sábado, 2 de mayo de 2015

... y aquel quite desde el palco / por El Hombre tranquilo



Juan Lamarca y aquel quite desde el palco

EL HOMBRE TRANQUILO
Córdoba, 1 de Mayo de 2015.
El sentido de la amistad de los nacidos de Jaén es tan natural, que a veces parece que los has conocido de toda la vida.

Ese es el caso de Juan Lamarca. No lo traté hasta hace relativamente pocos años, pero nuestra mutua consideración se ha ido consolidando de tal forma, que en este momento pienso que, tras aquella charla inicial en Córdoba, en la sede de la Tertulia "El Castoreño", ya éramos tan amigos como lo somos ahora.

El haber crecido en una provincia que tradicionalmente era de las más ganaderas de España, hizo sentir a Juan que el toro de lidia formaba parte del paisaje físico y espiritual español, y como España es para él, más que una Patria, una adoración aprendida al mismo tiempo que del Santo Rostro de su capital, se convirtió no en aficionado, sino en creyente de la Fiesta de los toros. Y de ahí a hacerse oficiante sólo hubo un largo y esforzado paso, el de ser presidente de la Plaza de Toros de Las Ventas, el mayor rango de aficionado que se puede alcanzar.

Cumplida una amplísima etapa en el palco de la Monumental, ahora sólo guarda de ella buenos recuerdos. Pero de esos recuerdos destaca uno de los que pueden enorgullecer a un aficionado.

Sucedió en una tarde de borrasca en el ruedo y en el tendido, cuando Alfonso Ordóñez, haciendo con una mano visera para ver a través de la cortina de agua y en la otra el par de banderillas, no veía el tercio menos embarrado para entrar a colocar su segundo par. El toro de pavorosa cara y amo del ruedo llevaba clavadas solo dos banderillas y Alfonso había dado varías pasadas en falso. Juan Lamarca no se lo pensó. Se impusieron el ser humano y el aficionado al usía, y sacó el pañuelo cambiando el tercio librando al banderillero de un peligro cierto. La borrasca se convirtió en galerna. Se enfadó la plaza con gran alboroto contra el palco.

Unos días más tarde, y a la salida de la plaza tras la corrida de turno, vió como su amigo Juan Antonio Gómez Angulo se plantó para saludarle acompañado de Antonio Ordóñez que sin mediar palabra se echó al cuello dándole un abrazo. 

- He tardado en localizarle, pero no quería dejar de verle para darle las gracias. Le invito a cenar y se lo cuento.

- Muchas gracias, maestro, pero me es imposible por un compromiso ya adquirido.

- Pues entonces nos vemos mañana. Pero antes quiero decirle que quizá le ha salvado usted la vida a mi hermano. Yo estaba en el callejón con los apoderados y los toreros estaban alerta porque sabíamos que el toro iba a coger a Alfonso. Usted lo vio y cambió el tercio. Esta tarde ha hecho un quite desde el palco con un pañuelo. 

De la emoción de ese día derivó una cordial y extensa relación entre torero y usía, fruto del agradecimiento de uno y de la admiración del otro.

Me sumo con estas líneas al homenaje a Juan Lamarca, brindándoselas por buen amigo, por buen presidente y, como decía siempre el maestro Pepe Luis Vázquez, por buena persona. Va por usía.



No hay comentarios:

Publicar un comentario