Y de pronto el Montecillo fue e hizo de cuerpo
LOS TOROS VISTOS POR EL QUE PAGA
Montecillos de Venus, Rufinos de Chinchón y... Cocodrilo Dundee
Y si ayer demandábamos a don Julio Martínez Moreno que se fuese a su hogar, si no tenía los reflejos o los redaños para defender de manera permanente y militante la dignidad del Palco, hoy donTrinidad López-Pastor Expósito ha sido capaz de defender, frente a la horda vociferante, la honra de esta mancillada Plaza de Toros Monumental de Madrid. Bien, don Trinidad.
La cosa empezó por la mañana, cuando nos enteramos que de los seis dijes que había mandado a Madrid el ganadero don Francisco “Paco” Medina Aranda procedentes de la explotación agropecuaria de su propiedad sita en el término municipal de Orgaz, en la Carpetania, que se lidian bajo el nombre de El Montecillo, tan sólo habían pasado cuatro el severo reconocimiento de los profesores veterinarios. Como estamos diciendo, Orgaz, 88,77 km. en línea recta a Madrid y 107 por carretera, y no Ciudad Ho Chi Min, 10.896,34 km. en línea recta y 15.007,04 km. por carretera, se entiende que si no trajeron más es porque no los tenían. Y ahora a ver quién explica esto de que en los predios de don pacomedina no hubiese un par de novillos con que completar la corrida y poder lidiarla entera, estando la cosa anunciada desde hace la torta de tiempo. El caso es que por no disponer de ese par de montecillos hubo que echar mano de la ignota ganadería sevillana de doña Dolores Rufino Martín, que sí que disponía de dos birrias de capa castaña con las que completar la corrida y que no desentonasen de las dos yuntas que aportaba don Paco a la sociedad de gananciales.
Nadie podrá dudar a estas alturas, y en repetir eso el programa oficial es enormemente perseverante, que los productos pecuarios que envió a Madrid el señor Medina al provenir de los que con tanto cuidado seleccionó don Juan Pedro Domecq se arrancan pronto y lo hacen galopando con alegría y fijeza. Y es cierto que hubo prontitud, hubo alegría y hubo fijeza, pero sólo en la página 18 del programa oficial, porque lo que hubo en el ruedo fue debilidad, falta de fuelle, mansedumbre y bobería, a veces repetidora. Uno en la andanada proponía acudir a Legalitas para demandar a la Empresa por publicidad engañosa y reiterada con lo de la alegría y la fijeza, que lo ponen cada tarde, y así se estableció una animada controversia sobre si lo de quedarse fijo mirando la muleta sin moverse y sacando la lengua podía ser entendido como una forma de fijarse, rebatiendo de este modo la imputación de falsedad sobre las palabras contenidas en el prestigioso programa oficial.
Para lidia y muerte a estoque de las dos yuntas de Montecillos y de la de Rufinos vinieron a Las Ventas Martín Escudero, Francisco José Espada y Joaquín Galdós, el primero y el último nuevos en esta Plaza. Martín Escudero es pariente de Victorino y de Adolfo y nació en la nada taurina ciudad de Attendorn, en Alemania, cuando era República Federal de Alemania. Francisco José Espada es de Fuenlabrada y trabajó en Las Ventas en esta Feria 2015 el pasado día 12. Joaquín Galdós es limeño pasado por Málaga, por las manos deFernando Cámara, lo que le convierte, como si dijéramos, en un torero incorpóreo.
Ya se sabe que el hombre propone y Dios dispone, y lo que hoy dispuso el Creador es que la tarde fuera completa del fuenlabreño. A Martín Escudero lo atropelló el primer Montecillo de la tarde cuando estaba con la muleta en la izquierda: toro suelto que elige el bulto y atropella al torero propinándole un tremendo batacazo. Se llevan al conmocionado a las manos de Padrós y ahí tenemos a Francisco José Espada matando a su primer novillo de la tarde.
El segundo era un Rufino enano, con crotales en las orejas, Espada se fue por primera vez en la tarde a portagayola, suerte absolutamente falta de interés, por cierto, y planteó su trasteo ya conocido basado en los principios julianescos: no cruzarás y no cargarás. Como tampoco le salían los muletazos templados y el memo del Rufino no era el perrillo trotón, la cosa se quedó en ná de ná.
En el mismo recibimiento con el capote a su primero, otro Montecillo llamado Perezosa (sic), número 16, le pegó un volteretón en una colada imprevista a Joaquín Galdós del que quedó también conmocionado. Fue llevado junto a Martín Escudero a la jurisdicción de Padrós y, a partir de ahí, ya se quedó en solitario Francisco José Espada para acabar con los cuatro que restaban. A este Perezosa le iba lo de colarse y hasta que el de Fuenlabrada se apercibió de las condiciones del novillo le metió un par de sustos. La labor que desarrolló frente al Perezosa es, en el conjunto de la tarde, la más sobresaliente. A la indiscutible mansedumbre del animal se unía lo poco claro de su embestida. Espada fue capaz de no afligirse y de mantenerse como quien daba las órdenes, sobando al bicho y desengañándole con soltura. Se podría pedir más, que hubiese tratado de rematar su trasteo con un par de redondos encajados como demostración de victoria, pero bien es verdad que como novillero tampoco es cosa de exigirle como a un matador. Su principal virtud en este toro fue aplicarle una lidia correcta que, dicho sea de paso, se podía plantear por las afueras con dignidad.
El cuarto era un manso saltarín que hasta que no saltó por el burladero del 9 no se quedó a gusto. A este don Paco le había bautizado comoCocodrilo, número 22, y con él practicó Espada su segunda portagayola de la tarde, tan inútil como la primera. El toro no se comía a nadie y tenía ese aire socialdemócrtata tan propio de los Motecillo; Espada se confió con él y le fue sacando los muletazos a su manera, siguiendo la rígida norma julianesca: no cruzar, no cargar, con el pico citar. Al público festivalero y de entrada regalada que poblaba Las Ventas todo aquello le pareció de perlas y cuando el matador le clavó al toro una estocada desprendida casi entera salió al aire la pañolada y los silbos atronaron el ambiente hasta que el Presidente sacó su moquero poniendo una oreja en manos del matador.
El quinto era un toro negro, de los Montecillo negros, Narrador, número 12. Éste sí que era bobo de solemnidad. Era un toro como para acabar de amaestrarle tal que el caballo Furia, el león Bizco o la monaChita, para llevarle a Hollywood a hacer dinero con él. El pobre iba y venía encantado de verse en Las Ventas y frente a Francisco José Espada y se le notaban las ganas de agradar que el bicho tenía. Con este animal Espada debería haber presentado sus argumentos de torero hecho, a punto de alternativa, y haberse esforzado por ejecutar un toreo de más compromiso, de más reunión, de cite más asentado en la verdad. Con eso habría redondeado su tarde y habría dado un toque de atención. A cambio se limitó a hacer lo de siempre, lo del pico, lo de la pata atrás, lo de la alcayata, lo de que cabe un camión SCANIA entre él y el toro... lo de cada día. El resultado es una faena de tono muy menor en la que la fuerte sensación es que el toro se va sin torear o de que el triste trasteo que el torero ha planteado está bastante por bajo de las condiciones del toro. Nueva petición del público, concierto estridente de silbidos y el Presidente que calibra lo injusto de una Puerta Grande con este uno más uno de tan poca monta y no da la oreja. Bien, de nuevo, por don Trinidad.
El sexto era otro Rufino, castaño y con crotales. Era el clon del segundo, como si lo hubiesen resucitado y lo hubiesen vuelto a echar a la Plaza. Al principio pareció que iba a ser otra máquina de embestir, pero se fue apagando y quedando parado y ya se sabe que en el estilo del toreo moderno lo peor que puede ocurrir es que el toro se pare, porque deja al torero con todas sus ventajas al aire. Los vengativos que esperaban reivindicar la oreja negada en este sexto no tuvieron ocasión porque aparte del trasteo a menos el infame espadazo que le pegó al novillo le hicieron perder la posibilidad del lío, y eso que lo intentó por la senda del arrimón que tan buen rédito le dio el día anterior a López Simón.
El mérito mayor en la actuación de Espada ha sido el de no venirse abajo y el de afrontar sin desmayo la papeleta que se le ha presentado sin comerlo ni beberlo. Podría haber sido una gran tarde para él, pero para eso debería haber tratado de presentar argumentos de más solidez taurinamente hablando. Hace quince años habría habido muchos pitos a su labor.
APÉNDICE PICARESCO
Lo de las mulas no tiene nombre. El paso de caracol con que salen y recorren los metros que hay hasta llegar al toro si en el tendido está lanzada la pañolada, con los mulilleros haciendo cucamonas y haciendo como que arreglan las cabezadas, como si se hubiesen movido o estuviesen flojas, es un teatro cutre y sin gracia. Se entiende que eso lo hacen porque alguien, luego, les dará una propina, pero es necesario que el Delegado o los Alguaciles controlen la desfachatez de una cuadrilla logrera que está retrasando realizar su labor por vaya usted a saber qué o cuánto y que acaban poniendo al personal en contra del Palco.
Lo de David Saugar “Pirri” arengando a las masas desde el ruedo para que pidiesen la oreja para su jefe de filas con más fuerza pone a Las Ventas, taurinamente, al nivel de Batres. Parece mentira que un torero de dinastía, de dos dinastías -los Pali y los Pirri- no sepa guardar las formas en la Plaza que mejor conoce y que con mayor cuidado debería tratar. Espero que el delegado le haya propuesto para sanción por su irresponsable conducta.
Gayola de Espada a Cocodrilo
Cocodrilo asalta el 9
Cocodrilo señoreando el callejón
Puerta grande para Cocodrilo
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