lunes, 9 de febrero de 2015

Vivo una maravillosa experiencia, un volver a empezar impagable / J. A. del Moral.


Repartiendo ejemplares de la revista mensual “Toro” en la terraza del hotel Splendid de Dax (Francia)


Vivo una maravillosa experiencia, un volver a empezar impagable

Anoche vi la gala de los Goya y no apagué el televisor hasta que terminó aunque a punto estuve de hacerlo cuando intervino Pedro Almodóvar al protagonizar la única metedura de pata que sufrimos en el acto. Y mira que fue largo… Pero, acto seguido al exabrupto del cineasta, escuché muy atentamente lo que dijo Antonio Banderas tan emocionado como él. Acababan de darle muy merecidamente el Goya de Honor. Hubo una frase que, mira por donde, me identificó totalmente con Antonio: “Si miro hacia atrás me veo muy viejo. Pero si echo la mirada hacia delante, me veo muy joven”… 

Como bien saben mis lectores y, sobre todo, mi familia y mis amigos más cercanos, acabo de vivir una experiencia que, una vez superada, me parece tan maravillosa como impagable. Aunque en principio no se trataba de algo realmente peligroso y, aún menos fatal, la verdad es que por ser la primera vez en mi vida que iba a ser sometido a una intervención quirúrgica que necesitaba ser anestesiado por completo, me fue imposible pensar en que quizá dormiría para siempre… No quiero pronunciar esa palabra terrible que todos tenemos en la mente en circunstancias de potencial peligro que algunos de mis pertinaces enemigos sí que la han escrito en sus comentarios en esta humilde página a propósito del cariñoso articulo que me dedicó mi gran colaborador y amigo, Ángel Conejo. No hace falta, además, aunque siempre que viajo en avión, reaparece seguida de un pensamiento reconfortante que, en mi caso, tiene tres respuestas inmediatas: “Bueno, y qué”, “ahí queda mi obra” y “que me quiten lo bailao”…

Pero esta vez y ya superado por completo el trance, las sensaciones están siendo tan numerosas como gratificantes. La infinidad de apoyos y de enhorabuenas han caído sobre mi persona como lluvia tan abundante como dorada. No sabía que tenía tantos amigos y admiradores a los que ni siquiera conozco personalmente. Porque la alegría manifestada por los que sí conozco perfectamente, era esperada por mi como no podía ser menos. Pero no la de tantos y tantos que la han compartido desde cuasi el anonimato.

Por eso me permito la licencia de mostrar mi más efusivo agradecimiento a todos. Incluso a los que tan torpe como maliciosamente han intentado matarme en vida. Gradísimos abrazos para todos.

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