Lectura de Fortunato González en la Sala "Cossío" de la plaza de toros
de Las Ventas en el acto homenaje al "Toreo de Plata": CLICK
"...Aquí estamos con el rancho ardiendo pero optimistas, porque las dificultades son desafíos que, como los toros, demandan buena lidia: mandar, templar, parar y cargar la suerte, y lo hacemos como grupo, como lo que somos: El Círculo de Amigos de la Dinastía Bienvenida..."
CIRCULO TAURINO AMIGOS
DE LA
DINASTÍA BIENVENIDA
V Encuentro Iberoamericano
Palabras de Fortunato González Cruz, presidente en el Capítulo Venezuela
Apreciados amigos:
Esquivé esta presidencia con firmeza y elegancia hasta que la amistad, a la que la Dinastía Bienvenida le rinde culto, me condujo inexorablemente a esta honorable función de servicio, en compañía de personas con meritos mayores que decidieron en su día y en mi ausencia que ocupara este lugar, como si se tratase una predestinación. Así, siento que le hago honor a la amistad que nos une, y a mi querido amigo Rafael Enrique Casal, tan distinguido y gentil como si hubiese pertenecido a la descendencia del Papa Negro y que nos dejó como herencia sus virtudes personales, sus compromisos con la patria y su afición taurina.
En este V Encuentro ratificamos el precioso valor de la amistad, amasada en torno al albero donde se realiza el milagro del arte que es el alma de la hispanidad, como recuerda la frase del escritor Pérez de Ayala que encabeza el portal Del Toro al Infinito de don Juan Lamarca. Es una relación entre extremeños y americanos que se inicia en los pequeños y empobrecidos pueblos de una España aún en la fragua, de gente labradora y criadora de cerdos y corderos que se lanza al mar empujados por el hambre y los sueños y se topa con una nueva tierra, el Paraíso Terrenal, escribió Cristóbal Colón en su tercer viaje. Allá mezclaron su sangre castellana con la nativa y trasladaron unas maneras de ser y de hacer que se sincretiza en lo que llamó Bolívar un nuevo género humano. Es la más grande obra de civilización jamás intentada por el hombre en su larga historia. En menos de 100 años fundaron todas las ciudades desde arriba del Missisipi hasta las gélidas aguas de la Antártida. En aquellas alforjas cargaban lo taurino.
De los pedregales extremeños salieron un buen día el Papa Negro y su familia con los sueños acuestas, y, como manifestación de la profundidad de las raíces asumieron el apelativo de su pequeño pueblo: Bienvenida, y se formó la más grande y poderosa dinastía que por taurina comparte los valores de una misma fe, de una sola patria, de una cultura que hoy nos reúne en este lugar que es uno de sus íconos: la plaza de Las Ventas. Porque reconocemos, amigo Miguel Ángel Bienvenida, que su familia encarna una pasión que tiene bases éticas y estéticas; cuando faenas, toros y toreros la expresan entonces lo reconocemos en forma de pergaminos o esculturas mediante premios o distinciones con epónimos de su ilustre familia.
La amistad es un parentesco sin sangre, escribió Calderón de la Barca, y eso somos, una gran familia que se vincula en torno a las virtudes de una estirpe por amor al arte, porque compartimos el estremecimiento de una verónica o de un natural. Me llega a la memoria las explosiones de alegría de nuestro Rafael Enrique y su esposa Graciela en las tardes luminosas de Mérida, mi plaza de colores, juvenil y bulliciosa, con la fiesta más alegre amenizada por nuestra banda de la Mesa de Los Indios que hace propios los pasodobles de aquí.
Este encuentro es propicio para reconocernos como amigos y como aficionados taurinos y ratificar los compromisos que ello significa cada uno en su lugar y en su circunstancia. No se trata de deberes ni de obligaciones, sino de una manera de ser que se manifiesta en acciones de un voluntariado eficaz en defensa de una cultura que tiene su espacio en un mundo globalizado en el que la ratificación de las singularidades es una garantía de la identidad como pueblo.
Formamos un grupo social que asume los toros como una causa que nos mueve y nos hace vivir apasionadamente. Lo dijo en versos Mario Benedetti:
“Vivir la vida y aceptar el reto
recuperar la risa, ensayar el canto
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo
celebrar la vida y retomar los cielos.”
Aquí estamos con el rancho ardiendo pero optimistas, porque las dificultades son desafíos que, como los toros, demandan buena lidia: mandar, templar, parar y cargar la suerte, y lo hacemos como grupo, como lo que somos: El Círculo de Amigos de la Dinastía Bienvenida.
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