Esperando a la Abuela
LOS TOROS VISTOS POR EL QUE PAGA
La de Núñez de Aristráin. En vez de palco municipal, quéchua en la Puerta Grande
Una semana nada más y ya se ven los avances que las Fuerzas del Progreso nos traen a Las Ventas. Por la mañana, frente a la Puerta Grande, la Puerta Grande por la que salieron en auténtico loor de multitudes Paco Camino o Antonio Bienvenida, escoltados y protegidos de la masa humana por los grises a caballo, una deprimente tiendecilla de campaña, lonilla marrón, y en su interior una neverita, una mesita de camping y once astrosos de camiseta negra manifestando su oposición a la cosa taurina y al Toro de La Vega. Nada nuevo. Y allí al lado, la Policía, los herederos de los que escoltaron a Bienvenida y a Paco Camino, ahora de azul, protegiendo a los once bobales que no tienen otro sitio que ése para ir a manifestar en público su deplorable estulticia.
Y luego, a las cinco de la tarde de Lorca, o sea a las siete, el Palco Municipal más vacío que la agenda de Rosa Díez... ni la perra loba en él. Se ve que con la llegada de los nuevos nadie quiere contrariar a la anciana alcaldesa, de la que se presupone su antitaurinismo, y en este país nuestro, tan de súbditos, no hubo quien echase mano de alguna entrada, por lo que pueda pasar. Se entiende que lo mismo que el Palco Municipal del Teatro Real ha pasado a las manos de don Gregorio Marañón y Bertán de Lis para que se encargue de darle el uso adecuado, éste pasará en seguida a las manos de los Choperón Father & Son o, mejor aún, a las de ese delicioso e incombustible revoltoso llamado Abeya, que sabrá bien qué hacer con él.
Ahora que las máquinas y los hombres están echando abajo la formidable estructura de la extinta fundición de José María Aristráin, antes Manufacturas Metálicas Madrileñas en la carretera de Toledo, anuncian en Madrid una novillada de José María Aristráin, hijo, que ya se sabe que el padre, Aristráin Noaín, tuvo un accidente de helicóptero en La Riviera francesa en los ochenta. El señor Aristráin, vasco y aficionado a los toros, tiene dos ganaderías en la Unión, la de Aguadulce y la de Herederos de don José María Aristráin de la Cruz, ambas de procedencia Núñez, ambas sin antigüedad. Estaba anunciada la segunda de ellas, pero los arcanos veterinarios de Las Ventas nos depararon la sorpresa de cuatro y dos, siendo los dos los de Aguadulce. A saber qué pasaría, que con lo que ahora se estila eso de la transparencia, no hay cosa más opaca que todo lo que sucede alrededor de los reconocimientos veterinarios de la Primera Plaza (de Pueblo) del Mundo.
El señor Aristráin de la Cruz mandó a Madrid un encierro parejo, de buen trapío y de impecable presentación. Por poner un pero, que siempre hay que poner uno al menos, digamos que el primero de la tarde, un colorado de Aguadulce llamado Abanderado, número 64, era un toro con todas las de la ley en tipo, hechuras y romana, y que para disimular le atribuyeron en la tablilla 41 arrobas, aunque no hay que ser entrador de carnes del matadero de Madrid para ver que el bicho las superaba con amplitud por caja y hechuras. El inmortal Fernández Salcedo en sus estudios sobre relatividad taurina no tocó el asunto de la inflación y deflación de los pesos, por lo que nos quedamos sin su siempre estimada opinión sobre el particular, que en este caso particular nos habría sido de gran valor.
Bien, pues con la salvedad explicada la corrida ha sido, como se dijo más arriba, seria y muy bien presentada y, además, con su casta, su personalidad y sus dificultades, por lo que, una vez más, el que fue a la Plaza a ver a los toros no tuvo ocasión de aburrirse, porque se movieron, crearon emoción, plantearon dificultades y, como suele ocurrir en estos casos, se fueron a pasear por valles tenebrosos sin haber conocido, en su vida terrenal, lo que es el toreo. Una vez más la tónica de la tarde, cosa que se exacerba de manera exponencial cuando los toros o novillos no demuestran de la manera más neta que son la tonta del bote, estuvo marcada por los tristes capeos de un peonaje poco ducho, por las pasadas en falso de los banderilleros y por la más aviesa animadversión de los de encima del penco. Digamos, usando el símil deportivo, que hoy vencieron los toros a los puntos. Como muestra, el botón de cada tarde: en el ruedo hay seis vestidos de oro, plata o azabache, cuatro con el uniforme de los monos, dos arres forrados de kevlar y sobre ellos dos con un castoreño en la molondra, y con toda esa banda en el ruedo el toro anda por donde le da la gana y se va de un caballo al otro en esa especie de tenis equino en que el toro hace de pelota de set, set bull.
Para dar fin de los Núñez de Aristráin en este primer día del verano se anunciaron en La Monumental Luis Gerpe, de Seseña, Tomás Angulo, de Llerena, y Lilian Ferrani, de Melun, municipio de la Île de France bien alejado de la Francia taurina, nuevo en esta Plaza.
No sabemos cuáles serán las influencias que reciba Luis Gerpeen su diario quehacer en busca de desarrollar una personalidad propia y unas maneras distintivas como torero. Hoy pareció que se había visto la colección completa de faenas de Joselito Arroyo y nos brindó la caricatura de dos momentos estelares del madrileño, los números titulados “el borracho meando” y “el brazo desmayao”, que todos los aficionados recordarán. Fuera de eso, muy poco concepto, mucho a ver qué pasa y mucho buscar las cercanías y ahogar al toro, y luego, además, lo de siempre, lo del toreo por las afueras, el cite a base de pico y las carreritas de recolocación entre pase y pase, y de postre la inevitable peste manolera y bernardera. Muy poco que anotar. Seguiremos destacando, no obstante, que sigue agarrando la muleta por el centro del palillo, que es cosa ya poco vista y que debe ser reseñada.
Tomás Angulo ha traído a Madrid una tauromaquia muy falta de tauromaquia. Puede decirse que, aparte las ganas que ha demostrado, de la óptima voluntad del chico, no es fácil explicar qué hacía en Las Ventas alguien tan poco ducho, tan de relleno. Persevera en sus modos deficientes de manejar la seda y el percal, no ve la distancia, se descubre, es volteado sin consecuencias, cita con el pico... ¡con el repico! Y todo lo que pone sobre la arena es sin sentido, cosa bullidora, tozuda, como una media docena de pases que se puso a dar tras el mamporro, con el toro a cabezazos y el torero erre que erre a ver quién era más terco de los dos. Muy pobre la impresión que ha dejado Angulo, en el mismo registro que hace un año. Por anotar algo positivo, ya no tira la muleta al suelo cuando entra a matar.
Flaco favor le hacen a Lilian Ferrani trayéndole a Madrid tras un año de inactividad tras una fuerte cornada. Su primero le dio una buena paliza, afortunadamente sin consecuencias, y tras ella se vino arriba el torero dejando algunos muletazos de buen trazo, sin acabar de comprometerse, pero rematando atrás y llevando al toro bastante toreado. Tiene un brazo firme y buena muñeca. Merece la pena volver a verle un poco más placeado, a ver si da con alguien que no le engañe y que le cuente cómo es el toreo bueno. En su segundo estuvo vulgar y ahogando al toro.
El presidente, señor don Justo Polo Ramos, acaso porque tuviese prisa en quitarse el traje y la corbata para aliviar sus calores, se dedicó por dos veces a cambiar el tercio habiendo sólo tres banderillas en la espalda de los novillos, cosa que le fue afeada por los once aficionados que hoy estaban de guardia en Las Ventas.
Pablo y Miguel Flores, guayaberas en el callejón
El programa
Gerpe, Angulo, Ferrani
Mayoral a la carrera
Despacho en el callejón
Solsticio
***
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