor de su amistad, el mismo calor de ese sarape que regalaba a todo aquel que pasaba por su casa con la gratitud de los sencillos. Una gratitud que siempre se quedará corta frente a la de quienes tuvimos la inmensa fortuna de escucharle hablar de toros.

Ahora descansa en paz, Pepe. Por tu vida.

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