lunes, 1 de junio de 2015

Las Ventas: La de Ibán. Primer encierro de la Feria Seria (¡con Cano Seijo, que no ha presentado su dimisión, en el palco!)


Bastonito


LOS TOROS VISTOS POR EL QUE PAGA
La de Ibán. Primer encierro de la Feria Seria 
(¡con Cano Seijo, que no ha presentado su dimisión, en el palco!)



Pues no sólo no echan al ínclito don Javier Cano Seijo, Pañueleitor, después de haber ordenado de forma antirreglamentaria la vuelta al ruedo a un toro, porque de demostrar su decencia presentando su dimisión como Presidente de Las Ventas por manifiesta incompetencia para el cargo ya ni hablamos, sino que van y a los tres días del fiasco seminal que marcará de por vida su presencia en el Palco de Madrid, lo vuelven a subir al nido del águila, poniéndolo de nuevo al alcance de unos pañuelos que ni sabe cómo se dan, ni en qué condiciones se sacan, ni para qué demonio sirven. A ver si poco a poco y con la ayuda de Dios el hombre va cogiendo práctica y se va enterando de las cosas relativas al ganado, al desarrollo del festejo y a lo reglamentado. ¿Podrá?

La Feria taurina de San Isidro se compone de tres partes muy bien diferenciadas: los primeros días, donde acaso se pueda ver algún toro, la parte mollar donde impera el toro moderno, y la parte final donde vuelve la promesa del toro. La primera parte terminó con la seria corrida de Pedraza de Yeltes, la segunda ha consistido en una Pasarela Isidro de bobalicones de la más diversa ley -con alguna excepción posiblemente no buscada sobre la que no vamos a volver ahora-, y la tercera comenzó esta tarde y si Dios quiere se prolongará hasta el final de la Feria con el intermedio orejero de la Beneficencia, trazada y preparada para que Julián de San Blas abra por fin la Puerta Grande de Madrid y así pueda tener las mismas salidas a hombros que Florencio Casado, El Hencho, (hablamos de número de salidas por la Puerta Grande, no del ganado con el que se obtiene el triunfo).

Una de las formas en que se nota que llega el toro es que comienzan a llegar los aficionados que ya han desistido de ver corridas de fast-food y circunscriben su particular abono a las seis corridas que traen la ilusión por el toro: Baltasar Ibán, Pablo Romero (Partido de Resina),Cuadri, Adolfo Martín, Victorino Martín y Miura. Los jurásicos, los decimonónicos, al decir de la selecta crítica, son los toros que nos hacen ir a la Plaza con más ganas, los que en verdad justifican el insufrible abono, travesía del desierto juampedrero y bobo hasta llegar aquí. Hace ya mucho que dejamos de seguir a toreros y, en realidad, nos da lo mismo que venga Pepe o que venga Juan, pues la mercancía averiada que casi todos venden es exactamente la misma, como se ha podido ver tarde tras tarde en las 20 que llevamos, y una que me perdí y que apuesto el alma a que sería igual que las demás. Ya sólo la esperanza en el toro nos mueve a ir por esas Plazas de Dios.

Hoy, día 1 de la auténtica Feria, toros de Baltasar Ibán, divisa rosa y verde, procedencia Contreras y juampedro. ¡A pasar miedo! Ya es que ni sé ni me importa si el primero era más chico que el segundo, que si hay que ver como se escapó huyendo del caballo el otro o si el de más allá se dolió en banderillas. Es que sólo veo el horror de tres toreros y nueve peones de estar ahí abajo. Sólo veo lo difícil que ha sido para esos hombres vestidos de luces poner banderillas, bregar e incluso hacer el quite a la salida del par. Es que ahora sólo me viene a la mente el toro esperando, midiendo las pasadas en falso del peón, aguardando el momento y metiendo al hombre el susto en el cuerpo. Sólo pienso en el peón que en vez de echar el capote a la cara del toro para hacer el quite al de las banderillas, acelera el paso y se mete al burladero tras el otro. Pienso en los peones acosados a la salida de los pares y pienso en los toros desparramando la mirada, vigilando al de las cocacolas que bajaba por la escalera del tendido bajo del 10, pienso en el toro que tenía un ojo en la muleta y otro en el torero. Pienso en las embestidas que exigen mando, dominio, poder, en las embestidas que no regalan nada, porque todo está ahí, pero hay que ir a tomarlo, asumiendo el riesgo; pienso en las condiciones de los toros y veo toros con personalidad, fuera de lo de cada día, trapío de toros serios y musculados, no tómbolas de carne y kilos, ni una gota de tejido adiposo, y pienso además en los lanzazos de los del kevlar, en las porquería de tercios de varas que hoy nos han dado, en cómo se han cargado en el caballo al segundo, al tercero y al quinto y en como, pese a todo ahí han estado los toros sin caerse, comprometiendo a sus matadores y demandando lo que casi ya no existe: toreo capaz. Y da igual que sean más mansos o más bravos, porque son toros, toros con casta, toros de lidia para una corrida de toros.

Decían los viejos que mirando al toro nunca la tarde se puede hacer aburrida, decían esto cuando no se había llegado a la contemporánea uniformidad en los comportamientos, y hoy se confirmó que quien se haya dedicado a mirar a los toros no habrá tenido un minuto de pensar en otra cosa, pues tal ha sido la cantidad de matices, de indicios, de señas que han ido presentando los Ibanes como para volver a añorar el poder ver frente a ellos a esos toreros tan “poderosos” que nos cacarean los habituales canales de desinformación taurina. Otra ventaja de este ganado es que como los toreros están tan poco a gusto con ellos, no se meten a liar esas “faenas” de larga duración, erre que erre del trapazo y del aviso a que estamos tan acostumbrados, de lo cual el mérito es exclusivo de los toros. 

Para matar esta corrida que presentaba tantas incertidumbres a los que estaban ahí abajo se anunciaron Fernando Robleño, Serafín Marín y Luis Bolívar. Máximo respeto para los tres porque sólo haber andado en las cercanías de los cinco galanes que finalmente se lidiaron es como para no hacer objeción alguna a sus labores. Daremos tres pinceladas, no obstante: Robleño es un torero que, por lo que vemos en las reseñas, no para de triunfar en las ferias de Francia -siempre con ganado de respeto- donde recibe innumerables premios y galardones a su labor y, sin embargo... en Madrid no acaba de poner en marcha esos resortes que tan bien le funcionan en las Galias. Serafín Marín necesita que su nuevo apoderado, José Antonio Campuzano, le ponga en circulación a base de empujarle al toreo de verdad, al que se hace cruzado y rematando atrás, porque en otro caso no defenderá su situación ni con las corridas “duras”. Luis Bolívar refrendó lo que tantas veces llevamos dicho, que los toreros de medio pelo, que son prácticamente todos, brillan más con toros duros y de respeto, pues los públicos se ponen siempre del lado de la parte más débil. Esto no es invento mío, que hace la torta de años ya lo decía don Ramón María del Valle-Inclán en una entrevista en que hablaba de su afición a los toros. Bolívar recibió el apoyo de las gentes en la denodada labor que planteó con su primero y nadie le hizo ni caso en el trasteo con su segundo, un sobrero de Torrealta que salió en lugar del sexto, que se partió una mano en el saludo con el capote.

Por cierto, que ya van tres toros en lo que llevamos de Feria que les pasa lo mismo, igual el sagaz Abeya, además de a su galante labor diaria a la que con tanto acierto se emplea, debería ponerse a pensar qué es lo que hay en el ruedo que ocasiona esas desproporcionadas averías en el ganado.

Hablamos más arriba de los de plata y es de justicia reconocer la torería a la antigua y el valor de Raúl Adradas con los rehiletes en dos emocionantes pares con los que se ganó una merecidísima ovación de la Plaza entera.

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